Aunque Cesaria Évora se dejó seducir por la música cuando tenía 16 años, tras escuchar constantemente a su padre Justiniano cómo tocaba el violín y a su hermano Lela con el saxofón, la conocida “Diva de los pies descalzos” tuvo que luchar muchos años para alcanzar el reconocimiento con un disco debut en 1985, a punta de una voz grave que se reflejaba en canciones como Sodade -“nostalgia”, según la lengua de su natal Cabo Verde-.

La cantante, que nació el 27 de agosto de 1941 en la ciudad portuaria de Mindelo y falleció el sábado pasado en el hospital Baptista de Sousa por una insuficiencia cardiorrespiratoria, empezó a cantar en bares y hoteles. Eran temas melancólicos, de morna -una versión caboverdiana del blues-. Y lo hacía en cada escenario con los pies desnudos. Así, “Cize”, como sus allegados la conocían, se ganó el apelativo de “Diva de los pies descalzos”.

El acompañamiento musical de sus canciones era con ritmos propios de su tierra, influenciados por la colonización portuguesa y sus raíces africanas.

Coincidiendo con la independencia de Cabo Verde de Portugal, en 1975, la cantante vivió una época de depresión, cuando dejó de lado la música durante una década y cayó en el consumo excesivo de alcohol, concretamente el “grog”, un tipo de aguardiente caboverdiano.

El resurgimiento de la “diva descalza” llegó diez años después, en 1985, cuando viajó a Lisboa y comenzó a cantar en un local con música en vivo en la capital lusa. Allí grabó Cesaria Évora su primer trabajo en solitario.

Tres años después, el productor José da Silva le propuso grabar un álbum en París, titulado precisamente La Diva aux pieds nus (La diva descalza, según su traducción del francés al castellano).

A este disco, que inicialmente no suscitó el entusiasmo entre la crítica, le siguió Mar azul, en 1991, y apenas un año después Miss Perfumado, cuando realmente le llegó el éxito internacional, a los 50 años. Su discografía abarca 15 discos, que pudieron ser más de no haberse sumido en la depresión y el alcoholismo durante una década.

Desde su tercer disco, la septuagenaria cantante caboverdiana, quien fue hija de una cocinera, recorrió el mundo entero con su música y compartió escenario con algunos de los más reconocidos artistas, como Compay Segundo, Chucho Valdés o Caetano Veloso.

La artista africana recibió numerosas distinciones a lo largo de su carrera, entre ellas el Premio de la Música de la Unesco (1998), un Grammy a Mejor Álbum (2004) y la consideración de Caballero de la Legión de Honor de Francia (2009).

Ya en 2008 sufrió  graves problemas de salud, cuando tuvo un infarto cerebral mientras se encontraba de gira por Australia.

A finales de septiembre pasado, Cesaria Évora anunció su despedida por consejo médico. Dejó a dos hijos y un legado musical, a punta de morna o “blues caboverdiano”, acompañada por un cigarrillo.