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De las palabras a los hechos

La perversidad del eufemismo

La perversidad del eufemismo
04 de abril de 2016 - 00:00 - María del Pilar Cobo, Correctora de textos y lexicógrafa

Eufemismo se define, según el Diccionario de la RAE, así: “Manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante”. María Moliner lo define, en cambio, como la “expresión con que se sustituye otra que se considera demasiado violenta, grosera, malsonante o proscrita por algún motivo”. Lo cierto es que nuestros actos de habla están, a menudo, llenos de eufemismos. Nos acostumbramos a no llamar algunas cosas por su nombre y proscribir expresiones por considerarlas demasiado groseras o violentas contra ciertos grupos. Expresiones, como ‘persona con discapacidad’ o ‘de la tercera edad’, que empezaron su andadura en la lengua como eufemismos, se instalaron en nuestra lengua, pues se las considera políticamente correctas.

En general, el uso de eufemismos busca maquillar la realidad, volverla más ‘tolerante’ y evitar hablar de las cosas tal como son. Los eufemismos sirven también para maquillar prejuicios: si bien el eufemismo ha reemplazado a aquella palabra ‘malsonante’ o ‘grosera’, el prejuicio sigue ahí. Si no fuera así, ¿para qué usar el eufemismo? Este tipo de expresiones ayudan a mantener oculto aquello que se teme o que no se puede ver como normal, enmascarado en un discurso de ‘tolerancia’.

Esta ‘tolerancia’ muestra también ciertos rasgos de superioridad del hablante ante la realidad. Es el hablante, y no aquello que se ‘tolera’, quien tiene derecho de nombrar las cosas, de cambiar las palabras para que no hieran o no afecten, para no sentirse culpable ante aquello que, en realidad, no tolera tal como es. El eufemismo es una manera efectiva y cruel de discriminación, que lamentablemente está muy arraigada en nuestra sociedad. Un ejemplo claro de esto es el eufemismo de ‘pobreza’. Esta palabra se usa para maquillar aquello que no se quiere cambiar, para que las víctimas continúen siéndolo. Con el eufemismo se mantiene el equilibrio perverso en el que los ‘desposeídos’ (otro eufemismo) no podrán salir de su situación porque el ‘destino’ y la sociedad así lo obligan.

Los eufemismos se usan para indicar cuál es nuestra intención al comunicarnos. Por ejemplo, supongamos que los protagonistas de nuestro enunciado son cierto grupo de periodistas. Si nuestra intención es apoyar su labor, utilizaremos eufemismos como ‘mensajeros’ o, incluso, ‘transmisores de la verdad’. Si, por el contrario, no apoyamos su labor, se los podrá llamar ‘seudoperiodistas’ o ‘mentirosos’. He usado este ejemplo de la prensa porque me parece que es uno de los más decidores en relación con el uso de eufemismos. Por ejemplo, para cambiar de protagonistas, también se suele llamar ‘matasanos’ a los médicos o ‘politiqueros’ a quienes practican una política alejada de aquella que gobierna, independientemente de su inclinación. El insulto es maquillado por palabras rimbombantes para demostrar la inteligencia del insultador en relación con la ignorancia del insultado. Estos son solo algunos ejemplos de cómo el eufemismo nos sirve para maquillar la realidad, lamentablemente su intención se aleja del arte de la retórica (pensemos en Las Catilinarias de Montalvo, donde el eufemismo es usado de manera magistral) y se convierte en un insulto burdo, destructivo.

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