Simultáneamente se están jugando la Copa América Centenario y la Eurocopa, competencias que por los niveles de organización e integrantes de los diferentes planteles es como estar viendo dos mundiales a la vez.

Observamos escenarios de primer nivel con comodidades de alto nivel para los espectadores y terrenos idóneos para que los futbolistas puedan derrochar todo su potencial sin excusas.

Haciendo ‘zapping’ estos días pude ratificar -sin ser regionalista- que nuestro continente tiene sin lugar a dudas a los mejores exponentes de este deporte que puede ser jugado de diferentes formas y conseguir éxitos no siempre aferrado al talento individual.

Cuando hablo de esto quiero expresar que los partidos en la Copa Centenario ostentan mucha más impronta, fantasía y son menos estructurados que los del Viejo Continente, donde prevalece el orden y la disciplina táctica.

Para graficar de manera eficiente este concepto quiero destacar que no todos los equipos están preparados para activar mecanismos ofensivos predeterminados y a su vez agregarle el talento personal, combinación letal que muy pocas veces se puede conjugar.

Los equipos de nuestro continente gozan de mucho talento, y esto no se trata de aspectos ofensivos sino también defensivos, pero les cuesta muchísimo mantener un régimen de disciplina táctica por desconcentraciones propias de nuestras idiosincrasias.

La selección dirigida por el alemán Klinsmann es un claro ejemplo de que se puede jugar bien sin tener un juego vistoso y mucho menos atractivo pero sí eficiente.

Estados Unidos siempre pasa la línea del balón como premisa indispensable y desde ahí sus elementos que tienen impregnado en su ADN que deben siempre trajinar quirúrgicamente junto a sus compañeros  para evitar ser vulnerados se agazapan en los últimos metros del campo intentando cortar líneas de pases más que presionar al rival y aventurarse a jugar mano a mano donde saben que son inferiores y llevan las de perder.

El balompié está transitando un momento de claras tendencias donde podemos desmenuzar gustos y paladares, pero por sobre todo depende mucho de las capacidades que quedan cada vez más expuestas por las exigencias del juego. Esta situación se evidencia en torneos a nivel selección donde cada plantel es genuino y no clubes que gozan de jugadores de varias nacionalidades en algunos casos. Sudamérica sin lugar a dudas que está escalones debajo de Europa en niveles de organización, inversión y también de las comodidades de trabajo y capacitación, pero demuestra de manera rotunda que el talento característico de nuestros países está intacto, con esto no quiero decir que tenemos el mejor futbol del mundo pero sí los exponentes.

Es una delicia ver los controles orientados y como asume el juego el virtuoso Dany Álvez, lateral derecho de la selección brasilera, o los saques-pases de arco del chileno Claudio Bravo, sin olvidarme de la magia que solo se genera cuando el colombiano Cuadrado emprende su arremetidas a velocidad, pegado a la línea de cal buscando sociedades en velocidad, como también lo demuestra el increíble Messi que transformó su juego y dejó de solo ser letal frente al arco rival para sumarle que maneja de manera ejemplar el GPS de los caminos que debe y necesita transitar su equipo.

Repasando todas estas composturas pretendo que se hilvane una discusión con fundamentos claros y que desde la sapidez de cada uno podamos analizar un juego que cada vez se torna más interesante y merece ser discutido de manera profunda, porque no solo se ha transformado en parte de los temas cotidianos, sino también que sin darnos cuenta nos representa en realidad tal como somos en sociedad. (O)