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Los medios impresos eran de tendencia liberal

La historiografía de la huelga general de 1922

La historiografía de la huelga general de 1922
07 de septiembre de 2014 - 00:00 - Ángel Emilio Hidalgo, Historiador

Al revisar las fuentes en torno al 15 de noviembre de 1922, detecto narrativas teleológicas atravesadas por ideologías políticas en buena parte de los intelectuales que han reflexionado sobre este acontecimiento. Se dice habitualmente que estamos frente al ‘bautismo de sangre’ de la clase obrera ecuatoriana, sin mayor criticidad respecto a las condiciones históricas del momento, la capacidad de agencia de los actores políticos y la naturaleza de sus proyectos.

Por otro lado, no se ha reparado en la influencia que jugó la prensa en la construcción de la opinión pública, habida cuenta del ‘estado de sitio’ en el que prácticamente los huelguistas mantuvieron a la ciudad de Guayaquil, la semana de la huelga general. Es evidente que más allá de los rumores que se esparcían y las noticias que se difundían de boca en boca, la lectura de los periódicos fue una práctica obligatoria entre quienes seguían el curso de los acontecimientos.

Tres eran los principales periódicos que circulaban en Guayaquil, hacia 1922: El Universo, El Telégrafo, El Guante, todos de tendencia liberal. También había periódicos filoanarquistas, como El Proletario y El Cacahuero.

Si nos atenemos a la historiografía, podemos concluir que existen alusiones someras al rol de los periódicos durante la huelga general. Así, el historiador estadounidense Ronn Pineo, en un artículo publicado en 1992, ensaya una interpretación sobre las condiciones que motivaron la agitación popular y la radicalización obrera, al tiempo que se refiere, al paso, a ciertas opiniones publicadas en El Universo. En ellas, da cuenta del parcial respaldo que inicialmente recibieron los huelguistas de la prensa: “Los editores de los periódicos se concentraban alrededor de la huelga y la opinión editorial en los mayores diarios hacía hincapié en lo razonable de los reclamos”.1

Pineo continúa describiendo el eco que tuvo la huelga en la prensa, centrándose en la versión de la crisis que da El Universo, cuando el 10 de noviembre hace un llamado a “atacar el origen del problema”.2 Según este medio, “la verdadera causa del malestar laboral, era el problema del cambio de la moneda”,3 opinión que coincidía con la de los síndicos contratados por los manifestantes: José Vicente Trujillo y Carlos Puig Vilazar. El pedido puntual consistió en solicitar al presidente José Luis Tamayo que “detenga el control monopólico del cambio monetario”.4

Un año antes, el autor Patricio Martínez 5 ya había tasado el papel de la prensa, en relación a un discurso de tinte oligárquico que sucedió a la matanza de los obreros del 15 de noviembre de 1922. Martínez realiza un análisis del discurso a las voces ‘oficiales’ del Gobierno, lo cual resultaría comparable a la ‘posición tibia’ de ciertos medios guayaquileños, especialmente diario El Universo.

En 1986, el sociólogo Alexei Páez6 trazó una descripción detallada de los actores políticos y sociales de 1922, caracterizando los grupos en conflicto y destacando el papel de los círculos anarcosindicalistas, así como de la prensa obrera en la década del 20, que intervino en la coyuntura.

El texto de Páez es importante porque logra derribar el mito de la historiografía institucional del movimiento obrero que hablaba de la existencia de una organización anarquista que fracasa en la huelga general de 1922.7 Por el contrario, Páez demuestra la precariedad organizacional del movimiento, lo que finalmente aparece como su principal debilidad. Esa improvisación en la toma de decisiones y ausencia de organicidad vuelve vulnerable a la agencia política de los huelguistas y posibilita, de algún modo, la aparición de otras agendas, distorsionándose así el reclamo original de los trabajadores.

