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El Telégrafo

¿Quién lidera la ‘derecha democrática’?

¿Quién lidera la ‘derecha democrática’?
06 de febrero de 2012 - 00:00

Ha empezado la campaña (más bien la disputa) para colocarse del otro lado del proyecto liderado por Rafael Correa. Y hay muchos candidatos, aspiraciones y roces del lado de lo que ahora se denomina derecha “democrática” (en la cual también se colocan algunos de aquellos que antes se autodefinían como “izquierda democrática”).

La pregunta que ronda es si esa derecha (auspiciada políticamente por un supuesto vacío ideológico de los sectores tradicionales) concibe el nuevo escenario político como una oportunidad para fortalecer y profundizar la democracia en los términos planteados en la Constitución vigente o para volver al pasado y hasta pensando en recuperar la Constitución de Sangolquí que afirmó la era (nefasta) neoliberal.

Si es lo primero, ninguna de las figuras que hablan desde esa postura se manifiesta, por ejemplo, a favor de cambiar la Constitución, a pesar de que ciertos editorialistas que comulgan con ellas ya han advertido que el cambio fundamental es eliminar el sistema de participación ciudadana. Y si no la van a cambiar, ¿con qué presupuesto político van a desarrollar su oposición y oferta electoral?

Si es lo segundo, todos evitan hablar de un cambio de Constitución, incluso, muy tímidamente y hasta con vergüenza, reconocen los beneficios del modelo vigente.

Pero lo que cuenta en realidad es quién la va a liderar o entre quiénes se puede contar para afrontar un escenario de enfrentamiento al Gobierno actual. Este fin de semana Sociedad Patriótica tuvo su asamblea, reeligió a su director (claro porque su presidente vitalicio tiene nombre y apellido) y han dicho que si hay una figura que supere a Lucio Gutiérrez (será solo en términos electorales, seguramente) estarían dispuestos a deponer su candidatura. Y por lo tanto, dejan una apertura a cualquier alianza.

El Movimiento CREO ya hace cuentas y, por testimonio directo de sus actuales operadores, tiene contactos con varias personas y grupos para afinar un frente de derecha.

En cambio, en los partidos tradicionales (PSC, Madera de Guerrero, Democracia Cristiana, Prian, el sector de la Izquierda Democrática y algunas figuras sueltas) no hay síntomas de organización o acción político-electoral. Se sabe, como lo dicen las fuentes consultadas, que Jaime Nebot no quiere ni “siquiera meter las narices en los cabildeos”, porque sería legitimar su incidencia y presencia.

Mientras otra fuente señala que esperará hasta cuando “todo esté maduro para contar con una opinión y sugerencias”. De hecho, en la derecha dan por descontado que el alcalde de Guayaquil seguirá en ese cargo hasta el fin de su gestión. Es decir, hasta 2014.

Entonces nace la otra pregunta de rigor: ¿Qué mismo le mueve a la derecha ecuatoriana para disputarle a Correa el poder político si, como dicen las figuras de la llamada “izquierda desencantada”, el actual modelo ha favorecido a los negocios, a los banqueros y a los empresarios? Si eso fuese cierto, la derecha no debería disputarle nada a Correa y ¿preferiría dejarlo gobernar cuatro años más?

La justificación, en boca de Mae Montaño, es que la “gente no dependa del Estado”. Además recula cuando se le interroga si van a desmontar las políticas del presente Gobierno. Y ella, como César Monge, Mauricio Rodas, Guillermo Lasso, César Montúfar, Andrés Páez, Fabricio Correa, Osvaldo Hurtado y Lucio Gutiérrez coinciden en algo, con lo cual también comulgan Alberto Acosta, Gustavo Larrea, María Paula Romo, Paco Moncayo, Lourdes Tibán y Jorge Escala: ganarle a Correa porque, supuestamente, “le hace daño a la democracia”.

Si la derecha entiende democracia como sinónimo de libre mercado, entonces es lógico que se junten para recuperar el rol del mercado en la conducción del Estado y de la sociedad. Si la izquierda entiende democracia como sinónimo de revolución socialista (que no la han dicho ni han explicado), entonces tendrá un escenario complicado para afrontar electoralmente su tarea si estará al frente Correa demandando la defensa de la actual Constitución y la profundización de la Revolución Ciudadana.

De hecho, la izquierda (como ya ocurrió con Lula en Brasil) con todo lo que ha dicho y ha hecho desde la toma de distancia con Correa, pierde la referencia de dónde está la derecha y cómo luchar contra ella, pues no considera los peligros que entraña para sí misma. Esa izquierda confunde un aliado “contradictorio, moderado,  con un enemigo” (en palabras de Emir Sader), con lo que quiere decir que “no consiguió aprehender la realidad del campo político existente”.

Por lo tanto, si hay que estar claros de dos cosas, que en la derecha no hay confusión. Una: Correa es su enemigo principal porque con él ha perdido muchos privilegios, rentas, ganancias y su incidencia directa en la gestión estatal.

Dos: no comulga con el paradigma del Buen Vivir, con la expansión y sustentación de los procesos del ALBA, Celac y Unasur, menos aún con la pérdida de hegemonía de Estados Unidos en la región, además de buscar una ampliación del mercado interno sobre otras bases estructurales de acumulación y equidad.

Y si eso sustenta su discurso de fondo (que no lo hace ya tan explícito en sus intervenciones, pues lo camufla con la reivindicación de libertades), ¿cómo va a afrontar esta etapa proselitista? Por ahora cuenta con unos alfiles que le funcionan: esos ex agentes de inteligencia que circulan y nutren de supuestas denuncias de corrupción y hasta de injerencia extranjera.

A ellos se suman unos medios de comunicación “encantados” de hacer “supraperiodismo” en favor de unas causas eminentemente empresariales con el sustento y sustrato de la libertad de expresión como su bandera.

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