Aportaron durante toda su vida con trabajo, esfuerzo y sacrificio, algunos no tuvieron oportunidad de estudiar, vivieron de trabajos ocasionales, nadie los afilió a la seguridad social, no fueron acogidos por ningún sindicato y, en el ocaso de sus vidas, son indigentes, viven en la extrema pobreza y ni siquiera tienen para pagar su funeral, lo que equivale a que alguien se compadezca y lo financie, además con deuda.

En el país hay alrededor de 1’200.000 adultos mayores; de ese total, 800.000 no tienen seguridad social y alrededor de 400.000 han sido atendidos dentro del programa oficial Mis Mejores Años, donde reciben servicios de salud, educación, vivienda y bonos. El Gobierno Nacional ha invertido en este plan $ 370 millones, pero sabe que no es suficiente y se apresta a invertir $ 50’000.000 adicionales.

En un gesto cargado de solidaridad, Lenín Moreno, a las 05:00 de la madrugada de ayer, se reunió con muchos de esos viejecitos, con quienes recorrió algunas calles del centro de Quito y los acompañó en un desayuno en el Centro de Arte Contemporáneo, en el antiguo Hospital Militar, en el histórico barrio de San Juan. “Que no quede una persona viejecita en estado de indefensión, sin ser atendida en su bono variable de acuerdo a su necesidad y con una canasta mínima que proporcionará el Ministerio de Agricultura y Ganadería”, explicó el Presidente en relación con el plan Mis Mejores Años, uno de los más importantes entre varios de los programas sociales impulsados por su gobierno.

La fría y oscura madrugada quiteña derivó en una reunión cálida, de intercambio de experiencias y se pudo apreciar la sensibilidad del Presidente con este sector olvidado por la sociedad. Después que nos dieron todo -dijo Moreno-, de que nos inculcaron valores, nos llenaron de esperanza, fueron abandonados. Muchos están en lo que se denomina “situación de calle”, es decir, que no tienen un techo para protegerse o una cama para descansar. El plan cubrirá la salud, vivienda adecuada, educación y deportes. (O)