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¿Cuentos de hadas o de horror? (Video)

¿Cuentos de hadas o de horror? (Video)
21 de junio de 2014 - 00:00 - Gerónimo Altamirano / Guayaquil

Blancanieves encontró el amor en un leñador, La Sirenita se hizo humana y conquistó al hombre de sus sueños y un buen hombre le devolvió a su abuela a Caperucita Roja, quien había sido tragada por un lobo feroz. “Y todos vivieron felices por siempre”.

Usted tal vez esté familiarizado con esta última frase. Sin embargo, las verdaderas historias de muchos de estos cuentos clásicos infantiles narran atrocidades que pueden herir susceptibilidades de los pequeños lectores y convertir a estos cuentos de hadas en historias de horror.

Por ejemplo, el de La bella durmiente, escrito en 1630 por el francés Charles Perrault, narra lo ocurrido en un supuesto reino lejano.

En esa comarca, los reyes invitaron a las 12 hadas del reino para celebrar el bautizo de su pequeña hija.

En plena celebración, una dama desconocida maldice a la infante para que -al cumplir 16 años- muera al pincharse con un telar. Esto como afrenta por no haber sido invitada al banquete.

Pero una de las hadas presentes logra mitigar el maleficio y en lugar de que muera la princesa, esta dormirá hasta ser besada por un príncipe, hechos que ocurren años después.

El príncipe la desposa y se convierten en padres de dos niños. La madre del príncipe, descontenta con esta relación y muerta de celos, ordena que sus nietos sean cocinados vivos en una caldera y luego sean servidos a sus propios padres.

Ilustración: Abel Cevallos.

El príncipe impide este hecho y mata a su madre. “... y vivieron felices por siempre”.

Antes de esa sentencia, el cuento solo ha narrado hechos de violencia, canibalismo, matricidio, celos, resentimientos y demás vejámenes. Esta realidad encontramos al abrir varios de los llamados “clásicos de la literatura infantil” que muchos de ustedes tal vez leyeron cuando eran niños y que en la actualidad reflejan hechos no tan ajenos a nuestra sociedad.

Pero por qué estas historias siguen atrapando a millones de niños del mundo, mientras las industrias cinematográficas invierten grandes sumas de dinero en fastuosas producciones con célebres artistas.

Hace pocas semanas, Disney estrenó Maléfica, con Angelina Jolie en el papel estelar de esta nueva adaptación del cuento de hadas.

Más allá de los efectos especiales y la exposición digital del filme y los millones de ventas recaudados en taquilla, esta semana se desató la polémica por las declaraciones de la actriz, quien reveló que en la película se utiliza una metáfora de una violación “moral y física” de su personaje y termina convirtiéndose en una persona perversa.

Si se busca en las múltiples adaptaciones de estos clásicos es fácil notar la violencia que en ellos existe de forma implícita, pero que aportan con ese toque de aventura, dinamismo y hasta diversión al mundo que rodea a sus protagonistas.

A todo esto surge una interrogante tan sencilla: ¿están aptos los niños para leer este tipo de historias?

Rosa Pogo, directora del programa infantil de lectura Sueños de papel, de la Casa de la Cultura, núcleo del Guayas, sostiene que los cuentos clásicos seguirán siendo clásicos y pese a todos los hechos que en ellos se describen, son entretenidos y ricos en lenguaje y cargados de imaginación.

Para esta educadora, la clave está en saber escoger qué adaptación es la adecuada y la edad del pequeño lector.

“Si uno le lee a un niño pequeño el cuento de Las zapatillas rojas (Hans Christian Andersen), donde a la chica le cortan los pies, puede ser traumático para un niño inicialmente”, refiere.

Señala que los psicólogos han estudiado el contenido de estos textos y hasta cierto punto han exagerado en las posibles reacciones que podrían causar su lectura en niños.

Esto al considerar que si un infante ha crecido en un ambiente en el que la lectura se da con facilidad, mientras va creciendo aprende a reflexionar, criticar y analizar su contenido con una visión objetiva.

