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El Telégrafo
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Médicos de centros buscan historia atrás de cada golpe

Médicos de centros buscan historia atrás de cada golpe
25 de octubre de 2011 - 00:00

“Si a todas las mujeres de mi cuadra les pegan y ninguna denuncia, ¿yo por qué lo voy a hacer”. Comentarios como este se escuchan en el Centro de Adolescentes ubicado en Durán.

Las historias de maltrato se suceden en una sala de emergencias. Ellas llegan durante la noche, 200 en lo que va del 2011, aparecen  solas, con familiares, acompañadas por  amigas y, en ocasiones,  escoltadas por uniformados.

Los hematomas, rasguños y golpes en la piel delatan su situación. “Hace seis  meses los doctores no sabíamos cómo detectar un caso de violencia intrafamiliar, porque nosotros fuimos formados netamente en temas de salud”, recuerda Susana Yánez, coordinadora de la maternidad Oramas González, del cantón Durán.

Que los médicos tratantes  detecten  en las salas de emergencias casos de violencia familiar, forma parte de la estrategia que la Dirección de Salud Mental ha implementado.

Los doctores han recibido capacitaciones que les permiten buscar, preguntar, abordar y recabar información sobre  lo que existe detrás de un golpe morado en la frente.

En un mes exactamente se abrirá un remodelado  espacio de primera acogida para hombres y mujeres que hayan sufrido violencia física, sexual o psicológica dentro de sus casas.

Funcionará en el centro de salud de la ciudadela Martha de Roldós y brindará el mismo servicio que se ofrece en el Hospital Guayaquil y en el Centro para Adolescentes de Durán, coordinado por la doctora Inti Quevedo.

Este programa inició en Durán en el 2010, en que se detectaron 13 casos de maltratos. Quevedo, quien explica que se intensificaron los trabajos para el reconocimiento de casos en el 2011, precisa que   ahora tienen 80 reportados.

Sin embargo, sólo una psicóloga y dos trabajadoras sociales realizan el seguimiento de toda esta problemática. Además las profesionales también deben llevar los casos de las personas discapacitadas, los tuberculosos y quienes tienen VIH.

Esto, asegura Quevedo, dificulta el trabajo. La unidad de adolescentes funciona en una casa con la pintura descascarada que contiene un galpón sin separaciones.

La privacidad -detalla Eva Cevallos, directora de Salud Mental del Guayas- es precisamente lo que busca mejorarse en el área renovada de la Martha de Roldós.

En este centro se está habilitando un espacio en el que las personas maltratadas pueden contar sus problemas y en donde se guarda la confidencialidad necesaria.

Los médicos de esta zona y de Durán están preparados para llenar fichas en las que se registra el tipo de maltrato recibido, estos documentos pueden ser utilizados cuando se presenta una denuncia, lo que evita la revictimización de la persona que ha sufrido una agresión.

“El objetivo es que no tengan que repetir lo que les pasó con otros profesionales”, dice Cevallos.

Las tres profesionales consultadas coinciden en un punto: la mayoría de las mujeres que sufren violencia psicológica o física pertenece a estratos socioeconómicos empobrecidos, lo que les dificulta abandonar esa situación.

Cevallos apunta que el 30% de las agresiones sufridas por las féminas es de índole sexual.

Mientras que de los 200 casos de violencia física intrafamiliar recibidos en  emergencias este año -asegura Yánez-,   el 1% corresponde a hombres.

Los indicadores del Centro de Adolescentes muestran que el 90% de los ataques se realiza contra mujeres.

En los menores de hasta 11 años se producen agresiones en igual medida, tanto en niños como en niñas. A partir de los 15 años los agresores vuelven a ensañarse con el sexo femenino.

Para Quevedo, en los sectores empobrecidos existe una cultura de aceptación de la violencia que tiene raíces en las ideas del  patriarcado y  androcentrismo. “No sólo hay violencia física, sino también maltrato psicológico”, recalca.

En ocasiones las mujeres tienen miedo de presentar una denuncia legal, pues temen enfrentarse a las represalias que pueda tomar su pareja o tener que dejar abandonados a sus hijos al salir del hogar.

Para Quevedo debe existir un mayor control de los indicadores de trabajo por parte de la Dirección de Salud Mental de la provincia.

No obstante, destaca que  las Unidades de Vigilancia Continua que están funcionando han permitido que los trámites relacionados con las denuncias se realicen con mayor rapidez.

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