A la versión criolla de Cabaret estrenada esta semana, en el Teatro Sánchez Aguilar, y que estará hasta hoy y mañana en cartelera no solo le faltó capturar las emociones entre el público, sino el dinamismo que caracteriza a toda obra musical, mucho más una de Broadway.

A pesar de ello, hay algo que destacar de esta adaptación: el rol de Francisco Arias como el anfitrión del espectáculo, Emcee, quien con sus ironías, sátiras llenas de malicia y sus ocurrencias llevaba a otro nivel el musical. Gracias a él -y no a los calzones, sostenes de randas y los ligueros que las bailarinas del Kit Kat Klub lucían- la obra llegó a ser, por tramos, provocativa.

Él era quien en cada aparición arrancaba carcajadas de los presentes y al mismo tiempo despertaba a todo aquel que se sentía aburrido, por las tres horas de duración de la puesta en escena.

Su director, Carlos González, explica que ese “es el formato del musical de todas las obras de Broadway; duran ese tiempo, por los menos 2:45. Lo que ocurre es que Guayaquil no está acostumbrada a una función así porque no le hemos dado la oportunidad y con esta queremos abrir esa puerta”.

El personaje de Emcee incluso sobresalió por encima de los protagonistas de la historia de amor que desarrollan en tiempos de la opresión nazi, en la década del treinta, Cliff Bradshaw (Álex Altamirano), un escritor recién llegado de Estados Unidos y Sally Bowles, una mujer cocainómana que solo vive en su mundo rosa. Este último papel interpretado por Pamela Cortés.

Aunque al inicio deslumbró en su salida, montada en una inmensa silla para interpretar “My heart”, se la notó insegura en el desarrollo de su personaje. Quizás por el temor a equivocarse, algo que un par de veces pasó con sus diálogos. Claro que el mayor error que cometió fue fingir el beso con su nueva conquista Cliff que aunque al principio representa un pasatiempo más, deja de serlo después de que ella salga embarazada.

Aquella noticia  la hace pensar en un inicio en el aborto, uno de los tantos temas controvertidos que se tocan en el musical, y que después reconsidera por todo lo que Cliff le dice; para volver, entonces, a sacar una vez más su “vozarrón” al cantar “Quizás ahora”.

Y es que si bien hacer de Sally no resultó del todo creíble, la interpretación de los temas como “My heart” o “Cabaret”, que complementaba con los vistosos atuendos que lucía, sí fue un acierto por parte de Pamela, y, además, lo más comentado entre el público (“que voz tiene esta chica”, comentaban algunos).

Otro que también sorprendió con su intervención fue Jaime Bonelli, quien encarnó al veterano Herr Schultz. Menos admiración causaron la señorita Schneider y la señorita Kost.

Emcee vio sus interpretaciones muy fortalecidas por el intenso trabajo coreográfico. Como cuando cantó el tema  “Si con mi mirada la viera” y apareciera una gorila; o la más “atrevida” de todas, en la que salió al escenario con dos bailarines; el varón llevaba puesta una bata de mujer y el rostro pintado, mientras ella, solo ropa interior. Con ellos protagonizó escenas de sexo.

En estas últimas “hubo de todo”, al punto de que, por momentos, varios asistentes empezaron a moverse en sus asientos, quizás un tanto “sonrojados”.

Para la actriz y directora de teatro Marina Salvarezza, lo que ocurre es que “el público es tradicionalista y se  escandaliza por cosas que ves afuera tranquilamente, en películas, Internet. Todo tiene que ver con la falta de educación, de costumbre y de análisis. Para mí, Cabaret es una obra muy divertida, muy sana con una música hermosa”.

Precisamente, juega un papel preponderante dentro de la versión criolla de Cabaret. La banda de músicos, que estuvo dirigida por David Harutyunyan, puso el color a las escenas que, sin embargo, en repetidas ocasiones llegaron a perder frescura y a ganar en “densidad”.

Esa falta de dinamismo provocó que algunos de los presentes se llevarán las manos al rostro denotando aburrimiento, que solo fue doblegado por el personaje del anfitrión.