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Tomas Göte Tranströmer (1931-2015)

Tomas Göte Tranströmer (1931-2015)
06 de abril de 2015 - 00:00 - Redacción cartóNPiedra

En el año 2011, cuando la Academia Sueca anunció el nombre del ganador del Premio Nobel de Literatura de ese año, la sorpresa fue general. Muy pocos, por lo menos en Latinoamérica, habían leído al poeta sueco Tomas Tranströmer. El traductor más conocido de su obra es el uruguayo Roberto Mascaró. Un año antes de que Tanströmer accediera al Nobel, la editorial  Nórdica de España había publicado El cielo a medio hacer, una compilación de 13 libros del sueco, traducidos, por supuesto, por Mascaró. Pero aun así, las ediciones de estas traducciones no llegaban mucho a nuestro continente, mucho menos a nuestro país.

Y la sorpresa del Nobel no solo se dio porque el poeta fuera sueco —falsas acusaciones de chovinismo se dieron—, sino porque, precisamente, el premiado escribía poesía.

Pocos conocían a Tranströmer, pero hoy, muchos, muchísimos lo recuerdan.

Tomas Göte Tranströmer nació en Estocolmo, el 15 de abril de 1931. El pasado 26 de marzo, el poeta sueco falleció, a los 83 años de edad. Si bien en 1990 sufrió un derrame cerebral que lo dejó con una limitada movilidad, siguió escribiendo. Eso hizo siempre: vivir y escribir, tal como interpretaba él su mundo, el de los otros, el mundo sensible.

A los 24 años publicó su primer libro de poesía, 17 poemas (1954), desde el que abordó el género con una especie de surrealismo. A esa obra se siguieron Secretos en el camino (1958), El cielo a medio hacer (1962), Tañidos y huellas (1966), Visión nocturna (1970), Senderos (1973), Bálticos (1974), La barrera de la verdad (1978), La Plaza salvaje (1983), Para vivos y muertos (1989), Góndola fúnebre (1996), Haikus y otros poemas (2003), Visión de la memoria (1996).

La estética de Tranströmer, desde el punto de vista de la brevedad, y que trata, como motivos poéticos la fugacidad conjugada con las imágenes de la naturaleza, logra una expresión plena gracias a la estructura de los haikus:

4

Un soplo duro

atraviesa la casa:

son los demonios.

5

Pinos rajados

en el mismo pantano.

Siempre y siempre.

6

Bosque asombroso:

Dios sin dinero vive.

Claras murallas.

7

Blanca y negra,

terca urraca, en zigzag

va por el campo.

10

Sol de noviembre...

Mi sombra nada, enorme:

se hace espejismo.

11

Me ve la muerte:

problema de ajedrez.

Ya lo ha resuelto.

25

Zumba la lluvia.

Yo susurro un secreto

para entrar allí.

26

Escena de andén.

Qué extraña esta quietud:

la voz interna.

28

El silencio gris.

Pasa, azul, el gigante.

La brisa del mar.

Estas versiones al español son de Roberto Mascaró y en ellas se aprecia no solo el estilo del autor, sino la esencial de haiku. Los haikús de Tranströmer, sin embargo, las creaciones de Tranströmer no siempre se ajustaban al motivo de la naturaleza, sino que apuntaban también a la cotidianidad del hombre, no importaba en qué escenario se desenvolviera.

Esta perspectiva que intenta condensar y expresar a través de la poesía, Tranströmer se la debía al intenso contacto que tuvo con el mundo. De niño creció junto a su madre, en un barrio obrero de Estocolmo, y cuando creció, gracias a su profesión de sicólogo, estuvo en contacto con reclusos en proceso de rehabilitación.

Quizá ese mismo proceso era el que el poeta trataba de implementar en su poesía: una rehabilitación de los sentidos, del hombre, frente a su entorno, para redescubrir ciertos significados del mundo que consideramos común y conocido.

Foto: Bernardo Pérez. Imagen tomada de la web http://cultura.elpais.com/cultura/2012/10/18/actualidad/1350582661_812603.html

En 1993 se publicó una pequeña autobiografía titulada Visión de la memoria. En esta obra, escrita con la misma maestría y sencillez que manejaba en su obra poética, Tomas Tranströmer trató de explicar su percepción de sí mismo, unida su existencia al ejercicio de la poesía: “Mi vida. Cuando pienso estas palabras veo frente a mí un rayo de luz. En una aproximación mayor, el rayo de luz tiene la forma de un cometa, con cabeza y cola. La extremidad más intensa, la cabeza, es la infancia y los años de crecimiento. El núcleo, su parte más densa, es la más temprana infancia, en la que los rasgos más importantes de nuestras vidas se definen”.

Esa infancia, esa curiosidad al observar el mundo, fue la que definió su poesía, la obra que nos legó.

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