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Una boleta de auxilio no ayudó a Libia a sobrevivir

Una boleta de auxilio no ayudó a Libia a sobrevivir
05 de marzo de 2019 - 00:00 - Redacción Justicia

Libia llevaba en su cartera una boleta de auxilio y un cuchillo de cocina.

La mujer, de 41 años, apareció muerta en la cama de la habitación 307, en el tercer piso de un antiguo hotel, ubicado en las calles Quito y Aguirre, en el centro de Guayaquil.

En el colchón, junto a ella, estaba el cuerpo de su exesposo Alfonso, por quien solicitó la medida de protección.

¿Por qué una mujer agredida y con miedo estaba con quien se lo provocaba? Zoraya Bohórquez, psicóloga jurídica y forense, explica que existe un síndrome denominado de la mujer maltratada.

“Lo que es fácil para unas, para otras no lo es. Una puede decir que correría, pero ella no puede. La mujer aprendió a ser indefensa, que no tiene otros recursos, que no importa cuánto denuncie, pues el hombre que la violenta le ha dado señales de que nadie la va a defender, ni proteger, que estará sola”.

Evaluar riesgo

Bohórquez enfatiza que el Estado no solo debe preocuparse que la mujer denuncie, sino evaluar el nivel de riesgo.

“Hay que identificar si la mujer solo requiere una boleta de auxilio o necesita protección policial o salir de su entorno para llevarla a un lugar seguro. Nuestro sistema de protección es débil, no hacen lo correcto”, sostiene.

El caso de Libia fue uno de los 59 femicidios que se registraron durante el año 2018 en Ecuador; siete ocurrieron en Guayas. En lo que va de este año (hasta el 17 de febrero) se reportaron siete casos a nivel nacional, de acuerdo con cifras del Ministerio del Interior.

Era la tarde del 5 de noviembre de 2018. Los cuerpos de Libia y Alfonso fueron descubiertos porque no salieron de la habitación a la hora que correspondía.

Christian Rengifo, jefe zonal del departamento de Criminalística, acudió a la escena del crimen.

Él explica que para la investigación se realiza la inspección ocultar técnica. Junto a los cuerpos se ubican los pequeños triángulos amarillos con letras (en este caso A en el hombre y B en la mujer).

“El masculino presentaba heridas cortantes en garganta y tórax. La fémina también tenía el mismo tipo de heridas, pero además hematomas cerca de la región genital. Las heridas permiten ver la dinámica del hecho; el cuerpo es el indicio principal”, indica.

En cambio para otros indicios se ponen triángulos con secuencia numérica. Todo es fijado con fotografías generales y de detalles, hasta con testigo métrico (una regla para constancia del tamaño).

En esta escena, sobre la cama, estaba un indicio: el cuchillo que al parecer se había usado para herir a Libia.
Ese no era el único elemento. Próximo a ellos había otros objetos importantes, sobre un velador a la derecha de la cama. Estos fueron numerados con el 3 y el 4: el celular y una botella transparente con un líquido incoloro.

“Un celular, en todo tipo de investigación criminalística, es esencial, porque se puede extraer información de los últimos movimientos de la persona y hallar conversaciones entre víctima y victimario”, explica Rengifo.

La cartera fue señalada con el número 2. Rengifo se refirió a lo encontrado. “Esto también es motivo de análisis de victimología y criminología. Además de la boleta de auxilio tenía un arma para la defensa. Eso nos muestra que se sentía vulnerada. Pese a ello ingresa a un hotel con esa persona, porque la tenía bajo un proceso de dominio por la violencia”.

La investigación no se quedó en la habitación, sino en el resto de pisos. En el hotel había un circuito cerrado de cámaras de seguridad, así que el disco duro con el material fue otro indicio.

Dos cartas en la escena

Otro femicidio ocurrió en una precaria vivienda del noroeste de Guayaquil. En una habitación había dos víctimas. Ella en el suelo y él sobre la cama con un soga rodeando su cuello. En la ropa del hombre había dos cartas; cada víctima firmó una.

En la carta con el nombre de la mujer -entre otras cosas- decía que por favor no culparan a nadie, menos a su esposo; que ella había pedido que la matara, porque lo había engañado y que la familia de él cuidara a sus hijos.

En el papel con el nombre del hombre estaba escrito que él la mató por puerca por “revolcarse” con un guardia y que si “ella no era para mí, no sería para nadie”.

Luego de los análisis Criminalísticos, a través de documentología, se determinó que las dos cartas fueron escritas por la misma persona.

Perfil del agresor

Verónica Molina Coloma, investigadora en psicología y psicopatología criminal, detalla que un agresor usualmente se caracteriza por presentar déficit psicológico o la presencia del algún trastorno psicopatológico.

Entre los primeros mencionó pérdida del control de la ira, dificultades en la expresión de emociones, distorsiones cognitivas acerca de la mujer y la relación de pareja, déficit de habilidades de comunicación y de solución de problemas.

Entre los trastornos psicopatológicos menciona el consumo abusivo de sustancias, celos patológicos y trastornos de personalidad.

“En el caso citado se puede pensar que el agresor presentaba los desajustes psicológicos, pero también celos patológicos (trastorno mental) que tuvo como desenlace la muerte de su pareja”.

Agrega que en la mente del agresor no tiene sentido matar al rival porque ello deja la puerta abierta para que aparezcan nuevos rivales. En su mente es ella quien provoca el deseo y al matarla evitaba la humillación de verla con otro hombre y apaciguar el dolor por la perdida del amor.

El agresor huye a tener que enfrentarse a la censura pública y penal. En ese sentido el suicidio se convierte en una salida extrema ante una situación personal. (I)

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