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4 mujeres escaparon de la furia del 'Sacamantecas'

4 mujeres escaparon de la furia del 'Sacamantecas'
29 de julio de 2016 - 00:00 - Redacción Justicia

Algunos asesinos alcanzan cierta fama, pero los que encuadran en el terrorífico grupo de los seriales logran transcendencia; sus historias adquieren un giro mítico, que parecen extraídas de algún libro de mitología criminal. Los asesinatos existieron para lamento de la sociedad.

El dolmen Aitzkomendi, un monumento megalítico, está en la localidad alavesa de Eguilaz, en España. Se trata de un sitio turístico que atrapa a los amantes e historiadores de la época prehistórica. Este lugar fue el epicentro de las bárbaras acciones de un criminal que alcanzó una funesta fama.

¿Quién es el ‘Sacamantecas’?

Juan Díaz de Garayo, a quien se lo conoció como el ‘Sacamantecas’, nació en esta tierra que está al noreste de la provincia de Álava, el 16 de octubre de 1821. Toda su vida fue analfabeto, trabajó primero como criado y después se desempeñó en tareas agrícolas en muchos pueblos de la comarca. Él sabía dónde encontrar comida y cobijo, conocía la región y los lugares apartados de Eguilaz.

La parte más tranquila de su vida corresponde al período de su primer matrimonio. Estuvo 13 años casado con una viuda rica y de más edad, a la que llamaban la ‘Zurrumbona’. La muerte de ella en 1870 fue el comienzo de su etapa criminal.

Él provenía de una familia que era un desastre, hijo de un varón borracho y cruel y de una mujer histérica y con 8 hermanos que heredaron los malos hábitos de los progenitores.

Tres matrimonios más completaron la vida de Díaz de Garayo. Su segundo hogar fue repleto de conflictos, entre ellos la muerte de su mujer a causa de la viruela; la tercera consorte fue una alcohólica a tiempo completo y pronto falleció. Un mes después de enviudar, y por tercera vez, contrajo nupcias con la viuda Juana Ibisate. Por más que se intentó relacionarlo con la muerte de sus mujeres, las evidencias no arrojaron pruebas positivas.

Asesino, violador y destripador

Entre 1870 y 1879 mató y violó a seis mujeres. Cuatro de ellas eran prostitutas. Las víctimas tenían edades muy dispares porque iban de los 11 a los 55 años.

La llamada alavesa próxima al dolmen Aitzkomendi fue el sitio del asesinato de la primera víctima.

El 2 de abril de 1870 mató a la primera mujer, una prostituta conocida como La Valdegoviesa, cuyo marido cumplía una condena. La actitud violenta del ‘Sacamantecas’ surgió después de una severa discusión por la paga de los favores recibidos.

Las personas que relataron la historia de este criminal, entre ellos Becerro de Bengoa, detallaron así el incidente:... “y Garayo, arrojándose sobre la mujer la derribó en tierra, la sujetó fuertemente, impidiéndole que gritara, le oprimió la garganta con las manos hasta dejarla medio estrangulada. Para acabarla de matar sumergió su cabeza en un pequeño remanso de agua, que hacía el arroyo, y que tenía pie y medio de profundidad, sujetándola con las manos y sosteniéndola en tal posición con una rodilla sobre las espaldas, hasta que observó que había muerto. El furioso asesino la desnudó, la extendió boca arriba sobre el arroyo, la contempló algún tiempo y, arrojando después los vestidos sobre ella, huyó hacia la ciudad”.

El temor llega a los niños

A la mañana siguiente un criado que caminaba por allí descubrió el cadáver y espantado corrió a la ciudad a comunicar el hallazgo y de allí surge el apodo, decían: “la asesinó un sacamantecas...”.

La primera causa fue archivada, un año después apareció un segundo cadáver, el de una viuda sin hijos que vivía de la caridad de la gente. Díaz de Garayo le propuso un paseo y le dio plata para comer. Después la esperó en una carretera y cuando se encontraba muy próximo al sitio del primer asesinato, otra discusión por dinero lo cegó, la derribó y estranguló hasta que murió. Era el 12 de marzo de 1871.

En Eguilaz la gente comenzó a temer y a crear fábulas dirigidas a los niños para que obedezcan. Los amenazaban con el ‘Sacamantecas’ y el terror se apoderó de los infantes.

La lista de asesinatos se incrementaría ocho días después cuando apareció el tercer crimen, la escogida por el criminal fue una mujer de cuestionada reputación, de 23 años, quien también fue estrangulada. Ella evidenciaba múltiples heridas en el pecho y en el vientre. El asesino la destripó.

Víctimas, detención y ejecución

La cuarta víctima, a la que mató de una forma distinta, fue una mujer labradora que había localizado en un lugar solitario. La hallaron con un profundo tajo, fue abierta de arriba a abajo entre otras atrocidades como crueles mutilaciones. Los asesinatos siguientes no dejaron de mostrar el crecimiento de su crueldad. Por fin, ante el clamor de los habitantes y el miedo generalizado, el Juzgado de Vitoria tuvo conocimiento de dos asesinatos por lo que elevó el caso del ‘Sacamantecas’ a las provincias inmediatas y probablemente a España. Comenzaron los interrogatorios, pero las personas poco podían aportar.

No obstante, las pericias indujeron a pensar en Díaz de Garayo, a pesar de los pocos datos que se tenían porque ya había estado encarcelado, por lo que ordenaron su búsqueda y captura.

El 21 de septiembre, según la crónica de Becerro de Bengoa, Juan Díaz de Garayo y Ruiz de Argandoña volvió a Vitoria, fue apresado y conducido a la cárcel, donde confesó 6 asesinatos y 4 tentativas. Lo detuvo un perspicaz alguacil llamado Pío Fernández de Pinedo, quien lo reconoció cuando se cruzó con él por la calle, por la descripción que habían hecho las víctimas que sobrevivieron a su ataque.

El 11 de mayo de 1881 el ‘Sacamantecas’ era ejecutado en público, a garrote, en el Polvorín ante la expectación de un pueblo.  Después se supo que entre 1873 y 1874 atacó a una prostituta y a una mendiga, las cuales lograron escapar con vida.

Las crónicas de la época lo describen como el poseedor de un perfil criminal perfecto, que el ‘Sacamantecas’ era una prueba irrefutable de su degeneración y que esto era evidente por su aspecto físico, frente breve y huidiza, cerebro pequeño, ojos juntos, nuca plana. Díaz de Garayo inspiró a poetas, escritores y libretistas. Incluso en los días de la ejecución se repetían versos como: “Redoblan ya los tambores, el verdugo presto está”... (I)

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