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La fritada y otros negocios mueven la economía en 15 cuadras de Pascuales

Los restaurantes exhiben la fritada en sus fachadas y también ofrecen degustación. El tamaño de la porción depende del bolsillo de los comensales.
Los restaurantes exhiben la fritada en sus fachadas y también ofrecen degustación. El tamaño de la porción depende del bolsillo de los comensales.
Foto: William Orellana / El Telégrafo
04 de noviembre de 2017 - 00:00 - Mario Valiente Velásquez

Para hablar de Pascuales hay al menos tres temas que no se pueden pasar por alto: la fritada, las tricimotos y la buena fiesta.

Desde que se convirtió en parroquia urbana en 2008, la modernidad ha llegado de a poco —o más bien con cuentagotas— a las calles Pascuales, que ha visto cómo la actividad comercial se ha expandido de manera vertiginosa.

Así, en la regenerada calle Montecristi —principal vía de la localidad, también conocida por los lugareños como 28 de Agosto por su fecha de parroquialización— se encuentran más de una centena de comercios dedicados a las más variadas actividades. Farmacias, electrodomésticos, tiendas de abarrotes y restaurantes se han apropiado no solo de las edificaciones, sino también de bordillos e incluso del asfalto.

Pese al denso movimiento que genera el comercio, hay lugares que no pasan desapercibidos. A lo largo de las 15 cuadras que conforman la zona comercial se ven —y se huelen— una veintena de locales dedicados a la venta del plato tradicional más reconocidos de la parroquia, la fritada.

Basta con demorar el paso y dar la mínima muestra de interés en el platillo para tener encima a varios meseros ofreciendo “a probar la troncha”, eso sí, sin ningún compromiso. “Venga, pruebe, aquí tenemos platos de $ 2, $ 3, $ 5, usted solo pida que nosotros le armamos”, gritan los encargados, que se abalanzan sobre el cliente.

La picantería Ivis, ganadora del tercer lugar de la Feria Gastronómica Raíces en 2016, es uno de los sitios más visitados; aquí, además de la fritada, el turista se puede servir caldo de salchicha. “La gente viene en gran cantidad los fines de semana, la mayoría son de sectores alejados que se acercan solo por el buen sabor de la comida”, dice Mercy Avellaneda, una de las encargadas de la atención en este local.

Pascuales también ofrece opciones para el entretenimiento nocturno con barras, peñas y similares. Uno de los sitios más reconocidos es Wilson Bar, donde se puede disfrutar de cerveza bien helada mientras escucha a las orquestas en vivo, que se presentan con regularidad.

Recuperando espacios familiares

Los moradores reconocen que en los años recientes, las autoridades han hecho esfuerzos para recuperar espacios para la recreación. El Parque Central y la iglesia San Juan Bautista, que en los últimos tiempos habían sido invadidos por comerciantes informales, han sido rescatados y ahora cuentan con seguridad y opciones de distracción.

“El Municipio envió a los (policías) Metropolitanos para despejar el lugar y arregló los juegos infantiles, ahora los niños ya tienen donde jugar; también hay un CAMI (Centro de Atención Municipal Integral) donde se dan capacitaciones, se ofrecen programas para jóvenes y los fines de semana imparten bailoterapia y rutinas de ejercicio”, comenta Paúl León, morador del sector. El Malecón, en cambio, se configura como un atractivo para los más grandes, pues sus áreas verdes son el espacio propicio para que las parejas compartan y se declaren amor. El lugar cuenta con guardias, que velan por la seguridad y al mismo tiempo evitan que los enamorados se pasen de cariñosos.

Problemas de seguridad

La gran cantidad de tricimotos se ha vuelto un inconveniente en las calles de Pascuales. Esto se debe a que los locales que normalmente venden electrodomésticos, han encontrado en estos vehículos un nicho de negocio más rentable. Así, ocupan gran parte de sus locales e incluso se toman por completo las veredas para exhibir motos y motonetas, que se venden a precios módicos y con planes de financiamiento que las ponen al alcance de casi cualquier bolsillo.

“Aquí hay demasiadas tricimotos, hay tres por cada persona. Ellos no respetan el sentido de las vías, ni las señales de tránsito ni mucho menos a los peatones. Algunas sí se dedican al transporte. pero son pocas. La gran mayoría se utilizan para distribuir droga y para asaltar”, se queja un grupo de mujeres de la tercera edad que prefiere no revelar datos, pues teme posibles represalias.

Los ciudadanos denuncian que es justamente la droga la mayor preocupación. “En el centro no se nota tanto, pero métase tres cuadras más allá —señala en dirección al cementerio Municipal—y verá cómo los ‘hacheros’ se andan drogando, no hay esquina donde no se venda, hasta muchachos con uniforme inhalan a plena luz del día sin ninguna vergüenza”, señala una habitante que al pedirle que se identifique, dejó de hablar y se alejó. (I)

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