Ecuador, 01 de Mayo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

Entrevista

‘Cacho’ Gallegos: un viaje al centro de sí mismo

‘Cacho’ Gallegos: un viaje al centro de sí mismo
10 de agosto de 2015 - 00:00 - Óscar Molina, Periodista

El error que Carlos ‘Cacho’ Gallegos casi comete -imprimir el saldo de su cuenta- da pie a la primera reflexión: “De tanto aplastar botones, nosotros terminamos siendo los automáticos, no los cajeros”. Lo dice riéndose al cruzar la avenida 6 de Diciembre, en el norte de Quito. Consciente de que las repeticiones siempre aletargan, ‘Cacho’ -actor, director, dramaturgo- inició hace poco otro desplazamiento, un viaje al centro de sí mismo.

Esa travesía hacia lo primitivo, lo subconsciente, lo animal empezó aquí, en Ecuador, de donde ‘Cacho’ se fue hace 2 años, en 2013, para vivir en Forcalquier, un pueblo francés de los Alpes del Sur. Francia es el país natal de su esposa, Frédérique Roze, que es coreógrafa. Se conocieron mientras él, hace más de una década, completaba La vuelta al mundo en 80 meses presentando Macario, una obra inspirada en el cuento homónimo de Juan Rulfo.

Ambos, hace un par de semanas, vinieron para dirigir una obra de la Compañía de Danza de la Universidad de Cuenca, ciudad natal de ‘Cacho’. Él también volvió para dictar talleres de clown, montar otra vez en Quito y Guayaquil Barrio Caleidoscopio, su tercer monólogo; y para presentar en ambas ciudades Solosolosolo, su nueva obra, que es justamente el inicio del proyecto Viaje al centro del espíritu.

El departamento donde ‘Cacho’ y su familia se hospedarán hasta mediados de agosto también queda en este sector norte de la ciudad, cerca del restaurante vegetariano donde quiere almorzar. Adentro, después de pedir un tallarín con tofú y vegetales, dice que hubo otra razón para volver: “También vinimos para que nuestros tres hijos conozcan el país y aprendan nuevas palabras en español, como amebas, bache, desorganización, impuntualidad”.


La risa que suelta, como todas las demás, es bastante seria. Tanto en Macario como en Plush, Barrio Caleidoscopio y ahora en Solosolosolo ha estado sin nadie en el escenario. ¿Por qué tan solo?


En Solosolosolo ya no, hay un cadáver conmigo (risas). 

Claro, pero actúa solo usted…

Al comienzo no fue una decisión, no fue una voluntad expresa. Antes de empezar La vuelta al mundo en 80 meses, la idea era hacer un viaje por Sudamérica con dos compañeros del Malayerba. Pero meses antes de irnos ninguno de los dos pudo y bueno, yo no quería esperar a alguien para hacer el viaje, así que monté un monólogo. Así fue como empecé con Macario. Había actuado 5 años con grupos y me gustaba mucho la dinámica, la creación colectiva, el ambiente. En cambio, cuando estuve solo durante el viaje, me aburría mucho en el camerino, yo mismo me daba ánimos (risas). Con Macario tuve que aprender todo solo, y más bien ahí empecé a valorar la luz, el sonido, los objetos, el espacio. En ese entonces no fue una decisión, pero ahora sí. Pienso seguir solo hasta que me establezca a largo plazo en un sitio, quizá dentro de uno o 2 años. Pero por ahora me gusta la soledad en el escenario.


Y también por fuera, porque de hecho ha dirigido sus propias obras…


En Barrio... fue la primera vez. Macario y Plush fueron dirigidas por Gerson Guerra. Yo quería su dirección para Barrio..., pero Gerson no pudo. Como yo ya había dirigido algunas obras, que para esa época eran como 15, me sentí con confianza para trabajar con una cámara, filmarme. En Barrio... tuve una especie de esquizofrenia controlada. El proceso de creación fue así porque escribí la obra, después hice como si hubiese recibido ese texto de un autor equis. Me filmaba como si fuera director y escribía apuntes para que el actor, que era yo mismo, los revisara al siguiente día (risas). Con Solosolosolo me ha costado mucho más dirigirme, porque con Barrio... la apuesta era más clara: estar sentado en una silla y punto. Me iba más por el gesto, el movimiento... Pero en Solosolosolo están más el espacio, los elementos, la luz; entonces me ha costado mucho más dirigirme desde afuera.

