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Los problemas en los diferentes barrios del noroeste de guayaquil son similares: ausencia de servicios básicos e inseguridad

Dirigentes de la Balerio Estacio piden a los vecinos asumir el cuidado de sus hijos

Por la cercanía con la ‘zona h’, los patrullajes se extienden hasta la cooperativa Balerio Estacio.
Por la cercanía con la ‘zona h’, los patrullajes se extienden hasta la cooperativa Balerio Estacio.
Néstor Espinosa / El Telégrafo
28 de junio de 2016 - 00:00 - Redacción Justicia

Es mediodía de viernes. El abrasador sol evapora las aguas servidas que corren libremente por patios, portales y calles, lo que enrarece el ambiente. Todos en el sector caminan con precaución, desconfían de todo, se mueven sigilosamente, como que no quisieran ser vistos. Al mismo tiempo, ellos también quieren observar y escuchar todo, especialmente si se trata de un extraño. Un hombre, en bividí con tatuajes por todo su cuerpo y el ceño fruncido aparece de repente, camina con un infante de la mano, aparenta ir a la tienda, pero se da la vuelta y toma otra dirección. Escucha la palabra seguridad y retrocede, pero nota que lo observan y retoma su camino.

Se trata de la quinta etapa de la cooperativa Balerio Estacio, una zona de invasiones en el noroeste de Guayaquil, con una historia ya de 25 años, donde el vecino Juan de la O, ante la pregunta de si existe seguridad en la zona, contesta con una carcajada y un lapidario: “aquí tienes la seguridad de que te asalten, te roben o te violen”.

De la O es oriundo del cantón Pedro Carbo, Guayas, y reside en el sector desde hace un año. Cuenta que en este tiempo ha visto de todo, por lo que no le impresiona para nada el asesinato de ‘Jean Carlos’, el niño que fue encontrado el miércoles pasado con signos de tortura y muerto al estilo ejecución. “Aquí uno tiene que adaptarse, no puede mostrar miedo, pero tampoco debes hacerte el valiente y meterte con cualquiera”, insiste De la O. En ese instante, nuevamente aparece el hombre en bividí, con tatuajes por todas partes y el ceño fruncido, ahora lo hace a toda velocidad subido en una moto, pero de repente regresa a la misma velocidad, esta vez perseguido por la policía. No previó que más arriba había un operativo policial, precisamente de control de motos. “¿Se da cuenta? Aquí sí hay seguridad, seguridad de que algo le pase”, sentencia Juan de la O.

La misma opinión tiene María, quien reside en el sector desde hace 8 años, con mucho recelo dice que todos ahí están expuestos al peligro. “Sí hay patrullaje, pero atrás de la policía van los pillos”, dice en voz baja. Más arriba, en el tope de una empinada loma están 5 motos y varios agentes de la Policía, en ese instante revisaban papeles a un motociclista, quien no infringe ninguna norma y se marcha con una sonrisa. “Estamos haciendo un control rutinario, por ahora todo está en orden”, dice el sargento Giovanni Almeida, quien explica que la cooperativa Balerio Estacio está unida al mediático sector intervenido por la Secretaría Técnica de Drogas (Seted) conocido como ‘zona h’.

El calor alcanza los 32ºC, pero la sensación térmica es de 35ºC, con una humedad del 68%. El agente camina hacia una tienda del sector a compartir una botella de agua mineral con sus compañeros, no sin antes sugerir cuidado en el recorrido.

Un poco más atrás de la loma, a través de una estrecha y sinuosa calle semiasfaltada con grandes baches generados por las aguas servidas está la estación de la línea de buses 110, ahí en un local que en algún momento funcionó un cyber es velado ‘Jean Carlos’, el pequeño de 8 años que fue encontrado con signos de tortura y ejecutado. Frente al sitio está Ramón Solórzano, dice que reside en la zona desde hace más de 2 décadas y que “en los últimos años realmente la seguridad se ha deteriorado”.

Solórzano cuenta que conoció de cerca al “varón Balerio Estacio y a Sergio Toral”, dos dirigentes de cooperativas de vivienda y con cuyos nombres fueron bautizados los sectores. Solórzano cuenta que entonces formaban comités de vecinos y “nos cuidábamos, pero ahora con la llegada de esa droga ‘h’ todos hacen lo que quieren”.

Ante el cuestionamiento de si entonces los vecinos ejercían la justicia por su propia mano, refiere a la Biblia y explica que esta habla de que “la violencia trae más violencia” y asiente ante la pregunta. Ahora hay patrullajes de la policía, pero algunos vecinos mantienen la costumbre de defenderse por sí mismos, según el dirigente. “Lo que pasa es que cuando hay caos cualquier cosa puede pasar”, reprocha.

Solórzano no cree la versión de que ‘Jean Carlos’ haya sido asesinado por robar, pero prefiere guardarse para sí mismo su opinión. Pide eso sí a los padres y madres de familia que tengan mayor cuidado de sus hijos. Que asuman la responsabilidad de cuidarlos y si tienen que trabajar que los recomienden con algún familiar. “No podemos creer que los niños se cuidan solos”.

Junto a Solórzano está el sicólogo Luis Sigüenza, del Ministerio de Salud, quien está en el sector en una unidad móvil de esa secretaría de Estado para ayudar a la familia del menor asesinado y todos quienes requieran consejería. Sigüenza confirma que para mucha gente parece normal tomarse la justicia por mano propia, pero que eso sucede porque hay falta de información sobre las acciones legales que deben tomar ante la presencia de algún delito. “Se nota que para cada acción hay una reacción y esa acción es de violencia”, destaca. (I)

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