El Salón de Julio de Guayaquil, organizado desde hace 54 convocatorias para premiar la pintura ecuatoriana actual, se encuentra en un momento de reflexión acerca de la propia esencia de lo pictórico. Si algo puede reseñarse observando a los finalistas de este año, son dos cuestiones importantes: la presencia de artistas jóvenes y la pertinente indagación sobre la pintura con relación a la actualidad. Es significativo que a través de este premio la ciudadanía pueda  reconocer la labor de los artistas, además de formar parte activa como espectadores de la actualidad. Este ha sido uno de los ejes que ha tenido esta última edición del salón, la relación que mantiene la pintura con la contemporaneidad. De la misma manera, puede presenciarse la entrada a la pintura desde la autorreflexión. Es tiempo también para hacer autocrítica. Un premio de esta importancia debe estar abierto a la innovación. Al final, la pintura puede ser un ejercicio de libertad y de expresión, acorde a su carácter a veces futuro, pero siempre en un espacio de comunidad. En ese sentido, esta exposición de arte actual ecuatoriano es una oportunidad para volver a pensar en que, como afirmaba Gadamer, no podemos comprender el arte antiguo, si no conocemos el moderno. Los tres pintores premiados convocan a esa interpretación desde una pintura transgresiva. Si Wilson Paccha propone una autocrítica conceptual desde la ironía, el caso de Stéfano Rubira nos muestra la pintura como un muro desolado entre ruinas. Esa actualidad, también presente en la propuesta de Patricio Ponce, nos lleva a preguntarnos acerca de qué lugar le queda al arte en sociedad, siquiera como ejercicio de libertad. Por otra parte, señala que el arte no es un departamento estanco, de simple contemplación estética. Las artes se entremezclan en la propia práctica de los artistas con otras disciplinas como la escultura o la arquitectura, sin dejar de ser ese ejercicio conceptual capaz de mostrar las relaciones del arte con la política, la economía o la vida misma. Esto es, un arte activo. En las obras presentadas por el resto de mencionados, también confluyen estos presupuestos dirigidos a saber el lugar que ocupa la pintura en la realidad y una juventud apropiada al arte contemporáneo. Santiago Sojos, René Ponce y Darwin Fuentes han sido capaces de jugar con la ironía, ofrecer la pintura de acuerdo a posiciones actuales de la escultura o la acción artística, proponiendo el hecho pictórico como una suerte de reflexión diaria personal. Por otra parte, el resto de seleccionados en esta última fase del Salón de Julio, muestra que el espacio de la pintura, como el resto   las artes o la cultura, no debe terminar en sí misma. Las artes están hechas también de artefactos que conducen a reflexionar desde un punto de vista dinámico y activo. En esa dirección, esta edición muestra la importancia que tienen estos premios a la hora de ofrecer al público obras capaces de llevarnos a conocer la importancia del arte en la sociedad. Y, en ese retorno, volver a meditar sobre nuestros pasos. *Investigador Prometeo