Roberto Arlt inventó algo parecido a una media nylon. Una de las ambiciones del escritor argentino era volverse rico. Esta contradicción, en el caso de quien a todas luces parecía un anti-burgués (Roberto fue cuentista, novelista, periodista, dramaturgo e inventor), tiene que ver con la ambición como uno de los más importantes rasgos de su arte y de su vida. El autor nacido en 1900 quería ir más allá de las contenciones de su origen –una familia de inmigrantes pobres–, buscaba trascender, demostrar que él, con su inteligencia y con su tenacidad, podía ir más allá. La reescritura de lo real –o su intento– fue su verdadero oficio. Arlt alguna vez pensó en cambiar el mundo y se encontró con el lenguaje. En su novela El juguete rabioso –publicada cuando tenía 26 años–, apuesta por una representación no realista de la vida. Así emplaza el deseo de transgresión de su protagonista, el joven y talentoso Silvio Astier, quien ha sido entendido como una proyección de sus años de juventud pues quiere ser inventor, autor, ladrón o cualquier cosa que le permita probarse a sí mismo e ir más allá de lo convencional. Si Arlt desea que la vida copie a la literatura, lo hace para denunciar –y no en un sentido propositivo1 sino más bien crítico y hasta cínico– lo que la vida citadina y la existencia en general guardan de mediocre, injusto e insuficiente. Al igual que el autor de la obra, la dificultad económica no es la única limitación a la que debe enfrentarse Astier, personaje obligado a trabajar en una librería y, más tarde en la novela como corredor de papel, para poder sobrevivir. Es importante, en el orden simbólico que va desplegando Arlt, este paso del papel escrito y ajeno de la librería al papel en blanco –también ajeno– destinado a lo que puede entenderse como infierno urbano, a la circulación constante en un espacio sometido al azar. A cada capítulo de la novela corresponde uno o varios intentos por cumplir alguna de las aspiraciones del protagonista. Silvio no admite contentarse con los convencionalismos de la vida burguesa como, por ejemplo, la monotonía laboral. Así, la narración (que guarda ciertos elementos de la literatura picaresca, y que revela en la escritura de Arlt la convivencia de varios tipos de modelos culturales) se dispara en un constante ir hacia adelante, como la existencia de Silvio, a partir del enfrentamiento y las fricciones entre personaje y mundo. Uno de los problemas más importantes para Arlt, fue el de su formación marginal. Al contrario de los escritores de la élite –como Jorge Luis Borges, por ejemplo–, el argentino se formó devorando todo tipo de textos (por eso la coexistencia de distintas formas culturales en sus escritos: baja y alta cultura). Leyó muchas de las obras maestras de la literatura en ediciones baratas y mal traducidas y consumió folletines, textos científicos, manuales ideológicos y ocultismo. De ahí que una de sus primeras producciones se titule: Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires. Ante la violencia de la exclusión, Arlt respondió con la violencia de la voracidad y la ambición. La idea de “ir hacia adelante” en El juguete rabioso no significa progreso, por el contrario, se relaciona con la progresión de la violencia que atraviesa el texto. El devenir de Silvio es un devenir que va del desprecio al mundo hacia la violencia ejercida contra uno mismo y que se encarna en su frustrado intento de suicidio en el tercer capítulo titulado ‘El juguete rabioso’ y, finalmente, en la traición al Rengo, compañero de su último robo. Esta traición es justificada en el fuero interno de Silvio como una forma de vivir un sufrimiento que, con cierto aire de Crimen y castigo (novela de Dostoievski), le permitirá experimentar una suerte de estado de gracia: “…y seré hermoso como Judas Iscariote. Toda la vida llevaré una pena… una pena”. Frente a ese querer ir más allá, la realidad se presenta como una materia resistente a la reescritura. Silvio –quizá como quiso el propio Arlt– quiere reescribir su vida desde el desafío y en primera persona, desea hacer de la realidad una materia maleable, reinventable, sujeta a la posibilidad de la transgresión. Esta voluntad puede entenderse como el efecto que se produce ante la imposibilidad de llevar una vida excepcional (en la novela se menciona al ladrón Rocambole, al poeta Baudelaire, al inventor Edison e incluso al emperador Napoleón como figuras modélicas para el protagonista). Silvio confiesa sus ambiciones y se dice: “Lo que yo quiero es ser admirado de los demás, elogiado de los demás. ¡Qué me importa ser un perdulario! Eso no me importa… Pero esta vida mediocre… Ser olvidado cuando muera, esto sí que es horrible.” El juguete rabioso, por lo tanto, puede leerse como una novela de la ensoñación (cuando no de la satisfacción) en el mal. Esto se puede percibir a partir de una de las reflexiones con las que Silvio Astier inicia la novela: “Entonces yo soñaba con ser bandido y estrangular corregidores libidinosos; enderezaría entuertos, protegería a las viudas y me amarían singulares doncellas.” Este tipo de aventuras folletinescas llenan –o pretender llenar, pues terminan en frustración– las páginas de Los ladrones, el primer capítulo de la novela. El protagonista, en palabras de Masotta, “condenado por su condición social a una vida vulgar y al anonimato, sueña con la vida aventurera, la eternidad o la fama. Y cuando inventa su pequeño cañón se sacude de “alegría” al comprobar que el artefacto estaba capacitado para matar.” No obstante, Silvio Astier no puede ser un vagabundo en busca de heroísmo como, por ejemplo, Don Quijote de La Mancha. Tampoco puede ser un criminal dedicado al mal a tiempo