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El Telégrafo
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Tres generaciones comparten sus gustos y experiencias juntos

Tres generaciones comparten sus gustos y experiencias juntos
16 de junio de 2013 - 00:00

Cuando hace 28 años, el productor de radio y televisión, músico y cantautor, Fernando Proaño, conocido en el medio artístico como Damiano, vio nacer a su hija Adriana, pasó una de las mejores experiencias de su vida, según cuenta. “Recuerdo que fue muy especial porque yo la saqué del cuerpo de su madre, algo que me permitió hacer el doctor. Era un cuerpito muy caliente y al tenerla en mis brazos me quedé en shock. El doctor me quitó a la nena porque me puse mal, fue una experiencia muy fuerte y me emocioné demasiado. Cinco años después también estuve presente en el alumbramiento de mi hijo”, indica el artista.

Para Damiano el ser padre es algo que se va aprendiendo en el camino y no hay un curso para prepararse, eso nos cuenta sentado en la sala de su lugar de trabajo, en donde ha compuesto varias de sus canciones, y mientras espera que lleguen su padre y su hijo para unirse a la entrevista.

“Me ha tocado combinar la actividad musical con ser papá”, continúa, “esto ha significado muchos viajes y ausencias de cosas importantes. Por ejemplo, no estuve en algunas actividades de sus colegios o en varios cumpleaños porque tenía contratos fuera de la ciudad. Ahora que tengo más edad y regreso a ver el pasado me doy cuenta que hubiera podido dejar algunas cosas de lado y estar con ellos más tiempo. Aunque de cierta manera lo he estado, pues tengo la misma esposa por 29 años, pero hay cosas que me perdí, y no es que uno se olvide de los hijos, pero luego nos damos cuenta que hay cosas que sí se podrían sacrificar y pasar más con ellos. Daría lo que fuera para que se hagan chiquitos de nuevo y compartir con los dos”, expresa.

Sin embargo, Damiano reconoce que desde que sus hijos se hicieron adolescentes se acercó más a ellos, incluso, actualmente trabaja junto a su hijo Andrés. “Cuando crecen uno recién descubre sus personalidades y sus gustos porque ya son personas hechas y derechas, independientes. Hay un dicho muy cierto que dice: tus hijos no son tus hijos. Adriana antes me acompañaba a las presentaciones para hacer los coros, ella canta muy lindo, pero no eligió a la música como carrera profesional. Mi hijo es cineasta y vive de hacer sus filmaciones y fotos. Estudió esa carrera en Argentina, donde vivió 5 años, ahora trabajamos en algunos proyectos juntos, pero estoy consciente que puede llegar el momento que les tocará irse para tomar su propio rumbo, pero por el momento aprovecho el tiempo juntos”, dijo el compositor.

Para el creador de la canción ‘Sí se puede’, dedicada a la selección de fútbol ecuatoriana, él tiene una forma de ver la vida y de pensar muy distinta a la de sus hijos, pero es eso lo que los une. “Discrepamos en muchas cosas, y aunque son muy independientes, en el fondo los hijos siempre van a regresar a ti y hay que estar preparado para eso porque uno quiere que ellos siempre te encuentren bien, porque sino a lo mejor no van a acudir a sus padres, y deben saber que tienen uno que está dispuesto para cualquier cosa en beneficio de ellos, cuando sea”, acota.

En ese momento llega hasta el estudio Nelson Proaño Moreno, padre de Damiano, al que el artista describe como el mejor papá que existe. “Él ha estado a mi lado siempre. Mis padres son de Cotacachi (Imbabura) y somos una familia de cinco hijos, cuatro varones y una mujer. Mi papá fue quien me enseñó los primeros acordes de la guitarra, y recuerdo que antes de dormir se sentaba en el filo de la cama y nos cantaba canciones, no se levantaba hasta que nos veía dormidos. Esas son escenas que nunca se olvidan, todos mis hermanos son hábiles cantando, pero son profesionales en otras ramas, yo tengo la vena artística por mi padre porque Cotacachi es tierra de músicos”, comenta Damiano.

En la foto constan Andrea Proaño, Damiana (esposa de Damiano), Damiano y Andrés Proaño.

Ese lazo de unión entre Damiano y su padre se distanció por un tiempo cuando el músico tenía 19 años y decidió viajar a Estados Unidos para estudiar producción de radio y televisión. “En esa época no había Internet, realizar una llamada costaba una fortuna. Mi papá me pedía que lo llame solo una vez por mes porque le bajaba su sueldo. Era difícil, pero sé que mis padres sufrían más porque era incierto lo que yo hacía o cómo estaba. Ahora la gente publica en qué lugar está y todos se enteran. Me tocó aprender todo solo, por eso le digo a mi hijo que lo que le enseño ahora yo lo aprendí a los 50 años, y él lo sabe a sus 23, que aproveche que yo lo puedo guiar en ciertas cosas, así creo que le voy ahorrando sufrimientos y obstáculos que tuve que pasar en mi juventud”.

