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La disputa por el Yasuní empezó hace 70 años

Ecuador llora la iniciativa Yasuní-ITT como si fuera un difunto que acaba de morir, cuando el petróleo en esta zona sedujo a varias compañías desde 1943: a la anglo holandesa Shell, a Minas y Petróleos (manejada por un austriaco de apellido Straus), y luego a la estatal petrolera ecuatoriana.


Actualmente, la española Repsol explota crudo en el bloque 16 que forma parte del Parque Nacional Yasuní; la china Petrooriental, el bloque 14; y la empresa pública Petroamazonas, los bloques, 31, 15 y Pañacocha, que también se encuentran dentro de esa reserva de la biósfera, declarada así por la Unesco en 1989.


El bloque 16 fue el que controversialmente permitió que se delimite el área del Yasuní. Con el cambio del modelo contractual de participación a prestación de servicios en 2011, Petroriental de China y el Gobierno ecuatoriano acordaron el cambio de límites del bloque 14 y la contratista devolvió territorios en el noroccidente del Yasuní, pero ganó un brazo hacia el este para conectarse con los bloques 31 e ITT.


El bloque ITT está conformado por los campos Ishpingo, Tambococha y Tiputini, en un tren o eje estructural. El primero, donde Shell efectuó actividades exploratorias fue el Tiputini, en 1943. Cinco años después, en 1948, se lo vuelve a perforar con resultados negativos debido a que el campo arrojó más agua que petróleo.


En 1948, la compañía Minas y Petróleos perforó varios pozos que permitieron determinar la existencia del hidrocarburo y descubrir el campo. En 1992, la estatal Petroproducción (exfilial de Petroecuador) halló los pozos Ishpingo 1 y 2; y en 1993, el Tambococha, según los registros oficiales de la empresa. En 2001, se perfora el pozo Ishpingo 4 y en 2002, el Ishpingo 3.

La historia petrolera en el Parque Nacional Yasuní inicia hace 70 años, cuando en 1943 la compañía Shell inició labores exploratorias. Minas y Petróleos, de propiedad de un cuidadano austriaco, también incursionó, así como la propia empresa del Estado.


Esto tiene como antesala la adquisición, en 1983, por parte de la ex Corporación Estatal Petrolera Ecuatoriana (CEPE), de 1.746 kilómetros de líneas sísmicas, que posteriormente facilitaron a Petroproducción hacer los hallazgos de crudo.


“Las actividades petroleras en el ITT se han venido desarrollando de manera ininterrumpida desde hace 70 años, incluyendo la última década, luego de la revaluación de las reservas que hizo la compañía Beicip Franlab, del Instituto Francés del Petróleo”, indicó el consultor Luis Calero.


Beicip confirmó reservas de 846 millones de barriles, que representan el 20% de las reservas totales del Ecuador. Solo Tiputini y Tambococha suman 461 millones de barriles. Según Calero, la concesión del ITT estuvo cerca de adjudicarse por el ex presidente de Petroecuador, Jorge Pareja Yannuzzelli, a un conjunto de compañías extranjeras de manera directa, sin licitación, “de tal forma que el Plan B estaba destinado para la explotación del proyecto”.


Temporalmente, el Plan se sustituyó por la iniciativa Yasuní-ITT, lanzada por el actual Gobierno en 2007, para dejar en el subsuelo las reservas de crudo extrapesado (14,5 grados API) y evitar la emisión de 407 millones de toneladas métricas de CO2 a la atmósfera.


Sin embargo, no hubo la suficiente respuesta de la comunidad internacional, una vez que las contribuciones al Fondo Yasuní debían alcanzar 100 millones de dólares hasta finales de 2011. Los recursos tenían que ser evaluados cada dos años y se esperaba recaudar 3.600 millones en 12 años, equivalentes al 50% de los ingresos que percibiría Ecuador por la explotación del petróleo. Pero lo conseguido en estos seis años por la iniciativa suman apenas 13.3 millones de dólares (0,37% de lo previsto), cifra sumamente inferior a lo que se obtendría de la producción de un solo día del ITT, afirmó el jurista petrolero, Augusto Tandazo.

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Agregó que Ecuador no tiene otra alternativa que explotar el bloque porque ello implica darle seguridad energética al país, factor que se consagra en el artículo 284 de la Constitución de la República.