completo, su madre lo obliga a trabajar. El siguiente capítulo, Los trabajos y los días, presenta un nuevo fracaso: el intento de incendiar la librería de don Gaetano, el empleador de Astier. La posibilidad de la reescritura vital implicaría hacer lo imposible: quemar el cúmulo de papeles que pueden entenderse como el Archivo sobre el que escribe González Echevarría, esa ficción del poder letrado que se legitima a sí misma como verdad y condiciona tanto la realidad como la realidad de la escritura. La traición a dicha tradición implicaría la posibilidad de la reescritura, del plagio con sangre propia(7). Una estrategia de escritura particularmente arltiana. Silvio tampoco puede ejercer su ingenio inventivo –esa otra forma de la reescritura a partir de la materia– como parte de la Escuela Militar de Aviación en la que intenta entrar a trabajar. Las palabras del teniente coronel a su mando son enfáticas: “Su puesto está en una escuela industrial. Aquí no necesitamos personas inteligentes, sino brutos para el trabajo.” La frustración y la tristeza lo conducen a un infructuoso intento de suicidio del cual despierta cerca de su madre. Ese movimiento melodramático de la trama muestra una vez más que Silvio es una suerte de víctima de las circunstancias vitales. De esta manera, la voluntad no realista de la escritura arltiana abre paso a la traición como núcleo del último capítulo de la novela, Judas Iscariote. La traición canallesca lleva al extremo de sus consecuencias al ilegalismo bandolero de los capítulos precedentes. Si se puede robar y ejercer violencia contra otra esfera social, es posible traicionar al cómplice ya que lo que importa es el fin, no los medios. Una vez más se lee en este acontecimiento un elemento que atraviesa la novela, el sentimiento de superioridad que invade al personaje principal cada vez que logra quebrantar la ley. En este caso, la falta a su propia palabra implica también una traición a sí mismo. Silvio la racionaliza, como escribí más arriba, valorando el hecho como una suerte de autosacrificio y de posibilidad de escudriñar su interioridad por medio del dolor. La opción de una nueva vida que se le abre a Silvio al obedecer la moral burguesa y denunciar a su cómplice cuando iba a realizar un crimen, sin embargo, no implica su conformidad con los valores establecidos sino, una vez más, el deseo de Astier por ir más allá, por no dejarse atrapar por ningún tipo de contenciones. Sin embargo, como reflexiona Pezzoni, los personajes de Arlt pueden cambiar sus roles vitales pero no son capaces de pensar el cambio social. Si bien Silvio conserva su vida luego de su intento de suicidio, esta traición parece inscribir una nueva dirección a su existencia. Silvio no solo es Judas para el Rengo sino también para su propia visión desencantada del mundo laboral y la sociedad burguesa. En definitiva, la impugnación angustiosa de la norma planteada por Arlt, a través del transcurso vital de Silvio Astier, ficcionaliza una postura estética y social enfrentada a la pregunta por la posibilidad de la trascendencia individual en medio de las contenciones impuestas por la realidad. Los saberes marginales encarnados por el protagonista –saberes que también pueden entenderse como reescritura vital o reescritura del Archivo (fantasía, ingenio técnico, crimen)– apuestan por la transgresión. No obstante, la imposición de las relaciones de poder instituidas a través de saberes y poderes hegemónicos y, por lo tanto, excluyentes, llevan al sujeto hacia una suerte de fatalidad: la violencia vertida contra sí mismo y la afirmación existencial en términos de egoísmo y autoindulgencia. Es decir, en la profunda y muy crítica reflexión de Arlt, el ejercicio de esta suerte de contrapoder termina por convertirse en otra forma de poder incapaz de no ser excluyente, injusta y afirmada en una legitimación finalmente arbitraria y, por lo tanto, en cierta medida restituidora de la posibilidad de ejercer prerrogativas de dominio o violencia.   NOTAS: 1. Según Óscar Masotta, con Arlt “ocurre algo semejante a lo que pasa con las películas de Chaplin, que con una visión del mundo estrictamente anarquista logra ejercer una influencia política positiva en el espectador. Y no es porque estética y política sigan caminos diferentes, sino más bien porque en el seno de la obra literaria lo político se transforma, cambia sus leyes propias por las leyes internas de la obra y porque para hablar de política cuando se habla de literatura es necesario, para decirlo así, poner entre paréntesis todo lo que se sabe de política para dejar que la obra hable por sí misma.” Tomado de:             Óscar Masotta, Sexo y traición en Roberto Arlt, Buenos Aires, Eterna Cadencia S.R.L., 2009, p.27. 2. Roberto Arlt, El juguete rabioso, Madrid, Cátedra Letras Hispánicas, 1999, p. 42. 3. Íbidem, p. 173. 4. Íbidem, p. 89. 5. Óscar Masotta, op. cit., p. 63. 6. Roberto González Echevarría, “Un claro en la selva: de Santa Mónica a Macondo”, en Mito y archivo (Una teoría de la narrativa latinoamericana), México, Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 60-65. 7. Al igual que uno de los miembros del Club de los Caballeros de la Media Noche, la sociedad del crimen que forma Astier, que plagia el dibujo de una bandera con su sangre. 8. Íbidem, p. 178.   BIBLIOGRAFÍA - Roberto Arlt, El juguete rabioso, Madrid, Cátedra Letras Hispánicas, 1999. - Roberto González Echevarría, ‘Un claro en la selva: de Santa Mónica a Macondo’, en Mito y archivo (Una teoría de la narrativa latinoamericana), México, Fondo de Cultura Económica, 1998. - Óscar Masotta, Sexo y traición en Roberto Arlt, Buenos Aires, Eterna Cadencia S.R.L., 2009.