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‘El verdadero poeta sabe ver la poesía de las cosas’

‘El verdadero poeta sabe ver la poesía de las cosas’
20 de enero de 2014 - 00:00

Hay quien quiere llevar un dibujo de Aitor Saraiba grabado a tinta por debajo de la piel hasta que la muerte (o el láser) los separe. Por eso recientemente el artista español organizó en su estudio de tatuajes favorito Tattoo Magic (Madrid), una acción en la que cedía, por amor al arte, sus ilustraciones más icónicas a aquel que quisiera llevárselas puestas.

“Me encanta provocar ese tipo de cosas en el mundo del arte”, explica Saraiba, “hacerlo en los lugares en los que me siento más cómodo, con otro tipo de público. Al final los protagonistas éramos tres: el tatuador, el tatuado y yo, como dibujante”.

Pero Saraiba, que ha estudiado en la muy artística ciudad de Cuenca y ha vivido en Los Ángeles o Tijuana (aunque ahora se afinca en Madrid) tatúa más cosas con sus ilustraciones: páginas de novelas gráficas, camisetas, murales o cerámicas.

“Después de vivir fuera empecé a ver las cerámicas de otra manera”, afirma. Por esto último, y en colaboración con el Centro Cerámico de la ciudad, creó 17 diseños diferentes, entre ellos, un hermoso cervatillo, una daga, o una calavera con unos versos del mítico grupo británico de los años ochenta The Smiths (tatuados) en la frente. Estas piezas se encuentran por doquier en tiendas de museos, pequeñas galerías o tiendas de artesanía cool.

A Saraiba le apasiona la figura de Morrissey, carismático líder y cantante del grupo, y, de hecho, en su estancia, al otro lado del charco, realizó un trabajo fotográfico sobre sus seguidores latinos en México y California. “Descubrí que allí tiene muchos seguidores porque canta al desarraigo, tan propio de la inmigración, al estar perdido”, recuerda, “al fin y al cabo sus letras podrían ser las de un corrido mexicano o una ranchera norteña”.

Hace cinco años empezó a poder vivir de su arte y ahora está por todas partes. El punto de inflexión fueron sus “dibujos curativos”, una acción en la que el público le contaba sus problemas, sueños y pesadillas, con los que el artista creaba un dibujo que define como “sanador”.

Le empezaron a llamar del Museo Thyssen, del Musac de León, o de la extinta actividad La Noche en Blanco, una jornada nocturna de actividad cultural que recorría toda la ciudad una vez al año. “A Rafael Doctor, que era el comisario, le gustó la acción y tratamos de sanar Madrid. Que es la mejor ciudad del mundo, pero con los peores políticos”.

Pero, aunque nadie lo diría viendo su obra, Saraiba es heavy. Recibe en su pequeña y atiborrada casa, cerca de Atocha, donde conviven los pósters de black metal, un radical estilo de rock procedente de Escandinavia, con adorables cojines bordados con su obra.

Viste con unos pantalones negros de pitillo gastado, gorra y un chaleco tejano lleno de tachuelas, chapas y parches de grupos metaleros como Venom o Metallica. Y son sus relaciones con este grupo, vistas de una manera emocional, las que narra en su última novela gráfica. “Mis cosas tienen un punto de inocencia, pero también un lado muy oscuro”, dice, “los dibujos parten de este lado para encontrar la luz. Y esto es lo que la gente ve, pero los procesos no son tan luminosos”.

A Saraiba le gusta esa cosa tan propia de la posmodernidad de juntar la alta cultura con el estilo más underground: “Algunos miembros del black metal podrían ser Rimbaud o Baudelaire, yo me los imagino quemando iglesias como hacían los miembros del black metal noruego. Hay cosas que surgen en ambientes marginales y luego son elevadas a la alta cultura. De hecho, Rimbaud podría ser el padre del punk”.

Pero ¿hay poesía en el black metal? “Sí, claro. El verdadero poeta es el que sabe ver la poesía de las cosas”.

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