Que 33 países se atrevan a dejar fuera de un foro a Estados Unidos ha sido un pecado para los “criollos”. Que América Latina, sin convocatoria de Washington o la SIP, se siente a discutir sus problemas avergüenza a los “cultos” e “inteligentes”. No importa si en ese foro está Juan Manuel Santos o Sebastián Piñera.

Lo que antes era una bandera y un símbolo de soberanía, para esos criollos (por su condición ideológica y hasta étnico-cultural) ahora no cuenta porque quienes la levantan y le dan sentido son unos “izquierdosos”. Descartan que entre ellos figuren líderes a los que aplauden cuando coinciden con sus supuestas defensas de cierta libertad de expresión.

Y como esos criollos sintonizan y hasta dictan ciertos titulares, lo más significativo del nacimiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) ha sido que no se pudo reemplazar a la Organización de Estados Americanos. ¿Ese fue exactamente el propósito? ¿O desde su limitada visión no ven lo de fondo? Lástima que se leen entre ellos mismos y no tienen otros referentes y hasta la perspicacia de consultar otras fuentes.

Bastaría con revisar los discursos de los presidentes “izquierdosos” y “derechosos” en Caracas para descubrir un hondo sentimiento autonomista, diverso y plural claro, pero con hondas resonancias bolivarianas, sin ningún dejo de fanatismo. Simón Bolívar saltó de sílaba en sílaba como un legado presente y vigente en toda su dimensión.

Estas “republiquetas”, como antes nos calificaban y de la que ahora se hacen eco estos “criollos”, ¿han colocado a Estados Unidos en el patio trasero de América Latina? No, simplemente ahora, en el mismo idioma, con los mismos problemas y con soluciones propias, hemos decidido construir nuestro propio destino, sin designios en inglés y con menos fórmulas del FMI o del Banco Mundial.

Ahora, a ojos de la realidad, Estados Unidos debe aprender de América Latina. En esta región se ha dado respuesta a la crisis sin necesidad de sacrificar a la gente, se ha podido superar la pobreza (aún lacerante) sin las recetas ni los paquetazos, se ha concretado la integración sin pedirle permiso a nadie y con la facultad soberana de proponer otras ilusiones.

Son tan cortos de mira estos “criollos” (para complacer a cierto imperio hasta escribirían en inglés) que profesan una doble intención en la creación de la Celac: acabar con la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). No ven para nada el eco de la Carta de Jamaica, de Simón Bolívar. ¡Qué va!

Por lo pronto, la Celac imprime un sello fuerte y sonoro en el planeta: se consolida un foro, un escenario y hasta una plataforma soberana y autónoma para asumir retos desde la mirada latina, con un fuerte acento en la integración política, que debe derivar en una mayor y profunda relación comercial y económica, para dejar atrás la crisis, generada en gran medida por el desequilibrio impuesto por Estados Unidos. Los “criollos” de esto no entienden porque necesitan de cierto traductor.