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La dimensión social de los diccionarios

La dimensión social de los diccionarios
07 de diciembre de 2015 - 00:00 - María del Pilar Cobo, Correctora de textos y lexicógrafa

El Diccionario de la Lengua Española (DLE) define a la tauromaquia como “el arte de lidiar toros”. El verbo lidiar, en su primera acepción se define como “burlar al toro esquivando sus acometidas según las reglas de la tauromaquia hasta darle muerte”. En los últimos días, sobre todo, se ha reactivado la discusión acerca del tema de la tauromaquia en Quito, donde hace algunos años fue prohibida esta práctica, al igual que todos estos ‘artes’ o ‘deportes’ en los que se matara a cualquier animal. Cuando surgen estas discusiones, se pone siempre en duda aquello de la tauromaquia como un ‘arte’. ¿De verdad puede ser un arte ver morir a un animal?

Quienes son aficionados a la tauromaquia seguro la considerarán un arte, pero quienes no lo son seguramente lo encuentran como una tortura. En este ejemplo vemos cómo un hecho puede ser definido de varias maneras, según la experiencia de cada uno o la escala ‘artística’ de cada persona o grupo. Debo confesar que nunca he sido aficionada a la tauromaquia porque no estoy de acuerdo con matar a un animal, con la crueldad de verlo desangrarse y morir en medio de gritos de satisfacción de los asistentes. Sí, yo sé que hablar de ‘crueldad’ y de ‘tortura’ ya es un juicio de valor, es dar mi propia definición de este hecho, como lo es calificar a la tauromaquia de ‘arte’, y resaltar la ‘elegancia’ y ‘valentía’ del torero.

Lo que me llama la atención es cómo quienes se encuentran tras la elaboración del diccionario asumen su postura y la reflejan en él. El hecho de definir a la tauromaquia como un arte nos muestra que detrás de esa simple definición se reivindica y se ‘eleva’ este hecho. Es verdad que las definiciones de los diccionarios registran el uso de las palabras; tratan (al menos eso creemos) de hacer a un lado sus visiones y sus creencias propias para dar la voz al usuario, a las palabras que caminan en la calle. Pero también es verdad que al definir las palabras muchas veces se ignora a una buena parte de usuarios. Parece que al definir palabras como estas se toman en cuenta más las posturas y los gustos personales que la objetividad con la que deberían definirse los términos.

Definiciones como estas me parecen colonialistas, cerradas, absurdas... Creo que muchas veces hace falta que el diccionario (y quienes tienen la ‘autoridad’ para elaborarlo) se pasee bien por la calle, que hable con la gente, que tome en cuenta los diversos puntos de vista y las diversas versiones para decidir, ahí sí, cómo define una palabra. Las definiciones deben ser cercanas, unir y no separar, servir como un argumento válido con el que se identifiquen los lectores. Y no pasa esto solo con la tauromaquia, existen en el diccionario muchas otras definiciones machistas, racistas, sexistas y xenófobas que deben revisarse. No pensemos solo en la dimensión lingüística de esta obra, pensemos también en su dimensión social. Que, como dice una canción de Joaquín Sabina, “el diccionario detenga las balas” y no solo las balas sino también las torturas, las separaciones y la ignorancia.

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