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Oliveira: Las cárceles brasileñas son verdaderas escuelas del crimen

Los reos brasileños se disputan el poder para cometer los delitos dentro y fuera de la prisión.
Los reos brasileños se disputan el poder para cometer los delitos dentro y fuera de la prisión.
Foto: Wola.org
10 de enero de 2017 - 00:00 - Pablo Giuliano. Corresponsal desde Sao Paulo, Brasil

Con la cuarta mayor población carcelaria del mundo, de unos 622.000 presos, la mayoría sin sentencia firme, Brasil exhibe el horror de su sistema de prisiones con masacres que en la última semana y hasta el domingo provocaron la muerte de un centenar de reclusos por enfrentamientos entre organizaciones que desde los presidios controlan el crimen organizado en las calles, incluso buscan ganar poder en las vecinas Colombia, Bolivia, Paraguay y Perú.

“Las cárceles brasileñas son verdaderas escuelas del crimen. Transforman a pequeños delincuentes en grandes monstruos del crimen”, indicó el juez Antonio Dantas de Oliveira, durante un fallo en el cual reclama a las autoridades penitenciarias de proveer agua potable para la población carcelaria.

La situación del gigante sudamericano quedó en evidencia la semana pasada, con casi un centenar de muertos por peleas entre grupos rivales en las cárceles de Manaos (privatizada), fronterizo con Colombia, en la cárcel pública de Boa Vista, capital del estado de Roraima, fronterizo con Venezuela y Guyana. Las escenas incluyeron presos filmados con los celulares de sus verdugos mientras eran degollados y hasta hubo quien abrió el pecho de un fallecido para extraerle el corazón. La población carcelaria es la cuarta del mundo, detrás de Estados Unidos, China y Rusia.

“Los responsables son los jueces  y fiscales que siguen llevando gente a las cárceles sabiendo que están controladas por el crimen organizado”, dijo a EL TELÉGRAFO el titular de la Pastoral Carcelaria de Brasil, Valdir Silveira, quien hace 27 años denuncia la ausencia del Estado en el sistema penitenciario brasileño.

Sindicatos de presos

El martes 3, unos 60 presos murieron en centros penitenciarios de Manaos como producto de la guerra entre el Primer Comando de la Capital (PCC), y el Comando Rojo (CV), aliado al Frente del Norte (FDN). El PCC, de Sao Paulo, y el CV, de Río de Janeiro, se disputan gran parte del país.

El domingo último, autoridades del estado Amazonas informaron del hallazgo de tres cuerpos en avanzado estado de descomposición en la cárcel Ansio Jobim, con lo que aumentó a 100 el número de asesinados en una semana.

El PCC nació a inicios de este siglo en Sao Paulo como sindicato de los presos, luego de la conmoción causada en 1992 por el asesinato, a manos de la Policía, de 111 detenidos en la cárcel de Carandirú, un episodio por el cual no hay responsables sentenciados. Hubo juicios condenatorios que fueron anulados por instancias superiores.

Aparentemente, el PCC fue vengado por su acción en Manaos cuatro días después, en la cárcel de Roraima, en Boa Vista. “No somos un club, somos un grupo criminal y por eso debemos tener lealtad”, dice la carta enviada a los miembros del PCC en Roraima confiscada por las autoridades.

Poder judicial no cumplió con su función

El norte amazónico, la región más distante de los centros de poder y la más pobre del país junto con la zona nordeste, está en el ojo del debate  nacional e internacional por la masacre en los presidios: ha quedado en evidencia que el poder judicial no cumplió con su función en la ejecución de penas para no sobreexponer a los presos sin sentencia. Y también está la cuestión social, pues más de la mitad de los reos es de raza negra y pobre.

Un ejemplo es que la mitad de los presos que fallecieron la semana pasada en las rebeliones estaba detenido por robo, mientras que apenas un cuarto lo está por homicidio o delitos más graves. “Tenemos al 41% de los detenidos sin condena. Lo más triste es que, cuando llegan al juicio, resulta que el 37% era inocente”, dijo el padre Silveira, de la pastoral carcelaria.

18 grupos controlan cárceles

Según los especialistas, existen 18 grupos criminales que controlan el poder en los presidios. La situación no es nueva y forma parte de la herencia de desigualdades de Brasil a lo largo de su historia. En las cárceles, incluso, las facciones mafiosas construyeron ‘favelas’ en los patios para enviar a los marginados de los pabellones.

La crisis carcelaria ha puesto en evidencia, también, al gobierno de Michel Temer. Sin respuestas, apenas el anuncio de construcción de cinco nuevos penales de máxima seguridad, el presidente calificó como “accidente pavoroso” a la matanza, lo cual le causó una lluvia de críticas por esa definición.

El sábado pasado renunció el secretario de Juventud del Gobierno,  Bruno Julio, quien afirmó que más presos deberían haber muerto y que sería necesaria “una masacre por semana”, supuestamente, para solucionar el problema de la superpoblación carcelaria”.

Lo cierto es que no hay lugar mejor y más seguro en Brasil para comandar el crimen organizado que la cárcel. Lo hace el PCC hace una década y el Comando Rojo.

Pero para los especialistas, estas disputas cuerpo a cuerpo en las prisiones son apenas peleas entre soldados, ya que los comandantes tienen planes superiores.

Dominio del tráfico de drogas

En opinión del secretario de cooperación internacional de la Fiscalía General de Brasil, Vladimir Aras, el PCC -surgido del crimen en las calles de San Pablo y de extender protección social a los familiares de los presos- busca ampliar sus negocios en Paraguay, Bolivia, Colombia y Perú para dominar el ciclo del tráfico internacional de drogas.

Incluso, afirmó Vladimir Aras, la desmovilización de la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en el país colombiano puede generar nuevos desocupados en la región amazónica que puedan ser cooptados para el narcotráfico de las organizaciones brasileñas.

Según el fiscal, el PCC busca el monopolio del crimen organizado brasileño y tiene como objetivo dominar la cadena productiva del narcotráfico.

“Los países vecinos tienen sus propios grupos criminales que pueden asociarse a los nuestros o entrar en conflicto con ellos. Es el escenario para los próximos años: si habrá asociación o una guerra entre estos grupos”, dijo el fiscal Aras, quien está a favor de despenalizar la tenencia y el consumo de las drogas.

“Es natural que veamos al PCC ir al norte amazónico del país, buscando regiones fronterizas con Paraguay, Bolivia, Perú y Colombia. El interés es dominar el ciclo productivo de la cocaína, de la producción a la distribución, sea el cliente Brasil, Europa o Estados Unidos. El avance se da porque en esas regiones las fronteras son más porosas, con poco control de ambos lados”, dijo el fiscal al diario Folha de Sao Paulo.

Para el especialista, estas organizaciones forman parte de otras que   deben tener un mayor control sobre lavado de divisas para “descubrir quiénes se llevan la fortuna del narcotráfico”.

En ese marco, el fiscal dijo que, en el caso de Colombia, la desactivación de las FARC, en virtud del acuerdo de paz, crea una preocupación lateral, como qué harán las personas desmovilizadas, los exguerrilleros. “La pregunta es si podrán de algún modo ser reclutados por las organizaciones criminales que operan en el norte de Brasil”. (I)

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