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El sector sindical está en pleno derecho de protestar. De eso dan fe las marchas del año pasado. Y para ello es justo considerar al menos dos aspectos: ese derecho nace de una realidad concreta, pero más son los pronósticos fatalistas. No hay un reclamo con base en una grave situación en el campo laboral. Y en segundo lugar, coincide esta protesta con una coyuntura electoral porque vemos a los mismos dirigentes en las reuniones de determinadas organizaciones políticas. Nadie tampoco niega el rol político de una dirigencia sindical y la legítima necesidad de su expresión. Lo extraño es que coincide con las agendas de determinados grupos empresariales que buscan, a través de un candidato a la presidencia, consolidar una corriente electoral para 2017. Entonces no hay que especular mucho: hay un proceso de ‘acumulación de fuerzas’ para todo el año electoral antes que una verdadera y auténtica lucha por la defensa de los trabajadores de todo el país. Pero, además, esos dirigentes sindicales no dicen cómo subimos el precio del petróleo o cómo incrementamos las exportaciones que nos dan dólares. (O)