Calero refuerza esa tesis y sostiene que luego del fracaso de la propuesta, corresponde tomar sostenidamente el proyecto porque la nación necesita de manera urgente incorporar nuevas reservas para sostener la producción petrolera en la próxima década, más aún cuando se requiere suficiente crudo para justificar el proyecto estrella de la Refinería del Pacífico. “Sería inconcebible que se construya un complejo petroquímico de tal magnitud para procesar crudo importado, teniendo suficientes reservas en el país”, manifestó.


Los pronunciamientos de los expertos giran en torno a la fuerte declinación de los actuales campos amazónicos que producen al momento alrededor de 530 mil barriles diarios, luego de 40 años de explotación continua, de los que se saca más agua que petróleo. Tandazo señala que urge sustituir la producción vieja con nueva, fundamentalmente, para generar un flujo de divisas que permita al país sostener la dolarización y, a la vez, permitir que la refinería sea autosostenible.


La planta está diseñada para procesar 300 mil barriles diarios de petróleo, que la producción no podría cubrir porque se tiene primero que atender la demanda interna de combustibles y habría que importar crudo para satisfacer la dieta del complejo. Para Tandazo, no es lo mismo producir refinados a partir de un crudo importado, que obtenerlos con el petróleo del ITT.

"La producción de los nuevos campos del ITT aportará en su momento pico, o más alto, un promedio de 200 mil barriles diarios de petróleo pesado. 

La inversión que necesita Petroamazonas será de 2.800 millones de dólares. Y, si se llega a explotar Ishpingo se requerirán 5.000 millones."

Refiriéndose concretamente al Parque Nacional Yasuní, explicó que los trabajos que realizan Repsol y Petroamazonas en sus áreas de concesión, no han producido ningún daño a la biodiversidad del sector “como sobredimensionan los opositores al Régimen, cuyas opiniones no afectan al Gobierno sino a la economía nacional”.


En consecuencia, aseguró que los planes A y B del Yasuní nacieron el mismo día, cuando fueron aprobados por el directorio de Petroecuador, presidido por el ministro de Energía de ese entonces, Alberto Acosta, quien “conocía que si fracasaba la propuesta, se optaría por el plan B”.


Las opiniones favorables al Régimen se repiten en la versión del ex ministro del ramo, Fernando Santos, quien destaca la necesidad de desarrollar las reservas del bloque para tener ingresos que alivien las necesidades “inmensas que tiene Ecuador”.


Sin embargo, advierte que la explotación de un área “sensible, difícil y delicada” no puede estar a cargo de Petroamazonas, que tendrá que asociarse con una compañía internacional escogida a través de una licitación para que opere estos yacimientos y garantice el mínimo impacto ambiental, debido a que la calidad del crudo del ITT no es de producción fácil como los otros yacimientos de la Amazonía.


Al respecto, en el Ministerio de Recursos Naturales No Renovables se ratificó que es decisión del Gobierno Nacional entregar el proyecto a Petroamazonas, empresa que se prepara para asumir el reto.

El bloque 31 se encuentra en plena explotación 

En el sector  norte del Yasuní existen por lo menos cinco concesiones  activas de explotación petrolera, tomando en cuenta que el crudo representa uno de los principales rubros de ingreso de divisas y financia parte del Presupuesto General del Estado. Según la National Geographic, las instalaciones de producción más próximas se encuentran a solo 13 kilómetros al noreste, en una concesión que opera Petroamazonas. Indica que el equipo científico de la Universidad San Francisco de Quito informa, a menudo, sobre el rumor de generadores en la espesura y la creciente presencia de helicópteros que, volando a ras, ahuyentan 8 a los animales de estudio. Entre tanto, Petroamazonas sigue las  operaciones en el bloque 31 de 160 mil hectáreas de extensión, donde  el 80% se encuentra dentro del Parque Yasuní. Las reservas del bloque se calculan en 45 millones de barriles. Según los estudios técnicos, diariamente se extraerán 18 mil barriles diarios, pudiendo llegar a más de 25 mil en 2014. El bloque 31 fue adjudicado a la  brasileña Petrobras, pero al no llegar a un acuerdo con el Gobierno en el nuevo modelo contractual de  prestación de servicios a participación en 2011, la estructura hidrocarburífera pasó a manos de Petroamazonas, que realiza una inversión masiva y quiere ser un  referente a escala internacional en cuanto a la “huella ecológica  umana” por barril de petróleo extraído. En su momento, grupos ambientalistas  celebraron que Petrobras o construya la carretera de 14,5 kilómetros, al sur del río Napo, para explotar el bloque de 200 mil hectáreas de extensión. Finalmente, Petroamazonas  continuó con los planes de la brasileña y  abrió la vía por donde transita maquinaria pesada y servirá para las  operaciones de los campos Tiputini y Tambococha. La apertura de carreteras en la Amazonía, principalmente para actividades hidrocarburíferas, invita a los nativos a mudarse  e sitios.  Antes, en los noventa, la estadounidense Maxus, que adquirió las acciones del bloque 16 a Conoco y  que hoy pertenecen a Repsol, abrió caminos dentro del Yasuní para facilitar las operaciones.


