Iniciando un camino   El campo de aquellas prácticas y/o proyectos que promueven transformaciones a nivel social a través del arte es amplio y diverso, tomando distintos nombres. Algunos/as, lo podrían analizar desde el desarrollo local, otros/as desde el capital social, la lucha contra la pobreza, la exclusión o la desigualdad social. También puede encontrarse su incidencia en el ámbito de la salud, la salud mental o la educación, tanto en ámbitos estatales como no estatales. En este texto elegimos mencionarlo siguiendo la referencia a los mismos por parte de aquellos colectivos y redes que se enmarcan en lo que se llama “arte transformador” o “arte para la transformación social”, como por ejemplo la Red Latinoamericana de Arte para la Transformación Social. Sin embargo, este tipo de experiencias también son referidas a través de otros nombres en nuestro continente. Cabe citar aquí por ejemplo la Plataforma Puente Cultura Viva Comunitaria, donde los proyectos artísticos se unen a otros que trabajan en otros ámbitos de la cultura (1).   La pretensión no es entonces agotar el debate, sino justamente propiciar su ampliación y profundización. En definitiva, nos interesa el campo de aquellos proyectos que, a través de las más variadas disciplinas artísticas y reconociendo en mayor o menor grado la dimensión política de sus acciones, se proponen generar cambios a nivel socio-comunitario que mejoren la calidad de vida de las personas, mediante variadas formas de invitar a la participación. Y no solo se lo proponen: lo hacen. Dichos proyectos, de diversos tamaños y niveles organizativos, se distribuyen a lo largo del continente en zonas urbanas y rurales, con propuestas para todo tipo de poblaciones.   Resulta cada vez más evidente que para las personas y grupos humanos dichos proyectos tienen efectos beneficiosos a los que llamamos “transformación social”; aun así cabe preguntar: ¿cuáles son los alcances de dichos proyectos?, ¿se pueden estos alcances medir de alguna manera? La importancia de intentar responderlas radica en la visibilización y fundamento de dichos proyectos, para valorizar su función y sostenibilidad desde las políticas culturales como de las políticas públicas en general.   Construcción de indicadores y dimensiones: algunos aportes   En la construcción del problema que intentamos abordar, tomamos la definición de Arte Popular que realiza Ticio Escobar, quien lo concibe como el “conjunto de las formas sensibles, las expresiones estéticas de esa cultura en cuanto sean capaces de revelar verdades suyas, aunque estén profundamente conectadas con todas las otras formas y cargadas de diversas funciones (...) Lo que caracteriza al arte popular es su posibilidad de expresar estéticamente determinadas situaciones históricas desde la óptica de una comunidad que se reconoce en sus signos y se sirve de ellos para comprender dichas situaciones y actuar sobre ellas” (2).   De este modo, siguiendo a Escobar, no es un tipo de estilo, una técnica, los contenidos, quién produce o cómo se distribuyen las expresiones lo que determina que un arte sea popular, sino el particular vínculo que, a través de ellas, se establece con una comunidad determinada. Claro que si el nivel transformador del arte está dado por un vínculo que se construye en gran parte a través de lo simbólico, los elementos antes mencionados pueden ser aportes a la constitución del arte popular aunque, según Escobar, no sean aquello que define lo popular de dichas expresiones artísticas. El arte popular, desde esta perspectiva, no estaría solamente relacionado con la función estética, sino que también cobra importancia la función social y política de sus prácticas. La pregunta que podemos hacer entonces es de qué modo mirar, y qué variables tomar en cuenta, a la hora de visibilizar el rol de los proyectos artísticos que se proponen generar cambios sociales.   Mario Roitter (2009) refiere que existe poco consenso acerca del impacto del arte en cuestiones sociales, y que resulta altamente complejo producir indicadores en este sentido. Sin embargo, Roitter avanza en una propuesta de indicadores para el arte transformador, a través de proponer cuatro niveles y clasificar los efectos entre relativamente tangibles e intangibles. Dado que Roitter estipula que la tabla que propone deberá ser enriquecida con nuevas investigaciones sobre la temática, realizamos la siguiente propuesta para enriquecer los niveles de incidencia de modo que se puedan distinguir entre los siguientes: 1) Individual; 2) Grupal / Familiar; 3) Organizacional / Institucional; 4) Local / Comunitario; 5) Nacional; 6) Regional.   Como podemos ver, estos niveles permiten incluir y ponderar los alcances que tienen actualmente las redes y colectivos de arte transformador que inciden en un nivel nacional y regional.   En el marco del proyecto de investigación del Posgrado de Especialización en Arte Terapia del Instituto Universitario Nacional del Arte (IUNA) del periodo 2011/2012, también se ha intentado profundizar en la construcción de indicadores que permitan evaluar los efectos, en este caso, de los talleres de Arte Terapia. Aunque no todos los talleres de Arte Terapia pueden vincularse con el campo del arte transformador a nivel social, tomamos algunos aspectos de la misma pues puede permitir reflexionar sobre este.   Algunas de las reflexiones preliminares de dicha investigación, son:   Resultados no esperados. En los resultados obtenidos en los talleres, que se desprenden de la evaluación del grado de cumplimiento de los objetivos planteados, suelen aparecer muchos resultados no esperados. Esto puede deberse a que, sobre todo en actividades vinculadas con la creatividad y expresión artística, los efectos suelen trascender los objetivos planteados por quien planifica una actividad, por lo que esto debe ser tenido en cuenta en la construcción de indicadores.   Expresión de emociones y sentimientos sobre la experiencia. Las conclusiones de los informes se encontraban bastante cargadas de afectividad, tanto por parte de las/os pasantes como también de los efectos de la actividad en los/as participantes. Esto plantea el desafío de incluirlas como parte de los efectos, operacionalizando a los mismos como variable.   