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¿Cómo surgió Atlántida?

Fachada del yacimiento arqueológico que se encuentra en la isla de Santorini. Cortesía
Fachada del yacimiento arqueológico que se encuentra en la isla de Santorini. Cortesía
20 de abril de 2014 - 00:00 - María Eulalia Silva

Seres pálidos y rubios dotados de superpoderes, dueños de una tecnología hasta hoy desconocida que se alimentaba con la energía infinita proveniente de unos extraños cristales.

Dicen que los atlantes formaron una colonia de visitantes de otro mundo que llegaron a la Tierra huyendo de una guerra interplanetaria, y que se dedicaron a manipular genéticamente a nuestros ancestros. Una sucesión de cataclismos destruyó su avanzada civilización y los obligó a refugiarse en cavernas subterráneas o en las alturas del Himalaya.

Lo curioso de este mito es que terminó por convertirse en una insólita mezcla entre el relato pedagógico de un filósofo griego y una novela de ciencia ficción de un caballero inglés. Todo aderezado con una leve pizca de verdad.

Vayamos por partes. La leyenda de la Atlántida comenzó a forjarse cuatro siglos antes de Cristo, cuando Platón menciona en uno de sus Diálogos que hacía muchos años existió una isla en algún cercano mar del mundo antiguo.

Los antiguos egipcios decían que era un país con grandes palacios, abundancia de alimentos y una estructura social muy adelantada para la época.

Platón le da forma al mito de este lugar legendario para enseñar cómo debía ser un gobierno perfecto para Grecia, que por entonces estaba dividida en ciudades-estado enfrentadas entre sí y a merced de las ansias expansivas del poderoso imperio persa.

La raza con ‘superpoderes’

Con el paso de los siglos el mito de la Atlántida fue creciendo y dando pie a las más extrañas especulaciones.

Se empezó a buscar el ‘continente perdido’, ya no solo en el Mediterráneo sino también en el Atlántico, en las costas de España, en Indonesia, al oeste del África, la Antártida y hasta en el mar Caribe, para atribuirle la culpa del presunto misterio del Triángulo de las Bermudas.

Diversos autores de libros esotéricos se inventaron la historia de seres dotados de poderes mágicos de los que jamás habló Platón.
A mediados del siglo XIX, Julio Verne publica su Viaje al centro de la Tierra, en el que describe un mundo perdido; y en 1871, Edward Bulwer Lytton, un caballero inglés admirador del ocultismo, publica

La raza que vendrá

En esta poco conocida novela de ciencia ficción, el protagonista es guiado por un ingeniero de minas hasta un mundo subterráneo donde habita una raza extraña; seres altos, rubios y de ojos azules, cuyos antepasados huyeron de un diluvio.

Su civilización se basa en una energía llamada Vril, que puede destruir como el rayo y atravesar la roca, pero también iluminar sus casas bajo tierra, vigorizar la vida, curar y preservar.

Esta raza intraterrestre se aprestaba a reemplazarnos, un cuento que originó buena parte de las especulaciones modernas sobre los atlantes y que tanto encantó a los nazis, que terminaron organizando una expedición para ir a buscarlos... al Tíbet.

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