Antes de que se inicien las operaciones, Santos aboga por contar con criterios técnicos, por ejemplo, exigir que la planta de mejoramiento de la calidad de crudo se sitúe fuera del área sensible del Yasuní, tomando en cuenta que un crudo extra pesado no fluye fácilmente por un oleoducto. “Se pueden tomar muchas medidas para evitar eventuales daños al parque nacional, pero estas deben provenir de un criterio técnico, científico y no político”.


Al dar por terminada la iniciativa, el presidente Correa anunció que la explotación petrolera del proyecto afectaría a menos del uno por mil del parque Yasuní, que abarca una superficie de 9.820 kilómetros cuadrados; y que en la operación se utilizará la mejor tecnología posible para minimizar el impacto ambiental.
Scoth Wallace, en un reportaje publicado en la revista National Geographic de enero de 2013 titulado Selva tropical en venta, señala que funcionarios ecuatorianos insisten en que es posible extraer petróleo de manera responsable, incluso en hábitats delicados, porque la tecnología actual ha mejorado mucho respecto de los métodos en extremo contaminantes de los años setenta y ochenta cuando, presuntamente, el gigante estadounidense Texaco dejó numerosos sitios contaminados, lo que ha enfrascado a Chevron, su sociedad matriz, en una demanda multimillonaria con diversas comunidades indígenas.


Con todo –añade– el desarrollo tiene consecuencias mucho más graves para ambientes ricos en especies como el Yasuní, según explica Kelly Swing, director y fundador del centro de investigaciones que la Universidad San Francisco de Quito estableció en 650 hectáreas de selva virgen en la Estación de Biodiversidad Tiputini (EBT), empezando por los incontables millones de insectos, muchos desconocidos por la ciencia, “incinerados cada noche en las ondulantes llamas de gas”.


El reportaje agrega, además, que en las selvas afectadas por el desarrollo petrolero puede morir hasta el 90% de las especies que habitan los sitios arrasados. “Hay que preguntarse si eso es aceptable. Y más que nada, para quién”.


Para el ex secretario de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), el ecuatoriano René Ortiz, el ITT se encuentra en el nororiente, en el extremo fronterizo del parque Yasuní y no será impactado ecológicamente por su desarrollo porque se utilizará la infraestructura existente en el sector, tanto de Repsol, como de Petroamazonas.


En su opinión, el proyecto tiene su propio sistema futuro de evacuación del hidrocarburo a través del Oleoducto de Crudos Pesados (OCP), de propiedad privada, o del Oleoducto Estatal Transecuatoriano SOTE, por lo que no se tiene que construir uno nuevo, “simplemente se utilizará la actual infraestructura de evacuación para monetizar el barril que se produzca de los campos petroleros Ishpingo, Tambococha, Tiputini”.


Ortiz, más bien, insistió en el compromiso del Gobierno de expulsar a todos los contrabandistas de la madera que, ilegal y tendenciosamente, obligan a las poblaciones indígenas asentadas en la Amazonía ecuatoriana, a talar árboles y devastar todas las zonas.


En síntesis, destacó que el desarrollo del ITT es ambientalmente sustentable y socialmente responsable, para lo cual, necesita el compromiso de la industria de hacer bien las cosas, con las mejores prácticas y estándares socioambientales, como el últimamente desarrollado EO100, que está siendo aplicado en Colombia, Brasil, Bolivia y Perú. “El compromiso debe venir de la sociedad civil, como observadora permanente de que el compromiso gubernamental e industrial se están cumpliendo”.

Los ingresos del ITT

El presidente Correa hace cálculos y asegura que la explotación del proyecto dará ingresos del orden de los 18 mil millones de dólares, recursos que ayudarán a erradicar la extrema pobreza hasta 2017 y dirigir el desarrollo nacional. “Así como queremos a la naturaleza, también queremos sacar de la pobreza a los ecuatorianos que se encuentran en ese umbral”.


De ese total, informó que los Gobiernos Autónomos Descentralizados (GAD) recibirán 258 millones de dólares y, a las zonas de influencia en la Amazonía, se les acreditarán 1.882 millones.

