Hace poco más de dos siglos la humanidad empezó a conocer cómo fue realmente el pasado más antiguo del planeta. Si representáramos la historia de la vida en la Tierra como un edificio de mil pisos de altura, los seres humanos recién apareceríamos en el último de ellos. Los dinosaurios ocuparon nada menos que cincuenta pisos y se extinguieron en el número 985.

Pero incluso cuando los más grandes científicos del siglo XVIII comenzaron a estudiar seriamente los restos fósiles de las grandes bestias desaparecidas, la incredulidad nublaba su razón.

Los naturalistas europeos y americanos no podían creer que estos animales reinaran mucho antes que los hombres, y competían por demostrar dónde vivieron los más grandes y feroces. Sin tener la menor idea de cómo eran, armaban a su gusto los esqueletos que encontraban y así, por ejemplo, a los perezosos gigantes les colocaban los colmillos de un tigre hallado en los alrededores.

Es que habría que imaginar qué pasaba por la mente de un sencillo campesino de la antigüedad que arando la tierra se encontraba los huesos de un animal varias veces más grande que su propia casa.

Para ellos no habría duda de que eran restos de seres sobrenaturales que posiblemente siguieran vivos. Y como no podían entender su origen, apelaban a su imaginación y creaban monstruos terroríficos.

Dragones y grifos

Los dragones son los seres mitológicos cuya leyenda está más extendida por el mundo: desde los mayas y aztecas hasta los antiguos chinos. Con ligeras variantes, siempre se los representa con cuerpo de lagarto, escamas, larga cola y una mandíbula recia con dientes enormes. Dejemos de lado por un momento cualquier explicación sobrenatural para pensar qué animal antiguo podría tener esas características y haber estado repartido por buena parte del mundo.

Exactamente: los dinosaurios. Y aunque millones de esqueletos fueron destruidos a lo largo de la historia, se los sigue encontrando de manera relativamente abundante. Como a los dragones se los representa siempre con colmillos, algunos paleontólogos creen que podrían estar relacionados con los dinosaurios terópodos, que fueron los cazadores terrestres dominantes del planeta durante más de cien millones de años. De ellos descienden las aves.

El yacimiento de fósiles más grande del planeta se halla en el desierto de Gobi, la misma región en que el viajero griego Aristeas decía que habitaban los grifos: mitad águila, mitad león. Allí hoy es muy común encontrar fósiles de Protoceratops, dinosaurios del tamaño de un león -aunque más fornidos- con garras y bocas en forma de pico.