Barrio Caleidoscopio, el primer texto que ‘Cacho’ escribió -Plush era una obra de clown- y que en mayo recibió en Tolouse, Francia, el primer premio en el Festival Le Coup de Chapeau, cuenta la historia de Alfonsito, un miedoso hombrecito que, al salir de casa, enfrenta sus miedos. Solosolosolo, en cambio, es el relato de Patricio, un tipo inseguro que intenta enterrar, física y simbólicamente, el cadáver de su padre.

En Solosolosolo retomó el silencio. En Macario había texto, en Plush no, en Barrio... sí, y ahora de nuevo no. ¿Es consciente ese salto entre palabra y silencio?

Cierto, no me había dado cuenta. Después de Macario, lo que quería era montar una obra de otro personaje, quería escribir una obra, pero sin palabras. En esa época estaba en plena Vuelta al mundo... y quería hacer una obra que pudiera presentar en África, Asia, Oceanía, sin tener que traducir. Con Plush, en cambio, fue una cuestión práctica, quería tener una obra en silencio que fuera más vendible. Y siempre he tenido ese recelo de que una obra sea una repetición de otra o una continuación. He querido siempre probar varios estilos, inspirado mucho en Kubrick, que me parece que ha hecho obras maestras en varios géneros. En Solosolosolo quise pasar al silencio de nuevo, pero no al mismo silencio de Plush, que va hacia lo cómico. Ahora quería que el silencio vaya hacia lo dramático.

De Kubrick hacia el descubrimiento de Rulfo, un “genio de la sencillez precisa”. Del clown hacia su lectura reciente de Los hermanos Karamazov y la similitud de esos personajes de Dostoyevski con los de Solosolosolo. Del ayer al mañana. Las respuestas de ‘Cacho’ se deslizan de una referencia a otra, de un tiempo a otro, sin importar que el plato frente a él siga enfriándose, casi intacto.

¿Y es cierto que no va a montar de nuevo ni Macario ni Plush?

Siempre me voy poniendo cifras. No sé, me encantan los números. Si monto una obra, mi idea es hacer mínimo 100 funciones en un plazo máximo de 10 años. Luego de esos años no intento vender esa obra a salas, pero si alguien me pide, yo la hago, no tengo un veto a ninguna de esas dos obras. Es interesante que en 20, 30 funciones como que recién se asienta la obra. Ya en las 50 empiezo a sentir el hueco, como que me estoy aburriendo, como que quiero hacer otra obra. Cuando ya paso de las 70, 80, 90 presentaciones es como empezar otra vez. Me acuerdo, por ejemplo, que en la función 100 de Macario tenía más nervios, y me dio más emoción de hacerla que en el estreno.

Ahora que decía eso de Kubrick y el no repetirse, en sus personajes sí que hay características comunes: son tímidos, miedosos, están sometidos a fuerzas externas…

Cierto, ¿no? Mi esposa siempre me pregunta lo mismo: por qué hago personajes así. Creo que mis textos reflejan los miedos que tengo, son analogías de lo que me está pasando en ese momento. En Barrio..., por ejemplo, está presente mi miedo a escribir la obra, a no poder escribir un texto, a no ser capaz de transmitir en palabras una idea. De hecho, la escena en la que Alfonsito abre esa puerta enorme representa ese miedo que tenía de no poder atravesar esa barrera para empezar a escribir. Creo que tal vez en mi vida he tenido muchas luchas internas, que ahora se exteriorizan con las obras. Han sido barreras que he tenido que seguir rompiendo para ser alguien en la vida. Son obstáculos que se derrumban por una lucha interior, que no le interesan a nadie, que no le sirven a nadie, solo a mí. No lo he hecho como terapia, pero creo que me han servido para algo.

