¿Va a sobrevivir el cine con los nuevos cambios tecnológicos? La pregunta es tan antigua como el propio cine, un arte que ya llega a su primer centenario. De hecho, hace exactamente un siglo que D. W. Griffith estrenó El nacimiento de una nación, el primer largometraje que revolucionó por completo el medio. David Wark Griffith fue el primer cineasta importante en la historia del cine, alguien que prácticamente inventó un vocabulario que todavía está en uso. Infortunadamente, si a través del mundo no se celebran los cien años de El nacimiento de una nación, es debido a su escandaloso racismo. Griffith nació en la pobreza en Kentucky, uno de los estados del sur que fue derrotado por Abraham Lincoln en la Guerra Civil por la abolición de la esclavitud. Los finqueros blancos sureños exigían el derecho a poseer esclavos. Cuando perdieron, quedaron muy resentidos por la derrota, y por tener que tratar a los afroamericanos como iguales. Así, con El nacimiento de una nación, Griffith expresó el resentimiento racista de su cultura reaccionaria, que predominaba en la sociedad norteamericana. Pero esto también dio impulso al nuevo movimiento de derechos civiles, pues los afroamericanos protestaron por la película, e incluso se llegó a prohibir su presentación en algunas ciudades. Por lo tanto, El nacimiento de una nación se constituyó en el primer ejemplo dramático de la capacidad del cine para impactar a la sociedad. También, algunas de las innovaciones de Griffith tuvieron resistencia en su tiempo, sobre todo los primeros planos. Fuera de los fantásticos espectáculos de Georges Méliès, mucho del cine de los principios del siglo XX era poco más que grabaciones literales de drama, con la cámara a la misma distancia de los actores, como el público en la sección intermedia de un teatro. Cuando Griffith introdujo el uso del primer plano de un actor, algunos productores protestaron porque estaban pagando para ver a todo el actor, no solo su rostro. El enorme éxito con el público a escala nacional en general de El nacimiento de una nación, sin embargo, eliminó todas las dudas con respecto al nuevo estilo del cineasta. Este largometraje de tres horas introdujo innovaciones, no solo del primer plano de caras, sino del cierre de puños para comunicar el estado emocional de los personajes. Su contraste entre tomas íntimas y de larga distancia influenciaron a directores rusos como Sergei Eisenstein en su desarrollo del montaje como un estilo. El estilo de cine siguió evolucionando en los años veinte, pero justo cuando el medio había producido sus más exquisitas obras maestras, como El acorazado Potemkin, de Sergei Eisenstein, y Amanecer, del alemán F. W. Murnau, se introdujo el sonido, y al inicio fue un trauma enorme para los aficionados del cine. De repente, parecía que todas las innovaciones creativas de los últimos 15 años habían desaparecido. Durante los 3 primeros años de sonido, el cine había regresado a grabaciones de teatro literales, no creativas, con una cámara estática situada a una distancia media de los actores. Esto no le importaba al público, por supuesto, porque la introducción del sonido permitió no solo diálogo, sino canciones, con musicales, el género más popular. Pero los aficionados al cine como arte estaban desesperados. Poco a poco, a medida que la tecnología mejoraba, el don visual de los años veinte fue regresando, pero ahora reforzado con sonido. Luego el color fue introducido, y una vez más hubo quejas de que el espectáculo de color disminuía la naturaleza del arte. Asimismo, fueron llegando quejas con la llegada de la pantalla ancha y luego, la 3-D. Para los esteticistas, parecía que esta nueva forma de arte se estaba muriendo. Sin embargo, en los años cincuenta, un crítico de la filosofía del cine en Francia, André Bazin, revolucionó la forma de analizar el cine, por su aceptación de innovaciones tecnológicas como parte de su naturaleza. Para Bazin, que era fenomenólogo, la esencia del cine es duplicar la realidad con la mayor precisión posible. Lo comparó con los faraones de Egipto, que hicieron todo lo posible para preservar sus cuerpos y sus vidas después de la muerte. Así, gracias a Bazin, las nuevas innovaciones no obstruyen la creatividad en el cine. Más bien, Bazin argumentó que esta proporcionaba a los directores más libertad. Sus colegas, como François Truffaut, confirmaron esta observación, señalando las nuevas obras maestras que eran posibles con pantalla ancha y color, como Lola Montes, de Max Ophuls. Ahora con Internet, tenemos nuevas innovaciones, como el cine interactivo en el que el espectador puede participar en el drama. Algunos podrían quejarse de que esto destruirá el cine como lo conocemos, pero hemos escuchado la misma predicción antes. Sin embargo, como el ave fénix, el cine, el centenario cine, siempre revive.