La más alta biodiversidad del mundo está en Ecuador

“En el Yasuní, los anfibios, pájaros, mamíferos y las plantas vasculares alcanzan una diversidad máxima en Suramérica,” dijo Clinton Jenkins de la Universidad de Maryland, EE.UU. El estudio, publicado en la revista científica PLoS ONE, señala que las 150 especies de anfibios documentados es un récord mundial para un área de este tamaño, según Diego Cisneros-Heredia, de la Universidad San Francisco de Quito. “Hay más especies de ranas y sapos dentro de la zona que son nativos de los Estados Unidos y Canadá juntos.” Los científicos confirmaron que una hectárea contiene, en promedio, más especies de árboles, 655, que en todo los Estados Unidos y el Canadá combinados. “En apenas una hectárea hay más especies de árboles, arbustos, y lianas (bejucos leñosos) que en cualquier otro lugar en el mundo,” afirmó Gorky Villa, botánico ecuatoriano que ha trabajado con el Instituto Smithsoniano y Finding Species. Quizás las estadísticas más impresionante de todas las expuestas, es la que una sola hectárea del bosque de Yasuní se estima que contiene 100 mil especies de insectos. El entomólogo Terry Erwin, califica a esta diversidad como la más alta estimada por área de unidad en el mundo entero, para cualquier grupo de planta o animal. Asimismo, existen 121 especies de reptiles, 596 especies de pájaros, 382 especies de peces y 204 especies de mamíferos. “Uno de nuestros resultados más importantes que encontramos es que pequeñas áreas del bosque abrigan cantidades extremadamente altas de especies de animales y de plantas,” dijo la autora principal del artículo Margot Bass, de Finding Species, una ONG sin fines lucro. La extraordinaria diversidad se ejemplifica mejor en los 6.5 km2 de la Estación de Biodiversidad Tiputini, situada en el borde norteño del parque y es el hogar de 247 especies de anfibios y reptiles, 550 especies del aves, y unas 200 especies del mamíferos, incluyendo especies de 10 primates  y un arsenal de depredadores grandes,” según Kelly Swing de la Universidad de San Francisco de Quito. “Es el sitio más rico del mundo en especies de murciélagos,” agregó Thomas Kunz, investigador de la Universidad de Boston.


Precisamente, la Secretaría Nacional de Planificación (Senplades) tiene elaborada una estrategia con el objetivo de bajar en siete puntos porcentuales la población que sobrevive con 2,54 dólares diarios y mermar la desigualdad social en el país, lo que se reflejará en la mejora de indicadores como el empleo.


El titular de la Senplades, Pabel Muñoz, subrayó que en los siete años de administración del presidente Correa se ha reducido en 10 puntos porcentuales el índice de pobreza por ingresos, al pasar del 37% al 27%, cifra considerada todavía alta. Ahora, el reto es “ganar en excelencia y tener una gestión eficaz y eficiente en la lucha contra la pobreza”.


Este plan se vincula a la estrategia para cambiar la matriz productiva, que garantizará un crecimiento económico sostenido en el tiempo. Actualmente, el Gobierno invierte más de 5.000 millones de dólares en programas para combatir la pobreza, lo que representa un 7% del PIB.


La autorización para iniciar la explotación del ITT en el Parque Nacional Yasuní, debe otorgar la Asamblea Nacional, con base al pedido fundamentado del Ejecutivo. El organismo también debe conocer el informe sobre la viabilidad ambiental, técnica, financiera y constitucional de la explotación de los referidos campos petroleros que debían entregar el 23 de agosto al Presidente de la República, los ministerios Coordinador de la Política Económica, Recursos Naturales no Renovables, Ambiente, Justicia y Derechos Humanos y Cultos.


Mientras tanto, los ancianos y dirigentes de la nacionalidad waorani, compuesta por alrededor de 4.000 personas, se reunirán el 4 de septiembre en la comunidad Kawimeno, en Orellana, para conocer las implicaciones que tendría la explotación de los yacimientos.

Perforación de pozos

El programa de perforación de pozos fue elaborado por el Ministerio de Recursos Naturales No Renovables y Petroamazonas, entidades que cuentan, además, del estudio de manejo ambiental realizado por la Consultora Energy and Enviromental Consulting de Quito.


Con ello, se podrán solicitar las licencias ambientales para el desarrollo del proyecto, que tendrá dos fases: la primera, del campo Tiputini, fuera de la zona intangible del Parque Nacional Yasuní; y la segunda, que estará sujeta a los resultados de la sísmica 3D (tridimensional) que se autorizó en 2012.