Función pedagógica. Surge la importancia de los procesos de aprendizaje sobre distintos aspectos de la vida para las personas que participan en dichos proyectos, por lo que los indicadores podrían apuntar a operacionalizar este aspecto.   Una de las cuestiones centrales en el vínculo entre el arte y una comunidad es la participación; de hecho, muchos de los grupos que trabajan en lo vinculado al arte y la transformación social explicitan y trabajan dicha noción en sus proyectos, ya sea como vía para alcanzar otros objetivos, como objetivo en sí mismo y también como valor que atraviesa sus acciones. Cardarelli y Rosenfeld (2005) trabajan el concepto de participación para analizar sus alcances y limitaciones. Dichas autoras proponen que es preciso exceder los modelos tradicionales que evalúan la participación en función de la cantidad de participantes, grados, situaciones grupales limitadas y fuera de contextos histórico-políticos. A partir de ello, presentan dimensiones para evaluar los alcances de la participación que incluyen: a) la modalidad expresiva de la población-objetivo, privilegiando un tipo de recurso y de capacidades personales y grupales. Cada modalidad expresiva influye en la constitución de las personas como sujetos y actores sociales; b) Institucionalización de la participación. Esta dimensión da cuenta del grado de formalización y presencia social que adquieren las formas asociativas que construyen los grupos de población en el marco de proyectos sociales; c) Amplitud y escala del impacto participativo. Aquí podemos incluir los niveles de arte transformador desarrollados más arriba como indicadores a nivel de la participación; d) Inclusividad de actores relevantes al proyecto. Es el grado en el cual diversos actores pertinentes al proyecto son convocados a participar directa o indirectamente en espacios de articulación que este genera; e) Variedad de disciplinas presentes; f) Definición de la población-objetivo. Las autoras hacen referencia en este punto a la forma en la que se define a la población para la que se conforman los proyectos como caracterización de la concepción que se tiene del otro, como marca del lugar y el papel adjudicado a la población en el proceso participativo. Por ejemplo, en muchos proyectos se habla de usuarios o beneficiarios en lugar de sujetos de derechos o protagonistas de las acciones. La propuesta de incluir esta última dimensión para evaluar la participación se trata de un plano bastante sutil o, si se quiere, “intangible”, pues no solo lo encontramos en los discursos, sino también podría ampliarse al modo de construir los vínculos, a las modalidades organizativas de los grupos, etc., ya que el lugar que se da a las personas en los proyectos, se construye en cada paso del proyecto. En un artículo publicado recientemente (Wajnerman, 2012), hemos profundizado de qué modo la propuesta de Cardarelli y Rosenfeld puede aplicarse específicamente a proyectos desde y hacia el arte y la transformación social. Aquí hemos mencionado las dimensiones que las autoras describen para ver un aporte que puede articularse y complementarse, según el caso, con la propuesta de diversos niveles de arte transformador, así como con la distinción entre proceso artístico, proceso grupal y proceso comunitario.   A modo de conclusión   En la revisión de los aportes que se proponen construir indicadores acerca de la transformación social a través del arte, podemos ver que se puede enfatizar en múltiples aspectos, y que estos determinan o conforman distintas miradas, con acento en diversos ejes que varían en cada análisis. Quizás esta diversidad de los desarrollos se condice con la de los proyectos que integran el campo que deseamos estudiar y fortalecer. En la medida en que las indagaciones que permitan avanzar en la reflexión y análisis de este campo florezcan, seguramente se podrá promover también la expansión de proyectos de creación colectiva en el marco de un arte popular, respetando su diversidad como riqueza, también propia de lo humano. Es probable que no podamos agotar el análisis que proponemos, pues el arte siempre se encuentra muchos pasos más adelante que otros ámbitos de conocimiento, incluso del científico. Su dimensión transformadora a todo nivel resulta inconmensurable y asombrosa desde el inicio de los tiempos; tal vez sea por ello que nos cuesta tanto asimilarla, visibilizarla y terminar de creer en ella. Para ello es que seguimos sentipensando.   BIBLIOGRAFÍA Bang, C. y Wajnerman, C. (2010): Arte y transformación social: la importancia de la creación colectiva en intervenciones comunitarias. Revista Argentina de Psicología. 48, 89-103. Cardarelli, G. y Rosenfeld, M. (2005). Las Participaciones de la pobreza. Programas y proyectos sociales. Buenos Aires: Paidos. Colombres, A. (2005). Teoría transcultural del arte: hacia un pensamiento visual independiente. Buenos Aires: Del Sol. Escobar, T. (2004). El mito del arte y el mito del pueblo. En Hacia una teoría americana del arte. Buenos Aires: Del Sol. Roitter, M. (2009). Prácticas Intelectuales Académicas y Extra-Académicas sobre Arte Transformador: Algunas Certezas y Ciertos Dilemas. En Working Sessions: Focus on Art for Social Transformation. Art is a Right. A catalyst for Political, Economic, Social and Environmental Development. Within the framework of Project “Mind an Jump the Gaps” for the equalitarian intercultural dialogue Latin America-Europe. Dresden: European Center for the Arts Hellerau. Wajnerman, C. (2012, octubre 12). Buen vivir o estrategia. Arte y participación en foco. EL TELÉGRAFO, cartóNPiedra. 54.                                                             NOTAS AL PIE1. Para mayor información, visitar la página http://www.culturavivacomunitaria.org/.2. Escobar, T. (2004). El mito del arte y el mito del pueblo. En Hacia una teoría americana del arte. Buenos Aires: Del Sol. (pp. 153)