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El aleteo de la paloma de Süskind

El aleteo de la paloma de Süskind
15 de febrero de 2016 - 00:00 - Yuliana Marcillo, Poeta y editora

Lo de la paloma ocurrió en agosto de 1984, un viernes por la mañana. Lo de paloma fue un evento inesperado. La mañana corría milimétricamente como todas, sin contratiempos ni sorpresas, sin que ni un segundo alterara la rutina del anciano Jonathan Noel, de 53 años. Pero aquel día ella estaba ahí, se hallaba sentada ante su puerta, apenas a veinte centímetros del umbral, bajo el pálido reflejo de la luz matutina que entraba por la ventana. ¿Acaso era el cuervo? ¿Podría ser que se tratara del mismo espíritu endemoniado que con un solo aleteo era capaz de trastornar el equilibrio interior y sembrar confusión en el orden exterior en la vida de cualquiera?

Tenía los pies rojos y estaba acurrucada sobre las baldosas granates del pasillo, su plumaje era liso y gris. “Ningún hombre podrá vivir donde habita una paloma”, sentencia Noel, y después se pregunta: “¿Cómo se mata a tiros una paloma? ¿Con qué precisión, si anda de aquí a allá, caminando extrañamente por todo lugar? ¿Cómo?”. Enseguida se arremolina en su cabeza una masa caótica de pensamientos, conflictos entre el decir y el hacer, pues él no era un loco que comete un crimen por enajenación mental o por un odio espontáneo; y no porque semejante crimen le pareciese moralmente reprobable, sino solo porque era totalmente incapaz de expresarse, tanto con hechos como con palabras. No era un hombre activo, era un hombre pasivo. Y este animal, era la representación del caos y la anarquía; y habría de deshacerse de él, desesperadamente, con locura, con violencia, con miedo, como fuera, pues el alma de un hombre dependía de su presencia.

La paloma que pocos conocen

El éxito y la consagración llegaron para Patrick Süskind con la publicación de la novela El perfume (1985), traducida a 46 lenguas, entre ellas el latín, rápidamente convertida en un bestseller con aproximadamente 15 millones de ejemplares vendidos. Además fue un éxito cinematográfico en 2006, bajo la dirección de Tom Tykwer, después de que, tras 15 años de arduas negociaciones, Constantin Film asumiera los derechos y la financiación (unos diez millones de euros). Después de El perfume no se ha escuchado hablar más de Süskind. Y no porque sus otras novelas no tuvieran la misma calidad literaria que la primera, sino que tras el inmenso éxito internacional de su primera novela, simplemente sus trabajos posteriores como La paloma (1988), La historia del señor Sommer (1991) y Un combate (1996), fueron recibidas por el medio literario como obras menores. Tampoco para Süskind, la publicación de La paloma fue lo que esperaba, las ventas no superaron sus expectativas, y este cuento largo que narra el éxtasis de la locura más profunda y primitiva de un hombre al verse invadido por una paloma, quedó en el librero del nunca jamás, para ser leída por muy pocos, y en algunos casos solo después de pasar por El perfume.

Süskind nació el 26 de marzo de 1949 en Ambach (Starnberger See), cerca de Múnich, en Alemania. Estudió Historia Medieval y Moderna en la Universidad de Múnich y en Aix-en-Provence de 1968 a 1974, aunque nunca se graduó. Con el apoyo financiero de sus padres se trasladó a París, donde escribió relatos y algunos guiones que no fueron llevados al cine. Desde entonces se dedicó exclusivamente a la literatura, pero alejado completamente del mundo.