Según el estudio ambiental, Petroamazonas planea perforar 30 pozos productores: 15 en la plataforma Tiputini y otros 15 en la de Tambococha. Se suman dos pozos reinyectores de las aguas de formación que genere la perforación.


También se construirán 10 kilómetros de líneas de oleoductos y el centro de Facilidades de Proceso Tiputini, que será una central de bombeo del crudo hasta un punto de almacenamiento que se ubicará en el bloque 31.
Estas labores desbrozarán 13,2 hectáreas en el campo Tiputini y otras 16,8 en Tambococha. El centro de Proceso Tiputini, que está fuera del parque, pero que es parte de la zona conservada, ocupará 5 hectáreas, incluyendo 1,7 hectáreas para un muelle pequeño en el río Tiputini.


Las obras necesitan de la construcción de una vía de acceso desde un muelle, que estará ubicado en la zona de Chiruisla, en la orilla del río Napo, hasta las plataformas, y requerirán cortes de vegetación y movimientos de tierras.


Los taladros de perforación dispondrán de tres generadores de 1.365 kilovatios cada uno. “El ruido que provoquen estos equipos incidirán directamente en la fauna que habita el parque”, advierte el informe. Agrega que el sistema de lodo (aguas contaminantes, productos de la extracción del petróleo) será tratado y dispuesto en zonas de amortiguamiento bajo el mecanismo de piscinas que serán monitoreadas para verificar su funcionamiento.


El crudo de Tambococha, que está en el interior del parque, se recolectará en un ducto (que incluirá una línea para el cable de fibra óptica y otro de transmisión de energía eléctrica) y “en el camino se incorporará la producción de la plataforma Tiputini que llevará el fluido a la central de bombeo”.

Los mayores volúmenes de producción del ITT estarían de aquí a cinco años. El eje Tiputini Tambococha está previsto para dos años. 

Las previsiones de producción son de 20 a 25 años. 
Petroamazonas implementará nuevas tecnologías, como la recuperación secundaria, para extender el horizonte petrolero del área.


Entre Tambococha y Tiputini se construirá un cruce subfluvial que el estudio recomienda sea por debajo del lecho del río, mediante el sistema de perforación horizontal. Además, se instalarán en las riberas dos válvulas automáticas. Las obras se complementarán con un taladro que utilizará 1,5 hectáreas de terreno.
Para la carretera de acceso, el estudio sugiere abrir una franja de 30 metros como derecho de vía. El área de selva que se verá afectada representa un 0,0017% del total del parque Yasuní; es decir, toda la actividad extractiva ocupará un total de 16,8 hectáreas de la reserva.

En breve 

Predicción. Se afirma que el Yasuní mantendrá sus condiciones de bosques húmedos, a pesar que el clima cambie. 

Deforestación. El Parque Nacional Yasuní ha sido objeto de la explotación forestal, inclusive,  en el área intangible. 

DineroEl presidente Correa asegura que la explotación del proyecto dará ingresos de 18 mil millones de dólares. 

 PerforaciónLa Texaco deforestaba hasta 5 hectáreas para la construcción de una
plataforma de perforación.


La Texaco, que operó en Ecuador durante más de 22 años, deforestaba hasta 5 hectáreas para la construcción de tan solo una plataforma.

El Parque Nacional Yasuní

El Parque Nacional Yasuní se extiende sobre un área de 9.820 kilómetros cuadrados en las provincias de Pastaza y Orellana, entre el río Napo y el río Curaray, en plena cuenca amazónica, a unos 250 kilómetros al sureste de Quito, la región de mayor biodiversidad del mundo.



Fundamentalmente selvático, el Yasuní fue designado por la Unesco en 1989 como una reserva de la biosfera y es parte del territorio donde se encuentra ubicado el pueblo Huaorani, dos fracciones huao, así como los grupos no contactados de Tagaeri y Taromenane.


El 20 de noviembre 1979 se declaró al Yasuní como Parque Nacional por su riqueza natural. En 1989 entra a formar parte de la Reserva Mundial de Biosfera, dentro del programa del Hombre y de la Biosfera de la Unesco. De hecho, su manejo debe sujetarse a las estrategias de Sevilla, dictadas en la Conferencia de Expertos en España en marzo de 1995.


En 1999, una parte del parque fue declarada como Zona Intangible, la misma que se delimitó en 2006. Todas estas categorías tienen como objetivo proteger y preservar innumerables especies animales y vegetales en peligro de extinción.

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