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El evangelio según Nick Cave

Actualizar a Dios a través de la canción de amor sigue siendo mi motivación primera como artista… Si el mundo cayera de pronto en silencio, Dios se destruiría y moriría (1).

 

Acercarse a los Evangelios desde una visión torturada con tintes eróticos y bajo el influjo de poderosos psicoactivos pareciera ser tarea propia de un místico gnóstico y no de una estrella de rock, pero Nick Cave ha basado la mayor parte de su producción narrativa en sus estudios bíblicos, tarea que durante décadas compaginó con su adicción a la heroína. Señalo que se trata de una obra narrativa, pues aunque Cave es mayormente conocido por su música, es uno de los pocos artistas que ha conseguido trascender como escritor más allá de la prosa de sus canciones. Su polifacética trayectoria abarca teatro, novela, ensayo, guiones cinematográficos y colaboraciones con directores de la talla de Win Wenderes, Martin Scorsese y John Hillcoat, entre otros.

 

Tras cinco años de silencio, acaba de salir al mercado Push the sky away, su decimoquinto álbum de estudio junto a The Bad Seeds. En este disco se aprecia a un Cave contemplativo que tiene poco que ver con la violencia y exhibicionismo que lo caracterizaron a fines de los setenta, cuando con The Birthday Party (2)  puso de rodillas a la escena musical europea. Mantiene las mismas inquietudes y —muy a su pesar— un aire siniestro, pero con el paso de los años ha desarrollado una inimitable técnica vocal, a partir de la reverberación de sus poderosas cuerdas vocales (3). Su poética también ha evolucionado, y en las letras de Push se aprecia un desdoblamiento entre el protagonista de la canción y un hipotético espectador, pero la obsesión por el aislamiento, su peculiar teología, los placeres y miserias de la carne siguen latentes en esta versión madura del gran artista australiano. 

 

Nacido en 1957, en medio de una familia de clase acomodada, rebelde desde temprana edad, durante la infancia su único interés consistía en matar conejos y sacar de quicio a sus profesores, la vida de Nicholas Edward Cave podría leerse como otra historia de redención, pero aquello implicaría obviar la profundidad de este personaje que nunca se ha visto a sí mismo como el lúgubre demiurgo que han retratado los medios de comunicación.

 

La fealdad, para mí, es la religión. Y no hablo de creer. La capacidad que tienen los seres humanos para creer me parece fascinante. Pero lo que ha salido de ahí es algo rematadamente feo(4).

 

A priori no resulta compatible el desenfreno propio del post punk con la  búsqueda espiritual, pero la traumática muerte de su padre cuando Cave tenía 19 años fue el detonante para que empezara a leer los textos sacros del cristianismo todos los días, sin importar lo drogado que se hallara. Dicho ritual se repite hasta la fecha, pero lejos de ser un monomaniaco religioso, Cave encuentra una suerte de placer erótico e intelectual que le sirve como inspiración para su oscura literatura, compuesta por postales de venganza y éxtasis, no muy distintas de las relatadas en el Antiguo Testamento. No en vano Cave afirma que El canto de Salomón es la máxima expresión de amor jamás escrita y que muchas de sus canciones más desgarradoras parten directamente de dicha obra.

 

Entre los escritos religiosos de su autoría, destaca un irreverente prólogo al Evangelio según San Marcos, en el que Cave sostiene que la narrativa del apóstol se centra de modo primario en la muerte de Cristo, pero que la Iglesia nos ofrece una visión edulcorada que niega el suplicio y su humanidad, tan bien proyectadas en el texto original de Marcos.

 

Lo divino y el eros como unidad indisoluble que requiere de un doloroso acto creativo para ser, el lenguaje devenido en esclavo de la tristeza, belleza y paz dentro de la fatalidad, tal cual señaló Federico García Lorca: “Todo lo que tiene sonidos negros tiene duende”(5), son constantes en la obra de Cave, quien también es capaz de reconocerse a sí mismo en la risa maniaca del asesino. Extrañas formas de pureza en las que estar triste es la mejor vía para llegar al autoconocimiento y la sordidez, un logro.

 

Lejos de postularse como profeta, Cave invita a una re lectura humana de la cosmogonía judeo-cristiana. Alegorías fundacionales como el nacimiento virginal y la resurrección de Jesús no tienen cabida dentro de su sistema de creencias, pero no las desprecia del todo, ya que son expresiones de la necesidad humana para creer en el absurdo, lo cual —lejos de provocar risa— es motivo de admiración para el poeta, quien tiene la lucidez necesaria para saber que los sermones de la iglesia incluyen mentiras, pero eso poco importa cuando se aprende a la verdadera fe no está relacionada con la moral o la realidad, sino más bien con la libertad y la inspiración.

 

 

NOTAS DE PIE

 

1. CAVE NICK, Cátedra sobre la canción de amor, conferencia en Atelierhaus der Akademie der bildenden Künste, Viena, 2012.

 

2.  Su primera banda, aunque el nombre original de la agrupación eraThe Boys Next Door.

 

3. Para conseguir dicho efecto, Cave sube al máximo el volumen de los micrófonos durante la grabación. Esto le permite cantar suavemente, como si lo hiciera directamente “en la cara” del oyente.

 

4. Entrevista en la revista Rock de Lux, número 315, Nick Cave: Los fantasmas de la memoria, marzo 2013.

 

5. GARCÍA LORCA, FEDERICO, Teoría y juego del duende, conferencia en la Sociedad de amigos del arte, Buenos Aires, 1933.

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