“Yo no podría leer en Sueños de papel el libro original de La bella durmiente, en el que la abuela quiere comerse a sus nietos, o Pulgarcito, en donde también los ogros se comen a los niños, estamos hablando de canibalismo. Nosotros leemos textos que estén acorde con la edad de los niños y escogemos buenas adaptaciones”, señala.

“Yo creo que cuando el lector esté preparado tiene que leer las versiones originales y luego ver las adaptaciones del cine porque son otras interpretaciones que enriquecen o amplían una idea o una visión sobre determinado tema”.

Este criterio lo comparte Paulina Briones, del colectivo cultural La casa morada, que fomenta la lectura en niños y adultos a través de talleres, eventos didácticos, recitales y clubes.

“Maléfica se hizo tan popular porque la versión que le dio su director y productor tiene mucho de la original del cuento”, sostiene.

“El lector le da la visión o la interpretación que uno le quiera dar”, agrega.

Briones enfatiza que a los niños más pequeños deben leerles o contarles los cuentos que a “nosotros nos contaron con ese toque de inocencia” y de “buenas intenciones, para que ellos piensen que el mundo tiene muchas cosas positivas y se puede ser feliz. “Esto porque la misma vida se encargará de mostrarles que no siempre es así”, dice.

“Cuando los niños son más grandes podemos agregarles más datos de la historia y explicárselos porque el efecto en ellos no es el mismo de antes”.

Como ejercicio, aconseja que un maestro o un adulto debería preguntarle al niño si le gustó el final del cuento y cómo lo cambiaría. “Estamos incentivando a reflexionar”.

El sociólogo Gonzalo Ampuero, quien tiene una maestría en Entorno infantil, aconseja que no deberían “buscarle la quinta pata al gato” a los cuentos clásicos con temor a que los niños generen una reacción de rechazo a estos textos. “Los niños deben leer los clásicos cuando estén preparados”.

Valentín Martínez-Otero, doctor en psicología y pedagogía y profesor de la Universidad Complutense de Madrid, explica que es recomendable “realizar cambios en el cuento para que se neutralicen sus aspectos negativos, crueles o violentos y se potencien los beneficios” para que al niño le llegue un mensaje positivo del que pueda aprender algo.

Y es que a lo largo de las décadas, los cuentos infantiles han sido modificados para que en las escuelas y librerías e inclusive en algunas películas animadas, se omitan detalles originales.

Por ejemplo, en el cuento de La Sirenita se omite la parte en la ella se convierte en espuma por el rechazo del príncipe al casarse con otra.

En Caperucita Roja se dulcifica que el lobo se come a la abuela y el cazador le abre la barriga. En Blancanieves se obvia la muerte de la bruja tras bailar durante horas con unos zapatos de metal ardiendo. En Hansel & Gretel meten a la bruja dentro de un horno y muere asada.

Para Ampuero es más preocupante el hecho de que los niños tengan acceso desde muy pequeños a contenidos violentos en la televisión, consolas de videojuegos y computadoras.

“De nada vale que se censure un libro, cuando en un videojuego ven cómo se matan entre zombies y demás personajes con aspecto poco sugerible. Los niños son más inteligentes de lo que pensamos”, sostiene.

El psicólogo austriaco Bruno Bettelheim, en su libro ‘Psicoanálisis de los cuentos de hadas’, detalla cómo los pequeños asumen los relatos clásicos.

“El niño tiene una necesidad de magia. Los cuentos dejan que imagine cómo puede aplicar a sí mismo lo que la historia le revela sobre la vida y la naturaleza humana”.

A través de símbolos o personajes, el menor aplica las enseñanzas a su vida diaria, por ejemplo la casa de chocolate simboliza la satisfacción de deseo, la pubertad en la imagen de Caperucita Roja o la rivalidad entre hermanos en La Cenicienta.

