“Hola Édison, hoy te veo muy bien”, le dice la doctora nutricionista Rosa Zurita al joven recostado en una camilla cubierto por una colcha blanca a quien los ojos le parpadean instintivamente.

Ante la perplejidad de la galena, Édison le aprieta la mano. “Está saludando”, dice su madre desde la cabecera con una sonrisa que no le cabe en el rostro. “Esto es increíble, su recuperación es algo maravilloso”, comenta la nutricionista, quien visita dos veces al mes a Édison Cosíos para asegurarse de que su peso siga estable.

La madre del muchacho, Vilma Pineda, explica que notaron su mejoría desde hace 6 meses. “Al principio  solo sonreía, pero poco a poco empezó a mover la mano”, lo que permitió que desarrollara una manera de comunicarse (con el movimiento de los dedos). “‘Mijo’, si estás despierto mueve tu dedo meñique”, dice su madre con la  mirada puesta en la mano derecha. 

Varios especialistas  colaboran en la recuperación de Édison por   sugerencia del Gobierno.El joven sigue la orden al pie de la letra y su dedo se mueve de izquierda a derecha repetidamente. “Cómo te sientes”, le vuelve a preguntar, y su mano se cierra en un puño y levanta el pulgar. “Está bien  hijo, está  bien”, comenta emocionada la mujer mientras acaricia la cabeza de Édison    

El joven cayó en un profundo estado vegetativo  el 15 de septiembre de 2011 cuando fue impactado por una bomba lacrimógena disparada por el teniente Hernán Salazar, quien actualmente está prófugo, fue   condenado a 5 años de prisión y al pago de 100 mil dólares como indemnización.  

La mañana de la agresión Édison estaba en el interior del Colegio Nacional Mejía, ubicado en el centro de Quito, donde se había organizado una protesta por el anuncio del ingreso de mujeres al plantel.     

La presencia policial caldeó los ánimos y se inició un enfrentamiento en medio del cual Édison cayó al piso, inconsciente, por el impacto de una bomba lacrimógena en el lado derecho de su cabeza.

Enseguida le llevaron al hospital Eugenio Espejo, donde lo sometieron a una cirugía de emergencia ya que el  golpe le había provocado una lesión en el cerebro. “Los médicos no nos dieron esperanzas”, contó Vilma, quien recordó que al día siguiente les dijeron que debían operarlo otra vez; en esa ocasión le removieron parte de la masa encefálica y luego un doctor les comunicó que había fallecido.

Lo dieron por muerto

Apesadumbrados los padres le dijeron a la enfermera que les permitiera ingresar al cuarto para despedirse y  el primer milagro sucedió. “Pero si está vivo”, gritó la enfermera.

Los médicos del hospital trataron a Édisón durante los dos meses en los que estuvo en la sala de cuidados intensivos en estado de coma y le hicieron una traqueotomía para alimentarlo.

Luego lo trasladaron al hospital de los Valles, donde le practicaron 6 operaciones más para retirarle masa  encefálica, lo que al final le redujo el cerebro a solo el 35%.

Con este cuadro los galenos indicaron que Édison estaría en estado vegetativo de por vida. A los 6 meses lo sacaron del hospital y lo llevaron a su casa en el sector de la Argelia, al sur de la ciudad.

Vilma recordó que llegaron a la casa sin ninguna esperanza, pero a punta de cariño, paciencia y siguiendo las  recomendaciones de los especialistas han logrado que Édison experimente una recuperación a la que consideran otro milagro.

La ayuda del Gobierno a través del Ministerio de Salud ha sido fundamental, comenta la madre, ya que le han asignado  a un  neurólogo, un nutricionista y un terapista físico que monitorean al enfermo, además de cinco enfermeras que colaboran en la asistencia. Vilma está pendiente de su hijo: “su recuperación asombra a todos, incluso ya hizo un dibujo -con asistencia-: una flor. Mientras siga con vida lucharemos hasta que se levante de esa cama”.