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María Amelia Viteri y la modernidad trastocada

María Amelia Viteri y la modernidad trastocada
07 de marzo de 2016 - 00:00 - Fausto Rivera Yánez. Editor de Cultura

Cuando un grupo de académicos, activistas y artistas se juntan para armar un libro que pone en entredicho categorías que se asumen como normales, sobre todo en el campo de la sexualidad, el género y el deseo, el resultado es trascendental para entender cómo ciertos cuerpos aún viven al margen de la sociedad, oprimidos y discriminados.

Y justamente Queering Narratives of Modernity (Trastocando narrativas de la modernidad), libro que fue presentado el pasado jueves, se propone el ejercicio de revelar las zonas contradictorias y grises que plantea la modernidad sobre los cuerpos andinos que son y se devienen diferentes. María Amelia Viteri, coeditora de este trabajo junto a Manuela Lavinas Picq, habla de los propósitos y alcances del libro.

¿De dónde parte la idea de armar un trabajo que atraviesa varias disciplinas, pero que tiene su centro en el cuerpo?

Al libro preferimos llamarlo proyecto, porque lo vemos como un paraguas más grande que empieza con el Coloquio Queer realizado en 2013, y que después se nutre con el Congreso Trastocando Paradigmas, en 2014; a partir de esa conjunción que nos ha interesado hacer entre academia, arte, política pública y activismo, tratamos que cada uno de esos discursos tenga un diálogo abierto y que sean lo más horizontales posibles para, si se quiere, visibilizar que hay jerarquías entre ciertos espacios de enunciación que tienen que ver con el cuerpo.

¿Por qué tomaron lo queer como una categoría transversal?

Una de las cosas que el libro problematiza, a través de lo queer, es cómo circula el conocimiento y quién puede hablar sobre qué. Es decir, nos interesa ver qué discurso es predominante y valorado en relación con otro. Por eso en el libro jugamos con los idiomas. Si bien sabemos que hay un conocimiento académico que circula mayoritariamente en inglés, también sabemos que al inglés, así como a cualquier otro idioma, se lo puede trastocar, darle la vuelta, pensarlo desde otro lugar, y con lo queer sucede eso.

A su vez, no es un libro que resuelve grandes preguntas sobre el homonacionalismo del Estado, por ejemplo, o sobre las desigualdades y el sufrimiento de las personas LGBT y las que son leídas por fuera del canon de género, sino es un libro que te plantea más reflexiones a partir del área que te convoca: el activismo, la política pública, la academia o el arte. Nos interesa problematizar cómo funciona el ejercicio del poder, cómo se manifiesta en la desigualdad social, pero poniendo en el centro el cuerpo, el deseo, el género y las sexualidad.

Lo queer ¿cómo les ayudó a revelar esas jerarquías de poder sobre el cuerpo?

Los estudios queer te abren nuevas preguntas sobre cómo funciona el deseo, el cuerpo del deseo y, sobre todo, cómo ese cuerpo no calza en cánones y matrices culturales convencionales alrededor del género y las sexualidades. Pero también está relacionado —lo queer— con la institucionalidad del Estado, con el acceso diferencial a salud, educación, uso del espacio, recursos públicos, con la familia, la espiritualidad y la religión.

Es tratar de sacar temas como el género y las sexualidades del ‘armario’, que a su vez han tenido una menor importancia que otros asuntos en la sociedad, como el económico. Lo que el libro trae al centro es que el deseo, el género y las sexualidades están directamente concatenados con la desigualdad social, incluyendo la económica.

¿Cómo resignifican lo queer, siendo esta una categoría de análisis que no es propia de nuestro territorio?

Hay que precisar que no es lo mismo hablar de los estudios queer desde el Quito andino, que hablarlo desde el norte, ya sea este mexicano, estadounidense o canadiense. Una de las primeras premisas del trabajo era localizar el conocimiento en este territorio andino y, desde allí, mirar cómo se gestan formas de sexualidades no dominantes, formas de entender el deseo, independientemente de si estas están conceptualizadas o no. También queríamos tener una mirada crítica sobre esas formas institucionales de precarizar aquellos cuerpos que, culturalmente, salen de un canon hetero y normado.

¿Cuáles son las instituciones que más ejercen esa precarización de los cuerpos?