Rosa Pogo sostiene que muchas de estas historias son testimonios y relatos basados en sucesos reales en antiguas sociedades.

El escritor infantil Antonio Puig comenta que en estos relatos se utilizan muchos simbolismos. “En el tiempo que escribieron Caperucita Roja se estima que este personaje representaba a las prostitutas de la antigua Francia que acudían a los bosques a ofrecer sus servicios y que eran cazadas por algún moralista que las asesinaba. La abuela representa a la sociedad, que ellas tenían que volver luego de una jornada de trabajo”.

Por tal motivo -según Puig- muchas de estas historias fueron “suavizándose” con el tiempo y de cierta manera cambiaron su esencia para darle otro contexto como el “machismo”.

Paulina Briones agrega que en varias narraciones se hace hincapié en que la mujer nace para servir sin prejuicio alguno a su príncipe azul. “Por qué la mujer tiene que esclavizarse o por qué el príncipe tiene que ser precisamente un hombre. Ya sabemos que ahora puede ser hombre con hombre o mujer con mujer. Lo que pasa es que no debemos olvidar el contexto histórico en que fueron escritos estos relatos”.

Señala que en países europeos existen editoriales en donde sus libros infantiles abordan el divorcio, madres o padres solteros y familias diversas.

“Si en un ejercicio de lectura se le cuenta a los niños historias en donde hay familias de parejas alternativas, ellos no se escandalizan, pero sí los adultos. A pesar de muchos cambios, esta sociedad sigue siendo conservadora”, indica.

Paulina Briones sostiene que los educadores y maestros son los que tienen la percepción de cómo educar a los niños sin prejuicios, de manera objetiva e invitando a la reflexión y generando debate.

“Lo que ha pasado en Ecuador es un rescate de las leyendas ecuatorianas”, sentencia Paulina Briones, al considerar que desde hace cinco años se ha trabajado en fomentar la lectura de las leyendas ecuatorianas como La dama tapada o El padre Almeida.

“A los niños les encanta estas historias y no son precisamente relatos en donde hay tanta fantasía como en los cuentos de hadas”, comenta.

Esto despunte de la literatura infantil ha hecho que en el Ecuador existan cada vez más escritores que se suman a esta relatoría como Edna Iturralde, Alan García, Leonor Bravo, Mario Conde, Cecilia Velasco, María Fernanda Heredia, entre otros.

Tanto los cuentos tradicionales como los modernos son vehículos idóneos “para inocular valores a los más pequeños”, señala el psicólogo Bettelheim.

“Cada vez hay más conciencia de la importante función educativa que cumplen los cuentos. Es importante que acrediten calidad desde el punto de vista lingüístico, afectivo, emocional y moral”, detalla el profesor Martínez-Otero.

Según registros de la Cámara Ecuatoriana del Libro, en los últimos cuatro años, la producción de literatura infantil ha superado a otras manifestaciones como novelística y poesía.

Solo el año pasado, se registraron 346 obras o títulos con contenidos dedicado a los niños.

En esta institución, los libros son registrados con un código Número Internacional Normalizado del Libro que es una especie de “cédula de identidad” para cada obra editada.

En el programa Sueños de papel, dirigido por Rosa Pogo, desde que fue creado en el 2009, han recibido la donación de 853 obras infantiles y de ese número, 73 corresponde a literatura ecuatoriana.

“No podemos decir que en Ecuador no existe la literatura infantil. Es un mercado que va creciendo y que cada vez más se adueña de los niños”, comenta Pogo.

Para esta educadora, la clave de la lectura infantil está en el acompañamiento de un adulto para que incentive al menor y también lo ayude a resolver las preguntas que este se va formulando según avanza con la lectura.

“Cada sábado llega un aproximado de 40 niños con sus padres y vienen a leer y compartir con los demás niños sus vivencias y comentarios sobre los libros que en la sala se leen”, finaliza. ¿Se le antoja leer un cuento clásico ahora?

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