A Damiano le hubiese gustado que alguien lo oriente en su adolescencia, respecto a su carrera artística, y aunque nació en Estados Unidos, desde los tres años vivió en Ecuador y cuando viajó para estudiar en el extranjero no hablaba bien el idioma inglés.

“Era complicado porque no podía comunicarme, aunque tenía la nacionalidad americana, a la que años más tarde renuncié para hacerme ecuatoriano. Cuando llegué no tenía amigos, entonces no tenía a quién arrimarme y me tocó solucionar mis problemas porque no provengo de una familia adinerada. Sabía que mi papá no me podía enviar tanto dinero, pero fue él quien hizo un gran sacrificio para que me pueda ir a ese país, en donde conocí a mi esposa, Damiana, que es italiana y era mi profesora de inglés, por ella me puse Damiano como nombre artístico”, expresa.

“Yo prefiero decirle Fernando, y no Damiano, aunque todos lo conocen así”, dice el padre del artista cuando se une a la conversación. “Mi hijo es un hombre muy estimado por todos, tiene muchos amigos. Cuando era niño jugaba mucho y la música siempre fue parte de él, cantaba todo el tiempo. A todos mis hijos les enseñé a tocar la guitarra y Damiano es quien mejor lo hace. Es un hombre muy bueno y ayuda a todos, aunque no reciba lo mismo a cambio”, manifiesta Nelson Proaño, quien en mayo pasado cumplió 86 años.

Para este momento ya sonó el timbre e ingresó Andrés, quien muestra una gran sonrisa al ver a su padre y a su abuelo juntos. El joven cineasta tenía pocas horas de haber retornado a Quito, pues viajó por unos días a Argentina para hacer algunos trámites, ya que una vez que concluyó sus estudios fuera de Ecuador, se radicó nuevamente en Quito.

Damiano lo ve llegar y sonríe. “Me encanta saber que mi hijo es artista y lo asume. Cuando me dijo que quería estudiar en otro país lo apoyé totalmente, aunque nos dolió su partida”, agrega, y prosigue, “mi esposa estaba destrozada cuando Andrés se fue del país y yo tuve que hacerme el fuerte, intenté que no se me vaya alguna lágrima, tuve que consolar a mi mujer y hablarle a mi hijo de una manera que no me tiemble la voz para que él coja valor de cruzar la entrada al aeropuerto y se vaya, aunque uno quiere que los hijos no se aparten de nuestro lado hay que dejarlos ir”, revela.

Para Andrés lo que lo une a su padre es algo que no se puede describir con palabras. “Lo que sentimos el uno por el otro lo sabemos, pero no lo decimos. Es lo que sentimos cuando vamos juntos a tomar fotos, salimos a la playa o al campo. Somos bastante apasionados por nuestros trabajos y cuando hacemos vídeos juntos volamos más. Por mi escuela aprendí a ser metódico en muchas cosas, él se inclina más a los sentimientos, y aunque a veces chocamos, eso me nutre mucho como realizador y persona. Admiro esa cualidad que me ayuda a seguir creciendo y en mis trabajos se notan esos resultados”, aclara.

Añade que nunca quiso irse a estudiar a otro país, pero que tuvo que hacerlo, aunque le hacía mucha falta su familia, amigos y sobre todo la comida ecuatoriana, especialmente los mariscos. “Siempre fui muy mimado y lo descubrí porque extrañaba los cariños de mi mamá, aunque mi papá también es mimoso. Ahora que regresé he compartido muchas cosas interesantes con mi padre y me encanta que trabajemos juntos. Quiero quedarme en Ecuador porque pienso que si pasa algo que no puedo controlar, ellos se van a encargar de solucionarlo de alguna manera, con esa magia que tienen los padres de hacer las cosas, aunque una de las cosas importantes que aprendí lejos es a ser independiente”, cuenta Andrés, quien regresó a vivir con sus padres, pero reconoce que eso no interfiere en su independencia. “Ellos no me atormentan”, señala.

Para celebrar el Día del Padre, le trajo para él, desde Argentina, una botella de vino, su licor preferido, y también un pedazo de carne para el asado que harán hoy. “La parrilla siempre es un problema en casa porque mi padre me supervisa, dice que no la hago bien, pero este domingo veremos quién hace el mejor asado”, comenta Andrés, quien tiene planes de viajar a Estados Unidos para especializarse en dirección de fotografía, pero por el momento seguirá trabajando en varios proyectos junto a su padre.

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