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El Telégrafo

El mundial de clubes es el otro trofeo que buscan

El Barcelona comienza la conquista de su quinto título

El Barcelona comienza la conquista de su quinto título
14 de agosto de 2015 - 00:00 - Gorka Castillo. Correponsal en España

El FC Barcelona es voraz como un depredador cuando sale de caza. Ni el mejor Sevilla que se recuerda en mucho tiempo pudo aplacar la sed de victorias de los blaugranas, que hoy empiezan su lucha por ganar el quinto título del año en un doble duelo (la revancha será el lunes) ante el Athletic Club de Bilbao, por la Supercopa de España.  

Si lo logra irá a por el sexto, el Mundial de Clubes, que de conseguirlo será el límite que un club europeo puede alcanzar en un año, algo que los blaugranas ya obtuvieron en 2009 con Pep Guardiola como técnico.

Así está construyendo su leyenda contemporánea este equipo sobrenatural que dirige Luis Enrique (foto). Los culés han aprendido a apretar los dientes como hicieron el martes para llevarse su quinta Supercopa de Europa. El mérito añadido es que delante tuvo un Sevilla que supo rehacerse de sus cenizas cuando todos lo daban por muerto y forzar un tiempo extra que dejó al Barça completamente exhausto.

Este es el espejo en el que se ha mirado el Athletic Club para romper los pronósticos y batir a un equipo que siempre muestra un detalle de lucidez cuando el resto flaquea. Por eso acumula título tras título. Por eso y porque contra el Sevilla apareció Pedro, el escurridizo delantero cuyo deseo de jugar más minutos jamás será correspondido por un club donde cohabitan tres de los cuatro delanteros más excepcionales del planeta, tiene pie y medio en el Manchester United. Casi con toda seguridad que no jugará la doble final de la Supercopa española. Y para los leones, que no estén Pedro ni Neymar es un alivio.

En el Athletic de Bilbao aseguran desconocer el miedo. Como si sentir temor fuera el único antídoto contra el maltrato al que suele someterle el Barça. Los rojiblancos solo han ganado uno de sus 8 últimos duelos con los blaugranas, quienes le arrebataron una Supercopa en 2009.  

Los catalanes llegan a San Mamés, el estadio del Athletic, con varias bajas y mucho cansancio acumulado en las piernas de sus estrellas. Más allá del astro argentino Lionel Messi, y de un Sevilla inconmensurable que encontró a tiempo el camino para regresar de entre los muertos, la final del martes reveló que la solvencia de la tropa de Luis Enrique se agrieta por sus desajustes defensivos, personalizados en el francés Mathieu, que sembraron de pánico e inseguridad a todo el equipo.

Hoy no serán andaluces sino vascos quienes busquen fisuras en cualquier recodo de la armadura culé. Si lo logran, el gigante invencible tendrá serios problemas para no besar la lona por primera vez.  

La mutación de Messi

Algo sucede cuando el jugador argentino viste los colores del Barça. Entre el tormentoso fiasco de la Copa América y la final del martes hay un abismo de proporciones asombrosas. Es como si la camiseta del equipo blaugrana ejerciera en el jugador de Rosario un efecto multiplicador y lo convirtiera en un superhéroe dotado de poderes.

En el desastre de Chile pudo verse a un Messi sin brillo, tenso, exigido por el peso de un país entero sobre sus espaldas. Quizá se le exige una graduación dichosa que le bloquea el talento. En el Barça, en cambio, fluye el genio que lleva dentro. Sonríe desinhibido, como un niño cuando juega en una calle del barrio. Actúa como Peter Pan y en Argentina se convierte en un presidiario. Una mutación solo comparable a las que sufren las mariposas. (I)

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