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Tamariz apuesta por lo práctico en Perros

Tamariz apuesta por lo práctico en Perros
26 de noviembre de 2011 - 00:00

A Quentin Tarantino se lo distingue por el estilo sangriento que plantea en sus películas. Y Reservoir Dogs, con la que debutó como director en 1992, no es la excepción. Ahí, la marca registrada para el filme es la carnicería que se crea, a través de lo que debía ser un asalto sin complicaciones a una joyería, según la trama del cineasta estadounidense.

En la balacera mueren policías, gente común como la mujer que dispara al estómago del Señor Naranja (interpretado en la cinta por Tim Roth) desde el interior de su auto; más el Señor Café, Marrón o Brown (como lo prefiera quien vio la película), y el Señor Azul, dos de los miembros de la banda, que no encajan en la adaptación teatral llamada Perros que plantea el director ecuatoriano Jaime Tamariz.

Su versión, que se estrenó la noche del pasado jueves y estará en cartelera hasta mañana en un local en construcción del Village Plaza (vía a Samborondón), tiene sus aciertos y sus falencias.

De hecho, Tamariz apuesta por lo práctico, a través de un escenario sencillo, sin muchos elementos y descomplicado, que recrean el sitio en el que se desarrollan algunas de las situaciones más álgidas como el triángulo de la muerte entre Joe (Fernando Gálvez), su hijo Eddie (Danilo Estéves) y el Señor Blanco (Andrés Garzón). Y al igual que en el filme, en ese sitio abandonado transcurre la tortura que protagonizan el Señor Rubio (Alejandro Fajardo) y el policía que secuestró (Marcelo Varas).

Un aparte es precisamente aquella escena, quizás la que más impacta en la película a través de Michael Madsen, el Señor Rubio original, que tararea y baila Stuck in the middle with you, de los folk rock Stealers Wheel, antes de cercenarle la oreja derecha al gendarme con una navaja y luego bañarlo con gasolina. En la  adaptación teatral,  Fajardo recurre a los chasquidos de sus dedos con Cara de gitana, la canción que el argentino Daniel Magal popularizó a finales de la década del 70.

Fajardo convence con su papel de sociópata. Sin la voz rasposa de Madsen, el actor ecuatoriano construye un aceptable personaje con una combinación de serenidad -muy semejante al original-, pese a la naturaleza violenta muy propia del  Señor Rubio, quien desata la balacera durante el asalto porque le molesta el ruido de las alarmas.
Esa serenidad en sus diálogos contrasta con los gritos, a ratos innecesarios, del resto del elenco.

En cuanto a personajes, Tamariz considera que para su adaptación no son indispensables el Señor Azul (Edward Bunker en el filme) y el Señor Café (intepretado por el mismo Tarantino).

El director ecuatoriano resuelve los parlamentos de ellos con Eddie y Blanco, sin que eso afecte aún más al guión original porque en la adaptación los diálogos se aterrizan a la realidad nacional en los últimos años de la década del 80 para recrear las anécdotas de los delincuentes que Joe contrata para el asalto.

Ese recurso de charla adaptada por la guionista Denisse Nader le permite a Tamariz zafarse de los “flashback” que tiene la película.

Y ese criollismo se traslada a una mesa de billar, en lugar del restaurante en el que desayunan los personajes del largometraje en el que el tema de conversación es el contenido de Like virgin, True Blue, Bordeline y otras canciones de Madonna.

Un desacierto en la versión de Tamariz -recurrente adaptador de clásicos con One Flew Over the Cuckoo’s Nest, Cat on a Hot Tin Roof y The lover- es como justifica el robo, a través de un bufonesco presentador de noticias, encarnado por una mujer (Sueanny Bejarano, quien también es responsable del vestuario de los actores) en unas pantallas de televisores y en otra gigante central. Quizás podía resolverse mejor con el video de la balacera en la pantalla gigante, acompañada por una pauta en la que los personajes desaparezcan por alguna puerta y, sin quitarle ritmo, lleguen al escenario para la actuación en vivo.

La ubicación de los graderíos alrededor del escenario no resulta tanto con un sonido, que a ratos se pierde entre las paredes sin pintar. Lo mismo sucede con la posición de los actores, que en ciertos momentos daban -inevitablemente- la espalda a cierta parte del público. No obstante, el manejo de luces es bueno para las pautas en los cambios de escena para Perros, la adaptación que lidia contra los recursos técnicos que ofrece un filme como el de Tarantino.

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