No los pondría en niveles, es decir, no pondría primero al Estado y luego a la Iglesia, porque cada una de las instituciones opera de manera eslabonada, se alimenta la una de la otra y así. Sin embargo sí considero que, por ejemplo, la familia, en América Latina, tiene un rol muy particular de institucionalizar cierta forma de ser hombre y ser mujer, de ser masculino y ser femenino. Y el rol de la familia no es menor al rol de los Estados, de los medios de comunicación, de la educación, porque convergen esos discursos. Pero creo que puede haber un impacto mucho más negativo con las familias y eso lo vemos, por ejemplo, con las clínicas de deshomosexualización, que no hay en otros países. Puede tomar formas perversas esa institucionalización familiar contra las personas que no calzan en los cánones y esto se complejiza con discursos religiosos, católicos, pero conservadores, porque también hay liberales.

¿Cómo el arte les ayudó en esta reflexión?

Decidimos hacer una suerte de libro catálogo con los principales artistas que presentamos en el Congreso Trastocando Paradigmas, por eso encontrarás una entrevista con León Sierra desde la dramaturgia, con Eduardo Carrera desde el arte que él propone y con todas esas voces de artistas locales combinadas con la de la fotógrafa sudafricana Zanele Muholi, o la de Carlos Motta. Y todo eso atado a textos como el de Diego Falconí desde la literatura y los estudios jurídicos. Ellos empiezan a poner el acento en lo andino sin esencializar. Ninguno de los artistas y autores pretendemos decir que lo andino es una receta, sino que al tiempo que estamos localizando la mirada en lo andino, estamos trastocando lo que se ha entendido como andino.

¿Y cómo ha sido ese entendimiento convencional de lo andino?

Algo que escribe con mucha fuerza Diego, entre otros artistas y autores, es que lo andino, lo ecuatoriano con el trabajo de Hugo Benavides y los enchaquirados, por ejemplo, ha estado desprovisto de una sexualidad diversa en términos sexo-genéricos. Comúnmente el Estado nación, como lo muestra Hugo en la Costa, le dio la espalda a esos conocimientos precoloniales que te hablaban de un pasado de sexualidades diversas, en donde estas no solamente eran sagradas —sin romantizarlas— y tenían un lugar económico, político y social importante, sino que eran prestigiosas. El libro es una excusa para volver a preguntarnos cómo lo andino se ha construido a espaldas de las diversidades sexo-genéricas, y después pensar en lo andino desde el deseo, el cuerpo y desde escritos de autores como Pablo Palacio, por nombrar a alguien muy conocido.

¿Cómo aportó al debate de lo andino y lo queer el hecho de que tengan autores de diferentes lugares del mundo?

En el libro tenemos no menos de 10 autores de diferentes nacionalidades, países. Entonces, tienes una plétora de sentidos comunes nacionales que se enlazan con los conocimientos globales. Eso se lo puede ver en el libro con Momin Raham, que es un académico del Medio Oriente; también se evidencia en un texto combinado entre una indígena amazónica brasileña, Josi Tikutina, y Manuela Picq, quienes hablan de homoafectividad y confrontan esas ideas que una reivindicación gay es moderna, cuando lo que te muestran las 2 es que las reivindicaciones gais en ese lugar de la Amazonía que analizan vienen sucediendo desde hace más de 10 años, antes de que el discurso moderno, el desfile gay, haya llegado a esa población.

Y en cuanto a la modernidad, ¿cómo trastoca este libro sus múltiples sentidos?

Trastocar la modernidad es mirar atentamente cómo hay discursos modernos que se están apropiando, por ejemplo, de ciertas estéticas de cuerpos, como el caso de Laverne Cox, quien es la primera mujer afroamericana y trans en una portada del Times, o Caitlyn Jenner, quien salió en Vanity Fair. Las dos tienen una estética hiperfemenina y normada, y una de las preguntas que nos hacemos los estudiosos del tema es que si Jenner, por ejemplo, no fuese este personaje aclamado, este atleta famoso, perteneciente a los Kardashian, tan popular, hubiera tenido tanta aceptación de su público. Nos preguntamos cómo la modernidad toma unos causes asimilacionistas que forman estéticas de normalización del cuerpo y, a la vez, reivindican derechos. También pienso en el anterior alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, quien creó folletos de una Bogotá superamigable para las comunidades LGBT mientras los índices de violencia y asesinato, sobre todo de las personas trans en Bogotá, es brutal. Nos preguntamos cómo hay Estados de avanzada en términos de género y sexualidades que no siempre traducen su política pública en reales cambios del imaginario cultural homo/ lesbo/ transfóbico y que además podrían generar un tipo de asimilación a una nueva heteronormatividad.

