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Giacomo Casanova y sus nostalgias

Giacomo Casanova y sus nostalgias
01 de septiembre de 2012 - 00:00

Dentro de la literatura hay personajes cuyas vidas son tan fascinantes que parecería que fueron creados por el autor. Sin embargo, esto no siempre ocurre cuando se habla de uno que realmente existió, tal como lo fue Giacomo Casanova, cuyo apellido es sinónimo de mujeriego por la fama que adquirió por sus incontables amores.

Pero este veneciano no solo se dedicaba a ‘meter mano por debajo de la falda’ de las mujeres, sino que también fue seminarista, secretario del cardenal Acquaviva en Roma, violinista y protegido de un senador, viajero, agente secreto y, sobre todo, escritor.

En esta última faceta publicó ‘La Epístola de un licántropo’, en donde se burla de los apellidos pomposos de la aristocracia europea y la baja condición que se le da a la mujer por cuestiones fisiológicas; ‘Reflexiones sobre la Revolución francesa’ en la que hace un análisis de los alcances de este hecho histórico y también publicó ‘Historia de mi vida’, en donde describe y revela sus incontables amores.

Y fue precisamente este libro, que el mismo Casanova escribió en 1789, durante una profunda enfermedad, el que sirvió de base para que el director y escritor Michael Sturminger decidiera montar la ópera ‘Las variaciones de Giacomo’ teniendo como actor principal al célebre actor John Malkovich.

Guayaquil se convirtió en la única ciudad de Sudamérica en que la obra es montada, ya que tanto Sturminger como Malkovich visitan otras urbes con ‘La comedia infernal’, en la que nuevamente se mezcla el teatro y la ópera. Hoy se realiza la última función de las tres que agendó el Teatro Sánchez Aguilar, cuyo recinto estuvo a medio aforo la noche de su estreno, el último jueves.

1-09-12-mix-the-casanova2Sin embargo, esto no fue impedimento para que los asistentes, en el que estuvieron personas involucradas a distintas expresiones artísticas y políticos, disfrutaran de un espectáculo de primer nivel, tal como se aprecia en los teatros más famosos del mundo, en donde la obra ya se ha presentado con gran éxito.

También fue la primera vez en que la Orquesta de la Academia de Viena, dirigida por Martin Haselbock, toca en el país desde la fosa de este teatro, inaugurado el pasado mes de mayo.

Las luces del teatro se apagaron a las 20:30 en punto, dejando solamente iluminado el escenario para que el célebre Malkovich haga su aparición.

De inmediato replicó, metiéndose en el personaje, como el viejo y desconsolado Casanova en sus últimos días de vida. “¡Sigo necesitando mujeres!”, exclamó el actor antes de caer fulminado, mientras es asistido por la actriz Ingerboda Dapkuinate, quien encarna a Isabelle.

Malkovich juega con el público haciéndolo creer que en verdad le daba un infarto y la música se detuvo y los músicos se pusieron de pie para ver lo que ocurría sobre las tablas. De pronto un asistente de producción aparece con una camilla y levanta al inconsciente Malkovich.

De pronto una enfermera aparece para resucitar a Casanova e inicia nuevamente esta ópera de cámara basada sobre el trabajo hecho entre Mozart y el libretista Lorenzo de Ponte.

¿Qué demonios pasa aquí? Se pregunta el protagonista, mientras contempla a su amada, a quien trata de seducir; mientras ella hace todo lo que está a su alcance por leer las memorias que Giacomo escribió sobre sus relaciones, aventuras y desventuras.

Casanova hace una reflexión sobre la libertad con la que vivió a pesar de haber sido encarcelado, perseguido, exiliado y viajado por todos los países que quiso.

¡Mi mayor riqueza es que soy mi propio amo!, exclamó Giacomo, tras asegurar que los seres humanos nacen libres y libres han de morir -claro está- si alcanza el perdón divino concedido por un sacerdote, diácono de Dios, cuyas leyes divinas son constantemente cuestionadas por Casanova.

Temas tabú como el aborto y el incesto también son abordados en esta obra cuando padre e hija se entregan por amor sin importar las tradiciones de la religión impuesta a la sociedad.

El autor de esta obra deja ver a un Casanova frágil y vulnerable en sus sentimientos, queriendo revivir todas las aventuras que tuvo en su juventud a pesar de sus 70 años y que solo lo puede lograr a través de sus memorias.

Casanova se da cuenta de que no es la persona inolvidable que creía ser y que las mujeres a las que honró y deshonró siguieron con su vida, las mismas que, al igual que él, buscaban sentirse especial por un momento. 

La soledad que llega a la vida de un viejo luchador aventurero lo deja más vulnerable, haciendo que en sus últimos suspiros evoque a las personas que dejaron en él una huella imborrable en su corazón y en su memoria.

Sturminger revela a través de este personaje que las personas del siglo XVII y XXI aman, ríen y lloran de la misma manera sin importar el tiempo y el espacio.

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