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Algunos tienen estudios superiores

Los artistas urbanos cambian el dinero por más libertad

Estos artistas buscan las calles más transitadas de Guayaquil para hacer sus presentaciones y recaudar dinero. Cuando son muchos se turnan. Foto: Karly Torres / El Telégrafo
Estos artistas buscan las calles más transitadas de Guayaquil para hacer sus presentaciones y recaudar dinero. Cuando son muchos se turnan. Foto: Karly Torres / El Telégrafo
12 de octubre de 2014 - 00:00 - Germán Gallardo, Estudiante de Comunicación de la U. Católica

Soportan el sol, el calor e inclusive lluvias en invierno, pero eso poco importa a los malabaristas callejeros. Viven de las destrezas que realizan con algún objeto. Sus puestos de trabajos están en los semáforos de las calles.

En Guayaquil es habitual encontrarlos en las principales avenidas de la urbe. El malabarita argentino Juan Stecco, quien se dedica a eso por más de 10 años, se considera “un caminante del mundo”, no se preocupa por cuánto dinero recoge al final del día, sino que se siente liberado de las industrias culturales y puede vivir la vida de una manera descomplicada y sin obligaciones ni imposiciones.

Stecco vive en la ciudad desde el 2009, sobrevive gracias a la gentileza (limosnas) de quienes pagan por observar “su arte”, expresa Juan. Él, quien se ubica en el semáforo del redondel de la Garzota, realiza malabares con discos y frutas, mientras está sentado en una bicicleta de una rueda. No tiene hora de entrada ni de salida. Su jornada normalmente empieza a las 09:30.

“Hay días buenos y malos, en los buenos puedo recoger hasta $25 y en los malos $5, depende de cuánto tiempo trabajes, pero no le doy importancia a eso. Soy feliz así”, comenta el argentino Juan con una sonrisa.

Él vive en un pequeño departamento donde convive con cinco personas más, todos artistas callejeros. Pagan $30 mensuales cada uno. Mientras que Juliana alquila un cuarto con su novio ecuatoriano, también malabarista, y ellos pagan $70 mensuales.

Juliana Vilches es chilena. También hace malabares con pinos en la avenida 9 de Octubre. “Es el estilo de vida que elegí y no me arrepiento”.

Ella piensa que la gente tiene un concepto errado de los malabaristas callejeros. “La gente piensa que somos ladrones, borrachos y drogadictos o que somos escoria y no es así, solo somos distintos. A mí me han robado 5 veces en las calles y no hago lo mismo”.    

Vilches terminó el colegio y cursó una licenciatura en artes plásticas hasta segundo año en su país, pero se retiró por razones personales. “Lo importante es poder conseguir el dinero para pagar el alquiler y para comer, si recolectamos más ya es ganancia pero no nos fijamos en eso”, finaliza Juliana.

Bajo los semáforos, cuando hay  varios artistas de la calle, se turnan en cada cambio de luces. “La idea no es crear peleas, sino que todos podamos trabajar”, dice Juan. Ellos no piensan en el futuro, solo viven sin que nadie les diga qué hacer.   

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