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“Yo no me doblego, seguiré luchando”

“Yo no me doblego, seguiré luchando”
02 de septiembre de 2017 - 00:00 - Redacción País Adentro

Hace 32 años le diagnosticaron diabetes. Desde ese tiempo, Abraham Litardo Salamea, de 67 años, viene luchando y no se deja doblegar por las adversidades. El orense, que reside  en Vergeles, norte de Guayaquil, perdió sus dos extremidades hace año y medio a causa de su enfermedad, y desde hace un año se mantiene vendiendo caramelos en el centro de la ciudad.

Litardo contó que fue guardián del extinto INFA (Instituto de la Niñez y la Familia). También trabajó en Oroporto S. A. , su último empleo, del cual tuvo que irse luego de perder sus dos piernas. “Me desampararon, me botaron. No me dejo doblegar, sigo luchando. Hay personas que lo tienen todo y no trabajan”.

Abraham vive junto con su esposa y una hija de 33 años en Vergeles. En total tiene nueve hijos de cuatro compromisos. La cónyuge tiene osteoporosis  y no se puede levantar de su cama.

La necesidad lo ha obligado a trabajar pese a no contar con sus piernas. “Soy el eje de la casa. Tengo que pagar luz, agua y llevar algún alimento. No gano mucho, estando en la casa no se hace nada, más me voy a enfermar si me encierro. Por fuerza y razón tengo que salir a buscar algún centavo”, manifestó.

De acuerdo con Litardo, nunca ha recibido ayuda del Gobierno. “Hace un mes fui al MIES (Ministerio de Inclusión Económica y Social), me atendió una abogada y, como siempre, me dijo: “Tenga paciencia y regrese a fin de mes”. Por eso le dije: “Abogada, qué hiciera usted si yo le muestro un video de la gente pudiente que cobra el bono y yo que soy patuleco nunca he recibido un centavo, una ayuda”.

Abraham labora desde las 10:00 en el centro de Guayaquil, principalmente en la avenida 9 de Octubre. Sale desde Vergeles a las 9:00 en una tricimoto que lo deja en la estación de la línea 63, ahí los conductores lo ayudan a subirse y bajarse.

“Vivo en la tercera etapa de Vergeles, manzana 77-A, cerca está la iglesia evangélica Sharan. Seguiré luchando por mi familia hasta mis últimos días”, subrayó Litardo, quien expresó que tiene que ponerse unas esponjas en las rodillas para paliar en algo el dolor que siente al movilizarse en esas condiciones.

Afirma que la situación de sus hijos es crítica, por lo cual tampoco ha podido recibir ayuda de ellos. La hija que vive con él está desempleada hace un año. “Mis hijos me abandonaron, no nos visitan. Aparte, ellos están igual de pobres que yo”, mencionó con tristeza Abraham, quien no solo tiene que vender la mayor cantidad de caramelos para la alimentación de sus familiares, sino para las medicinas que necesita su esposa.

Confesó que cuando se quedó sin piernas pensó en tirarse al abandono, pedir limosna, incluso quitarse la vida, pero la condición de su esposa lo hizo reflexionar y decidió trabajar.

“El llanto de mi esposa por los dolores que tiene en los huesos me quebranta, ella también necesita atención, espero que las autoridades nos ayuden”, subrayó. (I)

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