¿Crees que estos gestos de Caitlyn Jenner refuerzan estereotipos de lo femenino o sucede lo contrario, los confronta?

Esa es una de las maravillosas posibilidades de la modernidad, que a la par que reifica un modelo te confronta con ese mismo modelo, y el libro lo que te muestra es cómo estar atentos a esa interseccionalidad, a esos matices grises que, a veces, no se ven. En lugar de decir que algo es una cosa u otra, es no perder de vista que no solo es una reivindicación de derechos sino que esa reivindicación, como el género en la cédula, es un proyecto de larga data, que puede ser un modelo de derecho alternativo feminista como lo propone Elizabeth Vásquez, su impulsora. Pero claro, si comparas el caso de Argentina y Ecuador, con una mirada crítica desde los estudios queer, acá no puedes aún cambiar tu sexo por tu género, y aun cuando lo cambies el sexo quedaría en los registros de nacimiento, en el registro civil, mientras que en Argentina puedes cambiar todo, desde tu partida de nacimiento hasta tu cédula. En Dinamarca también pasa lo mismo que en Argentina, me parece que son los 2 únicos países que tienen una Constitución y una política pública que realmente confronta, si quieres, lo binario.

¿Cómo miras este fenómeno cultural en que personas de la cultura pop, como Beyoncé, se apropian del feminismo?

Me parece importantísimo, porque si ahora los medios de comunicación y las redes sociales dictaminan los imaginarios más que cualquier otra institución, entonces, necesitas de estas ‘ídolas’ de la cultura pop, que dejen precedentes como lo está haciendo Lady Gaga con su último video sobre el abuso sexual y lo que hizo en los Óscar respaldada por el vicepresidente de los Estados Unidos. Creo que es el momento para que este tipo de artistas pop nos ayuden a confrontar estereotipos y, a su vez, eviten reificar estereotipos de género violentos, y más bien permitan, desde su influencia, que es brutal, mundial, cambiar formas de entender el género, el cuerpo, las sexualidades, es decir, crear nuevos feminismos, nuevas formas de entenderte feminista. Estas ‘ídolas’ de tantos jóvenes y adultos cambian la idea de la presentación de género de una persona feminista y eso me parece valioso. Ya lo hacen acá Elizabeth Vásquez y Ana Almeida con la Marcha de las Putas. Me parece importante que el significante del feminismo cambie completamente y si estas mujeres de la cultura pop nos ayudan, gracias mil.

¿Qué desmitifica el libro sobre la modernidad?

El libro abre con un debate, una conversación de por qué pensar en las modernidades queer, cuir o cuyr por ejemplo, con esta idea de no nacionalizar lo queer pero sí localizarlo. El dar la vuelta a la modernidad implica salir de ese entrampado en donde supuestamente la modernidad te traía progreso, derechos absolutos, una voz fuerte, la posibilidad de reinventarte. Pero cuando vemos que si bien a ciertas personas trajo esas posibilidades, a una gran mayoría le trajo más limitantes o una idea fantasiosa de la posibilidad de escoger tu sexualidad, tu presentación de género. También cuestiona cómo se entiende la diversidad.

¿En qué sentido?

La diversidad como colapsada con discursos multiculturalistas, que en lugar de mirar cómo las diferencias sexuales y de género están eslabonadas con las étnicas, migrantes, y otras, te colapsa, o te transversaliza con estadística como la de más mujeres en puestos de poder, que realmente no cambian la estructura desigual de género. Al cuestionar la diversidad cuestionas políticas de inclusión social que pueden ser híperpaternalistas, a pesar de que tengan buenas intenciones de incluir a un sector de la población que ha sido marginado, pero esa política viene a ser un remiendo que no empuja al resto de la población a respetar.

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