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Periodismo

Federico Bianchini, Aquella épica lucha entre el cuerpo y la mente

Portada del libro Desafiar al Cuerpo (Aguilar, 2015).
Portada del libro Desafiar al Cuerpo (Aguilar, 2015).
06 de julio de 2015 - 00:00 - Xavier Gómez Muñoz, Periodista

El cronista argentino Federico Bianchini siempre le gustaron el deporte y las letras: es un entusiasta del fútbol, el atletismo y la natación, por un lado; y lector de William Faulkner, Juan José Saer, Juan Carlos Onetti, James Patrick Donleavy y John Cheever, por otro.

Un día, mientras nadaba en un club de Buenos Aires, se cruzó con Rodolfo Fogwill. El escritor hablaba solo, Bianchini pensó que lo hacía con él. Pasó la confusión y charlaron. Así surgió la crónica con la que ganó el concurso Las Nuevas Plumas, en 2010 (Fogwill: El hombre que nada). Cuando viajó a México para recibir el premio, se encontró en el aeropuerto con el cronista Cristian Alarcón, quien dos años después -ya como director de la revista Anfibia- le pediría retratar a un jurista argentino aficionado a la natación. Aquel texto ganó el premio Don Quijote de Periodismo en 2013; hoy en día, Federico se desempeña como editor de Anfibia. Las coincidencias sobran, cuando hay tenacidad de por medio.

La actividad deportiva está presente -de nuevo- en el libro que Federico Bianchini presentó este año: Desafiar al cuerpo. Del dolor a la gloria. Su obra reúne diez historias que van más allá de lo deportivo, como la proeza de un hombre que compite en la carrera de natación más larga del mundo, un rescate en el monte Everest o una mujer que nada en las aguas de la Antártida. Son relatos que se asoman a esa estrecha rendija del pensamiento, cuando el cuerpo siente el acecho de la muerte.

¿Cómo surge la idea de reunir en un libro historias de deportistas extremos?

Recuerdo que en una charla con Nicolás Cassese, que es el director de la revista Brando, hablamos de cómo se cubren hoy en día los deportes: generalmente lo que importa es el resultado, la tabla de posiciones, los comentarios de algún deportista o entrenador cuando termina el partido, y eso es todo. Pero hay mucho que se queda afuera, sobre todo las sensaciones, el sufrimiento, lo que siente el deportista mientras se desempeña en una competencia. La idea de Desafiar al Cuerpo era mostrar eso, pero en los deportistas extremos.

¿El libro se enfoca, entonces, en la lucha interior entre la mente y el cuerpo?

Exactamente. Desafiar al cuerpo muestra a deportistas de un aliento larguísimo, cómo hacen para lograr sus proezas y qué sienten en el camino. El libro básicamente está compuesto por diez historias. Tienes el relato de un nadador que compite durante ocho horas y diecisiete minutos, un tiempo larguísimo en este puedes ver cómo va fluyendo su conciencia, la de un tipo que corre noventa kilómetros, la de una mujer que nada en la Antártida sin más protección que una malla y otros relatos de ese tipo.

¿Cómo describes algo tan íntimo como el fluir de la conciencia de alguien?

Mi idea siempre fue hacer entrevistas exhaustivas para saber lo que pasaba por la cabeza de un deportista: qué sentía, qué pensaba, qué le dolía en determinado momento.

A Damián Blaum, por ejemplo, lo entrevisté dos días antes de su competencia de natación en el río Paraná, luego lo vi antes de que inicie la carrera, y lo seguí en un botecito durante las ocho horas y dicisiete minutos que nadó. Volví a entrevistarlo cuando terminó la carrera, al día siguiente, dos días después y luego de dos semanas. Mientras lo seguía en el bote no tenía nada más que hacer que mirarlo y tomar apuntes, y algo que me llamó mucho la atención fue que cuando le pregunté después por una rama que se le había cruzado en el camino, él me contestó: ah, sí, eso fue llegando en tal lugar, yo tenía al nadador alemán adelante, al italiano atrás y me dolía el hombro. Es decir, tenía una percepción absoluta de todo lo que había sucedido durante todo ese tiempo.

Y ya después charlando con Roberto Herrscher, quien es también cronista y excombatiente de (la guerra de las) Malvinas, él me explicó que cuando el cuerpo se siente cerca de la muerte se pone en un estado de alerta total, presta completa atención a lo que está sucediendo, y por eso es que la mente recuerda todos los detalles. Eso te permite reconstruir cómo fluye la conciencia de estos deportistas durante sus competencias.

¿Por qué te enfocaste exclusivamente en atletas extremos?

Todas las historias del libro te muestran personajes se desafiaban así mismos y que al mismo tiempo coquetean con la muerte. Esa mezcla de placer y riesgo, me parece muy interesante, además de saber por qué lo hacen.

¿Y lograste responder esa pregunta?

Te pongo un ejemplo: una de las historias del libro es la de un rescatado, un gerente de banco que corre una carrera de 42 kilómetros en una montaña. En un momento, el piso se desbarranca y luego de 42 horas, en las que no sabía si lo rescatarían o no, lo salvan. Entonces, cuando le pregunto a esta persona: “y después de todo esto, ¿qué aprendiste, vas a seguir corriendo?”. Él me responde: “Sí. Voy a seguir corriendo, porque mientras corro me siento inmortal”.

Es decir, todos sabemos que vamos a morir en algún momento, pero estamos negando todo el tiempo esa posibilidad, de lo contrario sentiríamos una angustia que nos paralizaría. En el día a día de estos deportistas hay muchísima más negación a la muerte, porque son personas que están más expuestas.

