Los juglares eran artistas de la Europa medieval que se ganaban la vida cantando y contando historias o leyendas, entreteniendo a los pueblos y haciendo mofa de las situaciones cotidianas de las cortesanas y plebeyos. En pleno siglo XX, en Guayaquil el nombre El Juglar es sinónimo de ‘amor al teatro’, en el que el actor Ernesto Suárez se convirtió en una especie de Cupido.

Y es que el ‘Flaco’, como lo llamaban al argentino, inculcó el amor a las tablas a un grupo de jóvenes actores que querían revolucionar el teatro en la ciudad, a pesar de que no tenían un lugar dónde ensayar. Su primer escenario fue el pavimento del parque Centenario y su público las miles de personas que día a día transitaban por el lugar. Todas se detenían un momento para apreciar los pequeños sketches que ellos presentaban.

Al poco tiempo ya ensayaban en las instalaciones de la Sociedad de Carpinteros y después en un área del Centro Cívico. Un día, luego de varias horas de prácticas y caminando por el centro de la ciudad, se percataron que se alquilaba un local en el segundo piso de un edificio ubicado en las calles Boyacá 1616 y Clemente Ballén. En él vieron la oportunidad de tener un teatro propio.

Pero como no tenían dinero para pagar el depósito, decidieron salir a las calles haciendo ruido con latas sobre una pequeña camioneta con un cartel que decía: “regale un periódico viejo y una botella vacía y dentro de poco tendrá un teatro lleno”.

La amabilidad del guayaquileño se hizo presente tras recolectar sacos de botellas y una montonera de periódicos viejos, con los cuales pudieron alquilar aquel local. Sus paredes fueron testigo silencioso de cómo -por casi doce años- se hacían realidad los sueños de estos actores, quienes abrazaron el éxito con más de 35 producciones teatrales, entre las que se destacaron La abuela, Banda de pueblo, De la ventana a la calle, La carrera de Juan Nadie, Cómo e’ la cosa y la famosa Guayaquil Superstar.

Precisamente es esta última obra la que vuelve a unir al elenco original de El Juglar, cuyos actores, a pesar de estar ‘entraditos en años’ siguen teniendo la misma habilidad, chispa y creatividad para hacer reír a cualquiera que se siente a espectar este clásico del teatro guayaquileño.

Esta comedia refleja, sin espacio ni tiempo, la realidad de una sociedad que ha cambiado en forma, pero no en fondo. ‘Guayaquil Superstar’ reúne aquellas situaciones que a todas las personas les ha tocado vivir o presenciar, como el músico que se sube a la buseta con guitarra en mano; la aniñada que viaja en bus; el morboso que ‘anchetea’ a las chicas tucas o también reírse del ‘lamparoso’ del barrio, que luego de un corto viaje a la ‘Yoni’ llegó ‘dizque’ hablando inglés.

Azucena Mora, Sandra Pareja, Miriam Murillo, Cecilia Caicedo, Oswaldo Segura, Henry Layana, Roosevelt Valencia, Isidro Murillo, Raúl Pinto, Geovanny Dávila, Medardo Goya, Augusto Enríquez, Marcelo Gálvez y Mauro Guerrero hacen a un lado sus proyectos personales para subirse nuevamente al bus de los recuerdos y entretener a los guayaquileños que por 35 años han seguido sus carreras. ‘Guayaquil Superstar’ se presentará en el Teatro Fedenador (km 4,5 Av. del Bombero), el próximo 19 y 20 de octubre, desde las 20:00.

La historia será la misma que hace 32 años se presentó por primera vez en teatro El Juglar -según Mauro Guerrero- porque de lo contrario perdería su esencia. “Lo único que ha cambiado es la moneda porque cuando nació la obra estaba el sucre y ahora usamos el dólar”.

Criterio que es compartido por todos los actores de la obra, como Oswaldo Segura, quien señala que ‘Guayaquil Superstar’ podría adaptarse perfectamente a estos tiempos y agregarle situaciones con ‘la Metrovía’, el celular, el reggaetón o el pillo que ahora mata por robarte”, pero “no lo hacemos por respeto a la obra mismo y para que la gente que la ve por primera vez se de cuenta que fue escrita a finales del 70”.

Y aunque la obra lleva más de 30 años en escena, el profesionalismo que tienen sus actores no los exime de los ensayos cargados de risas y carcajadas por las bromas y chistes ‘rosas’ que siempre han existido.

Y ese es otro de los aspectos que hace especial a esta obra y a su elenco, porque no recurre a chistes o bromas obscenas para captar la atención del público. “No necesitamos utilizar malas palabras o groserías y media como lamentablemente algunos mal llamados actores hacen en el teatro de la calle”, remarcó Guerrero.

Pero en medio de las carjadas resulta inevitable no acordarse de aquellos compañeros que se les ‘adelantaron’ en dejar este mundo como Enrique Ponce y Alfredo Martínez, quienes-a decir de Sandra Pareja- siguen presentes en sus corazones y recuerdos. “Los recordamos con mucho cariño y risas porque ellos hacían reír a las personas y qué mejor homenaje interpretar lo que ellos hacían”.

Según Marcelo Gálvez, uno de los momentos más emotivos de la obra es cuando las calles se llenan de vagabundos, que duermen en el piso sobre cartones y cantan el pasillo ‘Guayaquil de mis amores’. “Es maravillosa esta parte porque vemos a personas que, a pesar de ser maltratadas por la misma ciudad, la aman y la quieren. Es como una especie de canto a una madre que a veces nos trata mal, pero la seguimos amando porque es la que nos dio la vida y nos vio crecer. Eso es Guayaquil para todos nosotros. Es un sitio al que amamos y al que a veces tenemos que irnos para mandar dinero, pero al que siempre queremos volver”, acotó.

Gálvez asegura que Guayaquil Superstar combina ese sentimiento de “amor y odio” porque “siguen habiendo los mismos problemas de siempre como los malos olores en las calles que odiamos, pero a pesar de eso cuando viene un extranjero, se enamora de la ciudad y se queda. Guayaquil es como aquella súper estrella que criticamos pero la seguimos y la amamos”.