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El Telégrafo
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La pacificación de las favelas de Río de Janeiro agoniza

El pasado fin de semana, 950 soldados fueron desplegados para reforzar a la policía en Rocinha y así tratar de controlar la lucha entre pandillas.
El pasado fin de semana, 950 soldados fueron desplegados para reforzar a la policía en Rocinha y así tratar de controlar la lucha entre pandillas.
Foto: AFP
27 de septiembre de 2017 - 00:00 - AFP

En 2008, Santa Marta fue la primera favela de Río en ser ‘pacificada’. Conocida por ser escenario de un videoclip de Michael Jackson a finales de los 90, rápidamente se convirtió en un modelo: la comunidad que abría sus puertas incluso a turistas extranjeros.

Pero las cosas han cambiado y no respetan ni siquiera al ‘rey del pop’.

Hace un mes, su estatua de bronce, orgullo y atracción de esta barriada a los pies del Cristo Redentor, apareció con un fusil colgado al cuello.

La imagen mostró quién manda de nuevo ahí.

Desde entonces se han dado al menos seis tiroteos, con un policía herido de bala, lo que deja a Santa Marta como ejemplo de que la ‘pacificación’ agoniza.

El proyecto nació hace casi una década con la mirada puesta en el Mundial-2014 y los Juegos Olímpicos-2016, cuando el gobierno de Río decidió cambiar su estrategia de guerra al crimen instalando en las favelas las llamadas Unidades de Policía Pacificadora (UPP).

Ese cuerpo, pensado para ser de proximidad, desplegó 9.500 agentes en 38 comunidades y, aunque desde 2013 empezó a acumular denuncias de actuaciones arbitrarias y corrupción, permitió que Santa Marta viviera seis años sin tiros.

La favela que visitaron Madonna y Joe Biden tenía todos los ingredientes para triunfar: solo 5.000 habitantes, límites con la rica zona de Botafogo y el empuje de líderes fuertes.

Pero pasados los megaeventos deportivos, con Río hundido en la crisis y policías pagados con retraso, los problemas se acentuaron.

“Santa Marta ya no está pacificada. Se llama favela pacificada, pero ya no tenemos paz. En cualquier momento puede haber un tiroteo”, señala ‘Ze’ Mario Hilario, el aguerrido presidente de la asociación de vecinos, de 57 años.

El miedo a las represalias

Aunque la violencia en favelas del extrarradio es peor, la tensión en Santa Marta es claramente palpable.

Casi nadie se atreve a hablar por miedo a represalias. “Aquí es mejor decir ‘yo no sé, yo no vi’”, resume una señora en la cola de una peluquería.

Las cifras oficiales ponen los pelos de punta: en el primer trimestre de 2017, hubo 623 enfrentamientos en favelas ‘pacificadas’, siete por día. Incluso en las que rodean las ricas Ipanema, Copacabana o Leblon, como el intenso tiroteo de cinco horas que este fin de semana dejó un muerto y tres heridos en Rocinha.

Con más de 100 policías asesinados este año, ocho en UPP, la secretaría de Seguridad Pública ya no permite que periodistas visiten las unidades ni que entrevisten a sus agentes, ni siquiera en Santa Marta.

Una opción para conocerla, entonces, es el ‘Río Top Tour’, el circuito que lanzaron en 2010 los vecinos.

Un funicular sube su cerro, una postal de coloridas casas con la mejor vista: de un lado, el Cristo y, del otro, el Pan de Azúcar.

La última parada es en la cima, donde está la UPP. Al lado del edificio del que entran y salen agentes, una cabina de vigilancia parece abandonada.

Más abajo, en la ‘plaza Michael Jackson’, cinco policías con chalecos antibalas y fusiles custodian la estatua. Poco antes del anochecer, apenas un visitante brasileño se animó a subir.

“Con todo lo que está cayendo en las favelas, imagino que los turistas están recelosos”, especifica Andrea Miranda, que vende souvenirs en la plaza.

Minutos después, las estadísticas cobran vida: fuertes, secos y muy cercanos, estallan entre tres y cuatro tiros.

El futuro de las favelas es incierto

Los narcotraficantes tratan de retomar el control de las favelas desde 2013, aprovechando resbalones de las UPP, como el caso de la desaparición del albañil Amarildo Dias tras ser detenido por agentes de Rocinha.

El futuro parece incierto para este proyecto y para esos barrios donde vive un cuarto de la población de Río.

En agosto, la secretaría de Seguridad anunció que retirará 3.000 agentes de las UPP para reforzar el patrullaje en zonas metropolitanas donde ‘se concentra el 86% del crimen’.

“Mientras sea secretario, las UPP no van a terminar”, garantizó Roberto Sa.

Aunque casi 70% de los habitantes de comunidades con UPP las consideran fallidas, 60% quiere que permanezcan, según el Centro de Estudios sobre la Seguridad y la Ciudadanía.

Silvia Ramos, una de las coordinadoras, lamenta que el avance acelerado de esa policía cada vez más represora no se viese acompañado por proyectos sociales, aunque cree que la situación podría mejorar apostando por inteligencia.

“No quiero decir que el proyecto está fallido porque, entonces, podría abandonarse. Y si se abandonara, el mensaje que estaríamos transmitiendo es: entregar las favelas a los grupos armados y salvemos el Río de los ricos. Sería un momento fúnebre”, advierte.

Ze Mario tiene esperanza y se resiste a aceptar que la canción que Michael Jackson grabó en 1996 valga todavía hoy: ‘They don’t care about us’ (No les importamos). (I)

1,5 millones de habitantes vive en las favelas

Luiz Fernando Pezão, gobernador de Río de Janeiro,  admitió la semana pasada que no podría continuar con su administración, cuando pidió la asistencia del ejército brasileño para ayudar a controlar la situación en Rocinha, una de las favelas más grandes de la ciudad.

El sábado la policía informó que la mayor favela de Río de Janeiro está nuevamente bajo control, tras días de intensos tiroteos.

De acuerdo con su informe, la guerra en la favela Rocinha, asentada entre 3 de las zonas residenciales más ricas de la ciudad, presuntamente opone a su exjefe del tráfico Antonio Francisco Bonfim alias ‘Nem’, preso desde 2011, disconforme con su sucesor Rogério Avelino da Silva ‘Rogério 157’, hoy buscado y con orden de captura.

Según el portal de Costa Rica, Mercado Militar, los acontecimientos son una señal peligrosa de que Río podría hundirse de nuevo en la inestabilidad y violencia que caracterizó a la ciudad en la década del 90 y principios del 2000. La web agrega que la crisis política y económica agudiza estos problemas en Río de Janeiro.

Alrededor de 1,5 millones de personas, un cuarto de la población de la ciudad, viven en barrios informales y la apertura de las hostilidades tanto en Rocinha como en Santa Marta, en el elegante barrio de Botafogo, simboliza la creciente crisis en la segunda ciudad más poblada de Brasil.

Estos 2 puntos fueron considerados desde hace tiempo como las favelas más seguras y menos violentas de la ciudad. (I)

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