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«El poder punitivo con los seres inferiores»

«El poder punitivo con los seres inferiores»
14 de mayo de 2013 - 00:00

14-05-13-policial-Hebert-SpencerDurante años, decenas, cientos de años, en el nacimiento de Europa, los pensadores de la cuestión criminal no podían ser “insensibles” a los temores del sector social al que debían su posición discursiva dominante y, en consecuencia, comenzaron a adecuar su pensamiento y no correr el riesgo de desligitimar el poder punitivo (castigador) necesario para mantener subordinados a los “indisciplinados” y fuera de las ideas de quienes dominaban.

Entre los ideólogos que reforzaron ese poder estaba el alemán Friedrich Hegel. Sobre sus teorías, los criminólogos y penalistas concluían que los seres humanos se dividen en “no libres” y “libres”, y el derecho era patrimonio solo de estos últimos.

Pues bien, cuando un “no libre” lesionaba a otro no cometía delito, sino que operaba sin ninguna relevancia jurídica, porque no realizaba propiamente una conducta. Por el contrario, solo podían cometer delitos los “libres”;  eran quienes sí tenían conducta.

El efecto práctico era que a los “libres” se les retribuía o castigaba con penas de quitarles la libertad en  proporción al hecho, o sea, con límites. En tanto, a los “no libres” que causaban daño se los sometía a “medidas” de seguridad, considerando el peligro que implicaban para los otros.

Casi un siglo después, con otros pensadores y otras teorías, el control del poder punitivo seguía siendo casi idéntico. Dividía  a los “seres superiores” de los “inferiores”.

La categorización racista de los seres humanos tiene, así, una larguísima historia. Herbert Spencer, quien no era médico, biólogo, filósofo ni jurista, sino ingeniero de ferrocarriles, fue en su momento uno de esos pensadores que aumentó aquella realidad. Tal como lo hizo  Darwin con la especie animal, él afirmaba que en la sociedad sobreviven los seres humanos más fuertes. Por eso sostenía que no se debía ayudar a los pobres, para no privarlos de su derecho a evolucionar; decía que la filantropía era un error, al igual que la enseñanza obligatoria o gratuita, porque si no les costaba nada no lo valorarían. Y para controlarlos apareció la Policía.

(Nota: Tomado de “La Cuestión Criminal”, capítulo 6. Autor: Eugenio Raúl Zaffaroni)

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