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Caicho, el centenario militar y gendarme que cumplió con la patria

La banda de música de la Policía de la Zona 8, el  9 de marzo último, rindió homenaje al sargento (r) Manuel Mesías Caicho por sus 100 años de vida.
La banda de música de la Policía de la Zona 8, el 9 de marzo último, rindió homenaje al sargento (r) Manuel Mesías Caicho por sus 100 años de vida.
Foto: cortesía de la Policía Nacional
14 de marzo de 2017 - 00:00 - Redacción Justicia

Lúcido y apasionado. Así se muestra, a sus 100 años, el sargento (r) de la Policía, Manuel Mesías Caicho Esparza, quien el 9 de marzo, día de su onomástico, recibió un homenaje en el Cuartel Modelo de Guayaquil.

“Él siempre soñó con este día. Año a año, mientras pasaba el tiempo, repetía que si llegaba a su centenario quería que la banda de músicos de la Policía tocara para él y que sus compañeros, oficiales y de tropa, estuvieran presentes”, manifestó Margarita del Consuelo Caicho García, su hija mayor, quien tiene 59 años.

Buena memoria

El sargento Caicho, quien padece del mal de Párkinson, con mucha rapidez mental recuerda que a los 12 años, en 1929, salió de la parroquia Licto, del cantón Riobamba, para colaborar con la manutención del hogar.

Su padre, Rafael Caicho, había fallecido un año antes y desde ese momento prometió a su madre, Dolores Esparza, que trabajaría para ayudar a sus 10 hermanos.

El niño Manuel Mesías, como le decía su progenitora, salió para Riobamba y encontró empleo en el  consultorio del médico Juan Vacacela Gallegos, donde ganaba cinco reales mensuales por limpiar el lugar y atender a los pacientes. Un año y seis meses después moría su abuela paterna y una de sus hermanas de seis años.

Pese al infortunio, Manuel Mesías continuó en Riobamba porque necesitaba aportar económicamente en su hogar.

“Ahí fue que me encontré con mi compañero de escuela Publio Loza, que laboraba en un consultorio de la calle de enfrente, y él me dijo que en el Ejército estaban solicitando muchachos de 12, 13 y 14 años para que cumplan ordenanzas y decidí ingresar, porque pagaban 12 reales”.

Al poco tiempo, el jovencito Manuel Mesías cumplía con las órdenes de los oficiales del Ejército de la zona, quienes conocieron a su progenitor. “Hey, ese es el hijo del finado Rafael”, decían los militares dueños de unas tierras que colindaban con una pequeña propiedad del padre de Manuel Caicho.

Fue así como el trato diario con los oficiales y soldados del Ejército comenzó a direccionar el destino del niño de las ordenanzas y, a los 18 años ingresó al servicio militar.

El batallón de Caballería ‘General Dávalos’ acogió al conscripto Manuel Caicho y un año después pasó al Batallón de Ingenieros No.2 “Chimborazo”, donde obtuvo el grado de cabo primero.

Luego pasó por el batallón de Zaruma, en Portovelo, provincia de El Oro, por orden del Gobierno Central de esa época. Poco tiempo estuvo ahí hasta que regresó a Riobamba, fue trasladado a Guayaquil y posteriormente a Arenillas.

Héroe del 41

Cuando ejercía su labor en Arenillas, Perú invadió territorio ecuatoriano, y Manuel Caicho enfrentó a los soldados de esa nación.

Nunca esperó que ocurriera una guerra, pero al poco tiempo caía en manos de las tropas peruanas y terminó malherido en un hospital del Callao, como prisionero de guerra.

“Eso fue en Quebrada Seca, Arenillas, cuando una ráfaga enemiga nos dio a los soldados que cuidábamos la frontera. A mí me hirieron en la pierna y me llevaron preso. Cuando llegué al hospital hallé a dos compañeros heridos y cinco capturados. Ellos tenían buenas armas y nosotros fusiles viejos”.

Manuel de Jesús Caicho, otro hijo del centenario militar y policía retirado, rememora lo que el exgendarme le contó de niño y asegura que el triunfo peruano en la guerra del 41 no solo se dio por la falta de armas de nuestros soldados, sino también por sus excesos.

“La mayoría de militares eran mujeriegos y el enemigo sabía eso y contrataba mujeres con enfermedades venéreas para contagiarlos”, sostiene Manuel Caicho.

De la época de soldado, muestra sus fotos en blanco y negro, las cuales adornan las paredes de su casa, en las calles 34 y Maldonado, en el suburbio oeste de Guayaquil.

En Perú, Caicho estuvo 15 días en un hospital y luego lo devolvieron. Ya recuperado fue intercambiado con otros prisioneros peruanos.
La guerra había terminado y Ecuador había perdido gran parte de la región amazónica.

Su paso por la Policía

Este sentimiento de frustración hizo que Caicho siga defendiendo a su patria, pero esta vez para terminar con la guerra interna del país, con la delincuencia.

En 1949, por orden del presidente de la República, Galo Plaza, pasó a integrar la Policía Rural para terminar con la delincuencia en Manabí y Esmeraldas. “Ese grupo lo conformamos militares activos y pasivos, porque el presidente Galo Plaza no quería saber nada de los excarabineros”.

La existencia de la Guardia Civil, en ese entonces, no garantizaba la paz interna, según Caicho.

Además, el Cuerpo de Carabineros de la época había sido desarticulado por sus excesos y la nueva Policía empezaba su trabajo con buen pie. “Lo más interesante de mi carrera uniformada fue la limpieza de delincuentes que se registró en los recintos Miguelillo y Bijagual, en la provincia de Manabí. Eran los sitios más peligrosos del país”, recuerda Caicho, quien dice estar en manos de Dios porque llegar a los 100 años era lo que quería.

La pasión del centenario gendarme por su profesión es destacada por el general Marcelo Tobar, jefe de la Policía de la Zona 8, que comprende las ciudades de Guayaquil, Durán y Samborondón. El oficial lo pone como ejemplo por su entrega, primero a las Fuerzas Armadas y luego a la Policía ecuatoriana.

Sus ocho hijos le toman la palabra al general y reconocen que pese a sus “escapadas”, el sargento Caicho cumplió como esposo, padre y abuelo. El centenario policía estuvo casado con Alba García, quien murió a los 73 años en 2013. (I)

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