El fútbol es un estilo de vida y se juega como se vive; quizás es una frase desgastada pero que en el caso de Washington Vera podemos volver a utilizarla y comprobar que no pierde vigencia. Sin lugar a dudas es una grata aparición que refresca las filas de Barcelona, quizás en el momento indicado por la transición que vive el club después de muchas turbulencias, situación que debe aprovechar y potenciar el talentoso volante porque no solo puede catapultar a la institución y a él, sino también al país que se aferra más allá de las camisetas de turno a nuevos valores que puedan ser un claro ejemplo de superación y futuro.

No es poca cosa ganarse un lugar en un equipo que convive con presión y que tiene por encima de jugar bien siempre ganar. Vera es hijo genuino del club, del riñón, privilegio que imperiosamente debe usufructuar para intentar desde su desparpajo romper la maldición que les cayó a otros proyectos futbolísticos que se desvanecieron y fueron perjudicados directamente e irónicamente por la misma idiosincrasia del club.

Ojo, la coyuntura actual que vive el equipo puede jugar en contra, ya que si no se protege por sobre todas las cosas a un ser humano esponjoso que absorbe todo y que seguramente tiene muchos miedos, ilusiones y también está propenso a confundir los caminos que podemos en un santiamén estar lamentando como otra desilusión, y eso no es solo responsabilidad del jugador y su entorno sino también del club y todo lo que rodea al fútbol.

Revisando su desenvolvimiento  en los últimos partidos, pude entender que es un jugador que entiende de manera asombrosa cuándo el balón debe correr y cuándo ser protegido, virtud que solo poseen aquellos privilegiados que nacen con ese don y al utilizarlo para el conjunto se hacen imprescindibles. Siempre es bueno ser parte de un equipo ganador y hoy el conjunto canario está en esa difícil senda, y asevero esto porque la confianza de los más grandes se descarga en los juveniles, que si se nutren de todas estas sensaciones pueden madurar en un deporte que en la actualidad solicita futbolistas aptos para las máximas exigencias más allá de su edad.

‘Wacho’ Vera, como es conocido en la interna del club, tiene destellos que encandilan rápidamente, pero también es bueno decirlo que en algunos fragmentos denota ciertos vicios, normales de su edad, por confundir las palmadas en la espalda que recibe en la actualidad y  que son muy nocivas porque en su mayoría viene vacías de realidades. Este último domingo quizás no fue la mejor versión el volante, pero sí sirvió para seguir acrecentando minutos y asimilar las futuras presiones que tendrá en un club que te puede poner en el olimpo o hundirte en el ocaso. El crecimiento ascendente es responsabilidad pura del jugador, y también del manejo adecuado que le dé el entrenador por ser el encargado de no marearse por los pedidos externos y llevar de la mano a un potencial inmenso que no todos los días emerge en un fútbol golpeado y con mucho olvido hacia los sectores como lo son las divisiones inferiores, que realmente serán los encargados de ser el salvavidas de una situación cada vez más agobiante y compleja. Vera tiene la partitura en sus manos y ya comienza a demostrar que puede ser el abanderado de una nueva generación que de manera desesperada anhela el balompié nacional. Para que esto suceda, sus pasos deben estar invadidos de convicción apuntalado correctamente y muy alejados de los tan perjudiciales y ya conocidos malos consejeros que instantáneamente comienzan a aparecer en la órbita de estas permeables promesas. (O)