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Leonardo Faccio, la normalidad de lo exótico

Juan Pedro Chuet Misse
Juan Pedro Chuet Misse
04 de mayo de 2015 - 00:00 - Xavier Gómez Muñoz, Periodista

A Leonardo Faccio se le conoce por las imágenes que suscitan sus crónicas o por lo que dicen sus fotografías. Palabra e imagen; periodista o fotógrafo. Como siempre, el todo es más que la suma de las partes. Leonardo nació en Buenos Aires, creció en la Patagonia, vive en Barcelona y es editor asociado de la revista peruana Etiqueta Negra. Ha publicado en varios medios de Europa y América Latina. Ganó fama por una entrevista de quince minutos al astro del Fútbol Club Barcelona, de la que surgió un perfil extraordinario y luego, por supuesto, un libro: Messi: El chico que siempre llegaba tarde [Y hoy es el primero]. Ha escrito sobre temas dispersos: beisbolistas en el Sahara, templos eróticos en Delhi, pandillas latinas en España, el alquiler del cuerpo para la ciencia (haciendo él mismo de conejillo de Indias). Se confiesa malo con la pelota. Es profesor universitario. Por el momento, le quita únicamente el sueño su última crónica.

 

En periodismo se habla de la importancia de la mirada con que se trabajan los temas. Al ser fotógrafo y periodista, ¿cómo influye la imagen en sus textos, y viceversa?

 

Supongo que soy un fotógrafo que escribe. Siempre hago fotos cuando reporteo y organizo el texto en escenas. Es una forma de visualizar la historia. Necesito ver y, si es posible, fotografiar lo que voy a contar. En ese sentido, pienso como un reportero gráfico o un director de cine. Esto puede ser un problema o una ayuda, porque la presencia de una cámara siempre intimida. Pero también puede facilitar las relaciones con la gente: la foto como regalo permite practicar la reciprocidad.

 

En su caso, ¿de dónde viene esa mirada que requiere el periodismo narrativo?

 

Suelo elegir temas que desconozco por completo. Debe motivarme, creo, la incomodidad que supone ser extranjero. Uno se deja llevar y luego intenta hacer algo con ello. En mi caso siempre me he dejado influenciar por etnógrafos que admiro y procuro imponerme una metodología de trabajo cuando me relaciono con lo exótico: intento normalizar lo extraordinario y distinguir lo asombroso que encierra lo cotidiano. Creo que ese es un buen ejercicio, cuando la intención es comprender.

 

En estos tiempos de información gratuita, supremacía de la imagen e informaciones de 140 letras, ¿cuál es el rol del periodismo narrativo?

 

El dilema es qué hacer con el flujo de datos que nos atraviesa cada día. ¿Cómo ensamblar esas piezas sueltas? El periodismo nos da la posibilidad de encontrarle una lógica al rompecabezas. Se trata de convertir la información en conocimiento.

 

En los talleres y clases de periodismo que imparte, ¿qué es lo más importante que deben aprender sus alumnos?

 

El buen periodismo depende de muchas acciones que deben darse al unísono. Todos sabemos que hay que ser honesto, preciso y exhaustivo en el reporteo. Pero hay un ejercicio que llega a la hora de escribir que a veces pasamos por alto: hacer que la historia en la que trabajamos, que es tan importante para nosotros, sea también importante para todo el mundo. Deberíamos saber distinguir una historia universal en nuestro reportaje local, y ponerla sobre relieve. Creo que ese es un acto obligatorio de generosidad, ya que en Internet nuestro texto puede tener lectores de cualquier sitio.

 

Como lector y editor, ¿qué es lo que no se le puede perdonar a un autor?

 

El perdón es una acción de sacerdotes, acreedores piadosos y amantes. Hablemos de honestidad y de sus bemoles. A veces la verdad moral de un autor se contradice con la verdad histórica, y eso genera problemas. La honestidad es imprescindible, pero no es suficiente. Creo que los cronistas y los editores debemos exigirnos estar bien documentados.

 

La pregunta que le habrán hecho mil veces: ¿cómo alguien a quien no le gusta el fútbol escribe sobre un futbolista?

 

Es cierto. Soy malo con la pelota y no suelo ver fútbol por TV. Sin embargo me gusta ir a la cancha. Disfruto del ritual de esa intimidad colectiva. Digamos que me interesa el proceso en que el fútbol trasciende lo puramente deportivo. De Messi quería conocer la intimidad que sustenta su condición de héroe: esa capacidad que tiene para dominar el estado de ánimo de millones de personas. La pregunta esencial del libro es ¿cómo se divierte un genio del fútbol sin balón? El resto lo vemos dos veces por semana, cuando Messi sale al campo.

 

¿Qué piensa sobre el prejuicio de que a los intelectuales no les gustan los deportes y peor aún escribir sobre ellos?

 

Los deportes siempre ocuparon un sitio en el debate ideológico. Una prueba es Homo Ludens, el libro del filósofo holandés Johan Huizinga, publicado en 1938. En los años setenta al fútbol se lo podía ver como una distracción considerada “opio del pueblo”. La pasión futbolera, según los intelectuales de izquierdas, podía anestesiar a la razón. Pero los tiempos han cambiado. Hoy el fútbol ha sido resignificado y sus dinámicas suelen servir para comprender nuestras dinámicas sociales. Jorge Valdano escribe libros de autoayuda inspirados en el fútbol y Juan Villoro publica maravillas como Dios es redondo.

 

Desde 2011, cuando publicó la biografía de Messi, ¿ha ocurrido algo que merezca una actualización de su libro?

 

Sí. Actualicé el libro en 2014. Después de ganar cuatro balones de oro, Messi entró en una paradójica etapa de orfandad, y me pareció necesario escribir sobre ello antes de que comience el último Mundial. Guardiola se había ido del Barça, Tito Vilanova, su segundo entrenador de confianza, murió víctima del cáncer y su padre biológico, que también es su representante, fue el responsable del fraude al fisco por el cual Messi fue procesado. Mientras todo esto sucedía, él, que siempre fue tratado como un niño, se convertía en padre. Hoy Messi ya no es el mismo futbolista que vimos en Sudáfrica 2010, y en la ampliación del libro intento comprender las razones de ese cambio.

 

¿Qué piensa sobre la rivalidad entre Messi y Ronaldo que han atildado los medios?

 

Juan José Sebreli dice que la gran pasión de nuestro tiempo no es el fútbol, sino el telefútbol, y creo que está en lo cierto: mientras miles de personas van al estadio, millones miran fútbol por la TV. De eso se trata el fútbol global. Messi y Ronaldo compiten, sin duda, y la ambición de uno potencia la del otro. Pero en la era de la TV digital los jugadores son estrellas, y los realizadores televisivos se encargan de estereotiparlos. Así funcionan los culebrones. Hoy el fútbol es la gran telenovela global.

 

¿A quién prefiere: Messi o Ronaldo?

 

Los goles de Ronaldo me hacen pensar en la efectividad fría de la guerra moderna: misiles lanzados con precisión desde distancias imposibles. Los goles de Messi, en cambio, me recuerdan las batallas medievales en las que la gente mataba y moría mirándose a los ojos. Ambos estilos dan buenos resultados en el fútbol actual. Pero creo que Messi despliega una batería de recursos más amplia, compleja y también más apasionante, por su carácter épico, que la del portugués.

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