¿Por qué es importante contar el deporte desde el ámbito del periodismo narrativo?

Porque el deporte está contado de una manera sucinta, demasiado breve. O no está contado, tal vez está simplemente enunciado.

O sea, cuando vas a la cancha a ver un partido, estás ahí los noventa minutos, ves a la gente, sientes el ambiente, te emocionas, y al otro día ves en el diario un cuadrito en el que dice que en tal minuto se expulsó a un jugador, que después hubo un gol, por ahí un relato corto de la jugada más importante, la declaración de algún técnico o un futbolista y las implicaciones del resultado. Pero el deporte es mucho más. Una nota contada de esa manera no refleja lo que se vivió en la cancha, ni lo que vivió la gente ni los jugadores.

Mi idea era poder llenar, a través del periodismo y las herramientas de la literatura, esos huequitos que los diarios dejan de lado.

Considerando que escribes desde un país futbolero, ¿no pensaste en incluir alguna historia que se relacione de algún modo con el fútbol?

Tenía ganas de escribir sobre fútbol, incluso estuve persiguiendo, en las eliminatorias del mundial pasado, a un par de jugadores para hacerles entrevistas. Hacer el perfil de un futbolista es algo que tengo pendiente, pero en este caso el registro era otro.

Lo que sí hice es darle un contrapunto al libro con la historia de un rescatista, en la que se ve las implicaciones que pueden tener estos deportes. Y el epílogo es una especie de crónica sobre el entrenamiento mental, que es otro ámbito muy poco tratado en el periodismo.

¿Cómo abordas aquello del entrenamiento mental?

Los deportistas de élite no suelen hablar mucho sobre eso, pero así como entrenan el cuerpo se concentran también en la mente.

Uno de los entrenadores de yoging del Comité Olímpico Argentino me decía, por ejemplo, que reunía a los deportistas, les hacía sentar en una alfombra y les pedía que se imaginen navegando en un río, en un día hermoso, hasta que, de pronto, llega una tormenta y se generan unas olas tremendas. Ellos debían resolver esa situación en su mente, mientras él los veía sentados en el piso, con los ojos cerrados y transpirando, porque de alguna manera la mente hacía que ellos estén en el río.

Con la visualización se prepara a los deportistas para que cuando estén en una competencia no haya sorpresas, porque si sucede lo mismo o algo parecido ellos ya saben cómo reaccionar y de esa manera pueden ganar tiempo. Y bueno, ya sabemos que el tiempo es fundamental en el deporte.

¿Qué elementos debe reunir una historia para que decidas invertirle tiempo a la investigación y escritura?    

Básicamente, la historia me tiene que intrigar. Puede ser que tenga curiosidad en una persona o tal vez en cómo hace algo, en cómo piensa. O también puede ser un lugar. El año pasado, por darte un ejemplo, estuve un mes en una base científico-militar en la Antártida y lo que me interesaba eran tres cosas: por un lado el paisaje, pero también esa condición casi mágica de lejanía, más conceptual que geográfica, sin duda, y la gente que decide pasar ahí tanto tiempo, en un lugar tan inhóspito y extremo.

Cuando edito es distinto. Hay veces que un tema no me atrapa desde el inicio o no lo conozco demasiado, pero creo que una forma de darse cuenta si una crónica es buena, es cuando aun así logra captar tu atención, te agarra y la terminas leyendo con gran interés hasta que llega el punto final. Esa es una definición de Martín Caparrós.

El periodismo deportivo es, sobre todo, un espacio para los ganadores, pero en la literatura hay también un lugar para los que pierden. ¿Hay algo de eso en Desafiar el cuerpo?

No sé si los personajes de mi libro son derrotados, yo más bien creo que todo el tiempo están tratando de no serlo y en ese camino hacen cosas imposibles para demostrarse que no lo son.

O sea, hay bastante de lucha y tenacidad en el libro, que son elementos que generalmente no se encuentran en el derrotado, porque a fin de cuentas el derrotado no es el que pierde, sino el que deja de intentar.

Después de relacionarse tanto con un tema, siempre hay algo que le queda al que investiga. En este caso, ¿qué te dejó Desafiar el cuerpo?

Los deportes que se muestran en el libro generalmente se practican en lugares hermosos: montañas, lagos, en la Patagonia o el litoral argentino. Tuve que viajar mucho para conseguir estas historias, pero me quedó la experiencia de conocer lugares y gente interesante, que si no fuera por el periodismo tal vez no hubiese conocido.

También pude entender otras perspectivas de la vida, a través de personas que entregan tanto en situaciones que para otros quizá no tienen sentido. Pero claro que eso depende de cómo lo mires, porque puede ser que para alguien resulte una locura entrenar toda una vida para correr noventa kilómetros en condiciones extremas y, al final, recibir un premio económico muy pequeño. Aunque también se podría pensar que para ciertas personas una locura sería trabajar en una oficina todos los días de su vida, de nueve de la mañana a seis de la tarde, para comprar un mejor auto o una casa.

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Federico Bianchini (Buenos Aires, 1982) es subeditor de la revista Anfibia y redactor de diario Clarín; ha publicado crónicas en Brando, Gatopardo, Etiqueta Negra y Don Juan. Perfiló a los nadadores María Inés Mato, Damián Blaum, Matías Ola y Raúl Zaffaroni. Ha ganado los premios Nuevas Plumas y Don Quijote. Desafiar al Cuerpo es su segundo libro de no ficción

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