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Todos somos migrantes

Todos somos migrantes
13 de diciembre de 2015 - 00:00 - Freddy Ehlers Zurita

Vivimos el tiempo de la migración, del refugio, del asilo. El ser humano perdido, amenazado, sufrido, deja su lugar de residencia para buscar otro más seguro y menos hostil en otro país o continente, o en otra región del mismo país. Muchos mueren en el intento, otros son rechazados o discriminados en su nuevo lugar de vida; algunos tienen éxito y asumen una nueva patria y nacionalidad, otros esperan siempre el día del regreso o tienen que tomar la difícil decisión de escoger entre la tierra de sus padres o la nueva de sus hijos.

Pero si lo pensamos más profundamente podríamos asumir que, en verdad, todos somos migrantes, ya que nos hemos alejado de nuestro verdadero hogar que es nuestro SER. En nuestro interior radica nuestra verdadera identidad y la única fuente para entender quiénes realmente somos y cuál es el sentido de nuestra vida. De tanto mirar afuera hemos perdido, cada vez más, nuestro vínculo con el interior, el más importante, si no el único importante.

Estamos como humanidad entregados al consumo material y emocional, seguramente porque no encontramos paz ni una verdadera razón para vivir. El maestro interior ha sido abandonado y reemplazado por el frenético uso de artículos digitales que nos van creando una realidad virtual que no tiene límite. Nuestro modelo de vivir es incompatible con la vida y nos lleva irremediablemente a una catástrofe ecológica y humana. Somos migrantes buscando cosas y emociones que no son necesarias para tener una vida sencilla que nos permita disfrutar de nuestra existencia en toda su plenitud.

Es verdad que la guerra, la injusticia o la pobreza impulsan a millones de migrantes a cambiar de lugar físico de residencia, pero también es cierto que no muchos están realmente contentos con su vida, aunque estén en su propio país y tengan incluso una situación económica aceptable.

Nada de lo que atesoramos en el reino de este mundo tiene en realidad trascendencia. Si vivimos fundamentalmente para lograr el poder político o económico, la fama y el reconocimiento social, nunca alcanzaremos a saber quiénes realmente somos, y seremos migrantes crónicos durante toda la vida. Por ello es conveniente una profunda introspección sobre nuestra condición humana. ¿Cómo está nuestra relación con la familia, con los amigos, con el colegio, la universidad o el trabajo, con nuestro tiempo de ocio, con la naturaleza, pero fundamentalmente con nosotros mismos? ¿Por qué si muchas veces tenemos más de lo que siempre anhelamos seguimos insatisfechos? ¿Por qué siempre deseamos más y más? Queremos migrar todo el tiempo: cambiar de casa, de trabajo, de profesión, de pareja… ¿No será que buscamos las soluciones a nuestros problemas fuera de nosotros, cuando todo o casi todo podría arreglarse en nuestro interior?

El encontrarnos en la ternura, en la honestidad, en la solidaridad, en el perdón, en todos los valores inmanentes a la condición humana, nos permitirá descubrir quiénes realmente somos. Esta debería ser nuestra preocupación primordial, estemos viviendo en tierra propia o en otro lugar de nuestro hermoso planeta, que también es nuestra patria, porque pertenecemos a la frágil y única casa común que todos compartimos. (O)

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