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El hombre que doblaba cucharas usando la mente
De las entrañas de estos proyectos salieron varios charlatanes convencidos de tener poderes extraordinarios. Otros personajes que se inspiraron en ellos también se llenaron de dinero. A inicios de la década del 70 hace su aparición en escena el israelí Uri Geller, un exsoldado devenido en ilusionista que afirma haber recibido de los extraterrestres poderes extraordinarios, como la capacidad de adivinar pensamientos, arreglar maquinarias dañadas y doblar metales con solo el poder de la mente. Incluso amenaza a los ejércitos árabes con derretir sus tanques blindados si amenazaban entrar a Israel.
En sus presentaciones televisivas dejaba boquiabierto al público, pero eran solo trucos hábilmente ejecutados. Y como la mentira tiene patas cortas, en 1975 se presentó en el famoso show televisivo de Johnny Carson que lo vieron más de 40 millones de estadounidenses... y fracasó por completo.
Entre el público y asesorando al programa se encontraba un ilusionista mejor y más honesto que él: el escéptico James Randi, quien había aconsejado a Carson que impida a Geller usar sus propios cubiertos para intentar doblarlos. También sugirió ocultar por completo el contenido de un papel que supuestamente lo “leería” con la mente. Geller intentó ambas cosas durante casi una hora, hasta que abandonó el set de televisión, alegando estar nervioso y no poder concentrarse.
James Randi explicó luego cómo se hacía cada truco, incluso él mismo los hizo uno por uno, demostrando lo fácil que era doblar una cuchara manipulándola previamente y moviendo hábilmente las manos durante el espectáculo.
Para quebrarlas el truco consiste en romperlas y luego soldarlas usando el raro metal llamado galio que se funde con apenas 29,8 grados, menos que la temperatura del cuerpo. Entonces, con apenas el calor de las manos el metal se derrite y la cuchara o la llave se parten en dos. Estas ilusiones, utilizadas por muchos magos, fueron develadas en diversas publicaciones, y sin embargo Uri Geller aún aparece en shows de televisión del mundo y se hizo millonario. Es que cuando estamos decididos a creer no hace falta mucho esfuerzo para convencernos.
La fantasía nos divierte, nos transporta. Por eso vamos al cine a ver una buena película o leemos un libro que nos cuenta una historia de ficción. Eso es divertido y sano. Lo malsano está en confundir fantasía con realidad.
Randi es un ilusionista, así que sabe de trucos. Cansado de los charlatanes que aseguraban tener poderes sobrenaturales se dedicó a desenmascararlos, ganándose algunos enemigos, pero adquiriendo también adeptos que admiraban al escéptico que ponía a funcionar su pensamiento crítico. Esa forma de pensar es aquella mediante la cual antes de creer se piden pruebas, un ejercicio sano para no ser víctimas de los charlatanes.