Tras 27 horas de honras fúnebres, los restos de Edison Guevara Zúñiga, militar de 30 años fallecido en el accidente aviatorio en Pastaza hace dos días, recibió hace pocos momentos cristiana sepultura.

Un intenso frío y fuertes ráfagas de viento no impidieron la llegada de cerca de tres mil personas, entre familiares, compañeros, amigos y vecinos, quienes acudieron esta tarde a la misa campal en Huambalito, caserío del cantón Pelileo en Tungurahua, de donde el soldado era oriundo.

Allí se dio el último adiós la soldado, quien hoy es recordado por su actitud positiva y espíritu alegre.

"No hay palabras para expresar el dolor que sentimos. Edison deja un gran vacío en el corazón de sus padres, hermanos, conocidos, esposa, dos pequeños hijos, e incluso de un bebe que viene en camino y que nunca lo conocerá. Todos sus allegados lo recordamos con una gran sonrisa y amabilidad, aspectos que lo caracterizaban desde adolescente", dijo entre lágrimas y muy afectado Diego Guevara, hermano del fallecido.

Cientos de arreglos florales y coronas fúnebres, engalanaban la calle que conduce al campo santo, lugar al cual llegó el ataúd en hombros de familiares y escoltado por personal familiar.

"Siempre estarás en nuestros corazones amigo mío, el legado que dejas quedara impregnado en Huambalito y en cada hogar al que alegraste con tu presencia", expresó entre sollozos Miguel, uno de sus amigos de infancia, mientras el féretro era depositado en su última morada.

Los restos reposan en el cementerio del caserío, ubicado a 2.900 metros de altitud y a 30 minutos de Ambato, donde están enterrados varios antepasados del militar.

"La bandera del Ecuador a media asta y el volcán Tungurahua, el cual te encantaba divisarlo desde la plaza del pueblo, comparten nuestro dolor y demuestra el respeto que esta tierra le tuvo en vida y tiene hoy, a Edison, un gran hijo, padre, colega y sobre todo amigo", señaló Roberto, uno de los colegas militares del fallecido.

Pese al rígido protocolo que el personal militar guardaba durante el sepelio, lágrimas rodaban por las mejillas de los militares presentes, quienes al embarcar a su compañero hace dos días en un avión, nunca imaginaron que ese sería el último adiós. (I)