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Guayaquil y el pasillo: un eterno romance

Guayaquil y el pasillo: un eterno romance
02 de octubre de 2012 - 00:00 - Ángel Emilio Hidalgo, Historiador

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El 1 de octubre se celebró el día del Pasillo Ecuatoriano, en homenaje a uno de los hijos predilectos de Guayaquil, Julio Alfredo Jaramillo Laurido. De origen humilde, nació el 1 de octubre de 1935 y ejerció el oficio de zapatero antes de incursionar en la música y grabar su primer éxito: el vals Fatalidad, en 1955.

En la década del cincuenta, cuando en Guayaquil emergía una nueva generación de poetas, neosimbolistas y urbanos (los del Club 7), la ciudad se expandía hacia el oeste -el histórico suburbio que en administraciones municipales posteriores crecería sobre grandes extensiones de basura- y se entregaba a la seducción populista, particularmente al liderazgo de Carlos Guevara Moreno, “El Capitán del Pueblo”, a quien Julio Jaramillo le dedicó Nuestro líder, su primera grabación.

En ese contexto, JJ surgió como el joven cantante que llegó a la sensibilidad popular, por su imán y carisma -particularmente con el público femenino-, así como por su bien ganada fama de buen hijo, amigo y hasta simpatizante del Partido Comunista, al cual le hacía ocasionalmente donaciones.

JJ aprendió a interpretar pasillos de su hermano Pepe, otro gran exponente del género nacional. La voz íntima y melodiosa del “Ruiseñor de América” sedujo a miles de oyentes, dentro y fuera del país, quienes lo siguieron y apreciaron en todos los géneros musicales que cantó y grabó.

El pasillo en Guayaquil vivió épocas de gran auge, a partir de 1920, cuando Francisco Paredes Herrera musicalizó el poema de Medardo Ángel Silva, El alma en los labios, en 1919, y lo presentó al empresario José Domingo Feraud Guzmán, quien ordenó la grabación.

Posteriormente, el Dúo Ecuador (Enrique Ibáñez Mora y Nicasio Safadi) llenó teatros y realizó conciertos callejeros, luego de su paso por los estudios de la Columbia en Nueva York, cuando popularizó el pasillo Guayaquil de mis amores, en 1930. Este tema de Nicasio Safadi y Lauro Dávila rápidamente se convirtió en el himno de la ciudad. Hasta una película se filmó con el mismo nombre, lo que fue ocasión para que en los teatros y cines se presente el Dúo Ecuador con sus guitarras, evocando las entrañas de un Guayaquil romántico y bohemio.

Pero la gran difusión del pasillo se dio desde las ondas de la radio, en programas como “La Corte Suprema del Arte”, de CRE  y “El Balcón del Pueblo”, de Radio Cristal, donde se “graduaron”, con el aplauso cotidiano del público, grandes intérpretes como Fresia Saavedra, las Hnas. Mendoza Sangurima, los Hnos. Montecel, Pepe Jaramillo, Julio Jaramillo, Máxima Mejía, Hilda Murillo, entre otros.

Los cancioneros populares también contribuyeron al proceso de expansión del pasillo y la música nacional. Entre ellos, recordamos a El Mosquito, Cancionero del Guayas, El Porteño, El Autopianista, Cancionero del Trópico y El Costeñito.
El nacimiento de una sensibilidad regional vinculada al pasillo ecuatoriano, en el caso de Guayaquil y la Costa, fue posible por el desarrollo de las industrias culturales vinculadas a la música, con las limitaciones propias de nuestro medio. Ellas determinaron su masiva difusión y consumo entre un público que se acostumbró a escuchar un pasillo algo valseado y en tempo más rápido, sello inconfundible de los músicos y cantantes costeños, desde el clásico Dúo Ecuador, pasando por Pepe y Julio Jaramillo, la inolvidable Máxima Mejía que también nos dejó guarachas, hasta los pasillos “montubios” de Guido Garay y Naldo Campos.

Con el paso del tiempo, el pasillo caló en el gusto de los porteños, al punto que existen calles y lugares emblemáticos relacionados con su historia. Allí están los cantores populares de la calle Santa Elena, los famosos “Lagarteros”, que mantienen viva la tradición de los serenos. También importantes lugares de memoria como El Rincón de los Artistas, bar del finado Pedro Espinoza “El Capitán”, en Esmeraldas 2632 y Gómez Rendón, “donde tocaba Julio Jaramillo”, según cuentan los protagonistas de una bohemia de vieja estirpe que se resiste a morir en Guayaquil.

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