Jaime Durán Barba, en la introducción al volumen de Pensamiento Popular Ecuatoriano,8 pudo vislumbrar los nexos que existían entre la burguesía comercial y bancaria con los ‘intelectuales’ que asesoraron y en determinado momento estuvieron al frente de la huelga de 1922. Durán Barba analiza el rol de los intelectuales como agentes políticos, cuya ‘autoridad’ se basa en el saber letrado, “con una amplia posibilidad de actuar en el seno de las asociaciones”.9

Entre las fuentes que ayudan a aclarar el talante de las reivindicaciones de los obreros, figura el texto de Alejo Capelo sobre los sucesos de 1922.10 Alejo Capelo Coello fue uno de los principales protagonistas de la huelga general de 1922 y dirigente máximo del Frente Regional de Trabajadores del Ecuador (FRTE). Escribió dos textos en recuerdo del 15 de noviembre y en el último de ellos, que fue publicado poco antes de su muerte, dejó sentado su testimonio y relató las maniobras políticas que realizaron algunos integrantes de la huelga, cercanos a la Confederación Obrera del Guayas, organización que mantuvo una actitud conciliadora con el gobierno de José Luis Tamayo.

Narciso Véliz,11 por su parte, líder sindical y director del periódico filoanarquista El Cacahuero, acusa directamente a los abogados de los trabajadores, Carlos Puig Vilazar y José Vicente Trujillo, de haber traicionado a sus compañeros y al contenido original de las reivindicaciones obreras, en la huelga general de 1922. Esta fuente es de gran importancia porque expresa, muy claramente, la posición de los obreros y artesanos manifestantes: “No teníamos que ver nada en el asunto del cambio”.12

Finalmente, subrayo el testimonio colectivo que aparece en una obra compilada por Jaime Durán Barba,13 a inicios de la década de los 80. Son dos volúmenes que contienen los relatos de algunos protagonistas del 15 de noviembre, quienes en grupo focal responden las preguntas del investigador Durán Barba y rememoran su participación en el hecho. La importancia de esta fuente radica en que el carácter testimonial de los actores permite aclarar ciertos puntos oscuros que no aparecen en la historiografía. Además, sus memorias ayudan a configurar aspectos identitarios (clasistas) de los artesanos y obreros que participaron en la huelga.

1. Ronn Pineo, ‘Una Reinterpretación de la Agresividad obrera: El derrumbe de la economía del cacao y la huelga general de Guayaquil en 1922’, en Revista Ecuatoriana de Historia Económica, Quito, Año IV, N° 8, Banco Central del Ecuador, 1992, p. 117.

2. Ibídem, p. 119.

3. Ibídem, p. 119.

4. Ibídem, p. 119.

5. Patricio Martínez, Guayaquil, noviembre de 1922. Política oligárquica e insurrección popular, Quito, Cedis, 1988.

6. Alexei Páez, El anarquismo en el Ecuador, Quito, Corporación Editora Nacional-Infoc, Colección Popular 15 de Noviembre, 1986.

7. Ejemplo destacado de esa historiografía obrera de corte ‘institucional’ es el libro de Patricio Ycaza, Historia del movimiento obrero ecuatoriano, Quito, Ediciones La Tierra, 2007 (1983).

8. Jaime Durán Barba, ed., Pensamiento popular ecuatoriano, Quito, Banco Central del Ecuador-Corporación Editora Nacional, 1981.

9. Ibídem, p. 78.

10. Alejo Capelo, ‘La masacre obrera de Guayaquil (15 de noviembre de 1922)’, en Manuel Espinosa Apolo (comp.), Así fue, Quito, Taller de Estudios Andinos, 1998, pp. 139—151.

11. Narciso Véliz, ‘Nuestra palabra’ (hoja volante), Guayaquil, Imprenta El Ideal, 1923.

12. Ibídem.

13. VV.AA., El 15 de noviembre de 1922 y la fundación del socialismo relatados por sus protagonistas, 2 volúmenes, Quito, Corporación Editora Nacional-Infoc, 1982.

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