Dice que tenía miedo a escribir, ¿cómo se siente ahora que incluso publicaron Barrio Caleidoscopio en Francia?

No tengo un método todavía y cuando escribo para mí es más complicado porque sé que yo mismo voy a actuarlo. Tuve que estudiar para poder escribir. Revisé libros de Aristóteles, esquemas actanciales, todo eso. Pero me parece que ahora lo más difícil de escribir es encontrar el tono, saber si es comedia, drama, si va por el suspenso, si es burlesco. Me muero de ganas de que haya diálogos, de que haya más personajes. Ahora con el monólogo me siento limitado en ese sentido. Me gustaría también indagar en otros géneros. El cuento, no sé, algún día la novela.

En sus últimas obras ha incorporado personajes que tienen características animales o que de hecho lo son. En Barrio..., Alfonsito es como una rata, en Solosolosolo los personajes son como un mono, un caballo y una gallina. ¿A qué se debe?

Cuando estudiaba teatro había varios ejercicios así, de buscar un animal y humanizarlo. Y me gustaban mucho, me parecían como bien definitivos para un personaje. Me parece que empezar el carácter del personaje desde un animal hace que se defina mucho más, porque empieza desde lo subconsciente, desde lo primitivo. En Barrio... hice una rata porque pasaba bastante tiempo en el metro de París y me sentía así, como una rata. También fue porque viví en una bodega en la que a veces se paseaban ratas, entonces me acordé de eso. De hecho, a veces también veo gente y me pregunto qué animal sería. Unos tienen cara de perro, otros de rata (risas). Lo animal me ayuda a ser bastante claro desde la raíz, desde lo primordial, desde lo esencial del personaje y desde lo corporal.

A propósito, después de más de 10 años haciendo teatro, ¿cómo ha evolucionado su relación con el cuerpo?
Jacques Lecoq (actor francés, mimo, uno de los referentes del teatro gestual) decía algo interesante. Decía que para cada edad hay que aprovechar sus capacidades, sus potencias. A él le parecía un desperdicio que un joven se sentara a hacer de Rey Lear (Shakespeare) pudiendo dar volteretas y hacer malabares con su cuerpo. Lo que sí he visto es el cambio desde Macario hasta Solosolosolo: mi cuerpo ha perdido resistencia. Tengo tres hijos, duermo poco, los cambio de pañales… En Macario tenía que estar sudando chorros para actuar. Saltaba, corría, ponía el disco Radio bemba de Manu Chao, bailaba como loco, me maquillaba y empezaba a actuar. Tal vez en esa época solo podía encontrar la emoción en el estado de cansancio. Ahora con Solosoloso antes de empezar necesito más bien estar descansado, porque me viene una carga fuerte, de drama. Pero sí quiero recuperar un nivel o profundizar en las capacidades de ahora.

¿Fue por eso que incorporó danza en Solosolosolo?

No fue por eso. Lo de la danza fue por mi nuevo proyecto, Viaje al centro del espíritu. Esta vez me obligué a mí mismo a bailar, quería hacer danza. En Solosolosolo quería bailar al menos cinco minutos. Ahora me interesa expresar mis ideas desde otros lenguajes. Sé que hay cosas que solo bailando se pueden expresar. O cosas que solo en silencio se pueden decir. Sé que si quiero contar más historias, tengo que ampliar mis lenguajes, encontrar el lenguaje preciso para cada historia. Mi oficio es contar historias y quiero contar más.

Para los próximos 7 años, ‘Cacho’, el hombre flaco que se despide y va corriendo hacia la estación de bus, tiene una meta ambiciosa, contraria a lo que él -de camiseta negra, jean, zapatos de lona y mochila- aparenta. En ese tiempo intentará completar el Viaje al centro del espíritu con siete obras distintas (una de danza, otra con títeres, una más de clown) y responder, allí desde el núcleo de sí mismo, por qué después de todo este tiempo el ser humano se ha empeñado en hacer lo que, en apariencia, es tan inútil: arte.

Para estar siempre al día con lo último en noticias, suscríbete a nuestro Canal de WhatsApp.

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media