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Turistas prefieren que él maneje las naves

José Chalén: el capitán que limpia y canta al Salado

José Chalén: el capitán que limpia y canta al Salado
06 de julio de 2014 - 00:00 - Ronny Paredes Estrella, alumno de Comunicación de la Espol

La muestra del esfuerzo de José Chalén son las gotas de sudor que bajan por la quemada piel de su rostro. Los fuertes movimientos circulares de los remos hacen que estos se zambullan en el agua del Estero Salado.

Los maderos salpican a los tripulantes del bote que miran hipnotizados los alegres ojos del capitán, de 57 años, quien canta: “Soy pirata y navego en los mares, donde todos respetan mi voz. Soy feliz entre tantos pesares y no tengo más leyes que Dios. ¡Viva la mar! ¡Viva la mar!”.

Bajo de estatura y canoso, Chalén cuenta su enredada y larga historia ligada al agua. El viajero de mares, que tiene 37 años de capitán y 40 de marinero, muestra como evidencias de sus hazañas el descolorido velero que lleva tatuado en su antebrazo izquierdo y una cruz (que marca norte, este, oeste y sur).

Chalén maneja de 07:00 a 16:00 una lancha de Visolit, empresa que desde 2003 descontamina los ramales del estero.

Pero tiene un segundo trabajo. De lunes a domingo, por $ 2, el capitán  también rema los botes que grupos de amigos, parejas o familias alquilan en el muelle del Malecón del Salado, entre los puentes El Velero y 5 de Junio. “A la luz de la pálida luna / en un barco pirata nací…”, continúa cantando el capitán con la misma vehemencia que utiliza para entretejer los detalles de su pasado y de su presente.

Pero la letra de la canción de mar no acierta. La familia de José es de Posorja y Playas, pero él nació en Guayaquil, en la calle 11 y Portete: “¡Cuando todo eso era puro monte!”.

Ya a los siete años José Chalén aprendió a nadar en el Estero Salado. Su padre, cholo fuerte, estibador de la Standard Fruit Company, lo lanzaba desde el puente 5 de Junio y abajo sus tres tíos lo esperaban para reírse de su cara de susto. Eran otros tiempos. Era la época del American Park, de las carreras de botes, de la arena de playa en el estero y de estudiantes cortejando a las colegialas al pie del manglar. Era el Guayaquil de mediados del siglo pasado.

La misma escena se repitió en 2009. Entonces, un instructor de la Capitanía de Salinas lo empujó al mar, desde un buque petrolero, sin dejarlo siquiera que se termine de persignar. La proeza era necesaria para aprobar el curso de instructor de supervivencia en el mar, que finalmente superó. “Chuta, la caída fue interminable y cuando llegué parecía que nunca iba a salir. Luego de patear sin parar salí desesperado a respirar”.

Chalén ahora vive lejos del estero. Actualmente, reside en El Recreo, Durán. El capitán se casó hace 30 años con una riobambeña, con quien tuvo cuatro hijos. Su sustento lo gana a pulso sobre alguno de los 17 botes hechos de madera o fibra que flotan en el brazo de mar. Un día con pocos viajes puede representarle $13, pero en el mejor de los casos puede reunir $70. Y aunque no gana mucho, con su ánimo incansable y elocuencia, se ha convertido en el guía turístico preferido de muchos visitantes del estero.

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