El ‘fantasma’ de Alemania

Las pocas imágenes que se tienen de Süskind lo muestran sin pelo, delgado y con gafas redondas de metal. En Alemania, en los círculos literarios lo conocen como ‘el fantasma’ o ‘el Salinger germano’. En la contraportada de sus libros, lacónicamente, siempre aparecen los mismos datos: “Escritor alemán nacido el 26 de marzo de 1949 en la localidad alemana de Ambasch (Baviera) e hijo del escritor expresionista Wilhelm Emanuel Süskind. Estudió Historia Medieval y Moderna en Múnich y hoy lleva una vida completamente aislada en su localidad natal y en París”. Poco se sabe de él, desde hace más de 20 años son repetidas las mismas líneas hasta la saciedad por periodistas y escritores, pues no concede entrevistas, no aparece en público y ha rechazado varios reconocimientos, como los premios de literatura Gutenberg, Tukan y FAZ. Tampoco acudió al estreno internacional de la versión cinematográfica de El perfume en Múnich.

Otras plumas barajan que todo puede ser una estrategia de “confusión” del propio autor para mantener el interés en su persona y obra. Sin embargo, hace ya años que dejó claras sus intenciones de “desaparecer” y no volver a ofrecer una entrevista hasta cuando cumpla 70 años, es decir, en 2019. Algunos escritores han querido ver en sus obras “referencias paternas” como el poder, la ambición, las obsesiones, la soledad, el amor y la vida (lo cual ha resultado para él ofensivo). De hecho, cuentan que Süskind suele prepararse durante años en el tema sobre el que luego escribe. Así, en el caso de El perfume, se convirtió en un experto olfativo tras pasar largas temporadas en las instalaciones de la perfumera Fragonard.

En una única entrevista realizada en septiembre de 2008 por Lester Oliveros, Süskind dijo: “No he dado entrevistas nunca, siempre he trabajado, no tengo tiempo para gente que verdaderamente le quita el tiempo a uno. Y he dicho, y usted debe saberlo, que yo no vivo, yo escribo. Y me resultan insultantes algunas interpretaciones al libro (El perfume)”. Sobre su deseo de vivir retirado del foco mediático señaló: “Yo viajo mucho a París, no soy un anacoreta como han dicho, tengo amigos, uno de ellos es Sempe, y hacemos fiestas donde acuden ciertas personas, no más de cinco, y hablamos de la vida, pero ningún ser humano puede vivir marginado, y mi marginación tiene el lujo de ser voluntaria, en fraternal apoyo a los que son marginados por voluntades ajenas… Ahora vivo acá en mi adorado rincón del paraíso, Starnberger es tan saludable con su aroma campestre, y el lago no lo cambió por nada. La novela me cambió la vida… y han dicho tanto sobre mi retiro”.

La habitación de cuatro metros

En La paloma, no es el animal el protagonista, sino su imagen: la idea de su presencia en el altar que Noel creía incorruptible y que de repente es violado por un animal que trae consigo plumas, heces y enfermedad. La construcción del personaje es impecable, Süskind logra llevarnos al borde del abismo existencial, igual que Noel, quien se nos presenta como un hombre pasivo, tranquilo, deseoso de una vida libre de sobresaltos y cambios que alteren su rutina. Maestro de la alusión y lo obsesivo, Süskind revela una vez más su don de edificar, sobre la paradoja o la rareza aparentes, una reveladora metáfora moral del trasfondo de la existencia humana.

Y así construye a Noel, una persona con el único deseo de vivir en “aquel estado de tranquilidad monótona y ausencia de incidentes” para siempre. Y aquello que deseaba estaba ahí, en la habitación 24, idéntica a dos docenas más, con apenas tres metros cuarenta de longitud por dos metros veinte de anchura y dos metros cincuenta de altura. Sus comodidades eran: una cama, una mesa, una silla, una bombilla y una percha para ubicar la ropa. Con eso Noel estaba bastante feliz, incluso compartiendo con los demás vecinos un mismo retrete. Poseía una radio, un televisor y una plancha. Y por último, a la cabecera de la cama, había clavado un estante en el que tenía 17 libros, entre ellos un diccionario médico de bolsillo.

La habitación de Noel se parecía más a un camarote de barco que a una pocilga; todo en ella era pulcro y ordenado. Había vivido 30 años en el mismo lugar y no pensaba separarse ni siquiera al cumplir los cincuenta, aun así cuando le fuera dificultoso subir por las escaleras; todo habría sido perfecto antes de la paloma, después de ella, nunca más.

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