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El Telégrafo

Playas del Cuyabeno, como símbolo y dignidad

06 de octubre de 2013 - 00:00

La dignidad no es un eslogan ni una bandera, constituye un pilar de la humanidad y se conjuga en todos los tiempos y espacios. Hay que concretarla en acciones, obras, sentidos de la política; pero, sobre todo en servicio real para que tenga otra dimensión la convivencia humana dentro de sociedades complejas, diversas, con carencias como herencias históricas.

Si se observa lo construido, “en medio de la selva”, a favor de las comunidades amazónicas, quizá la dignidad adquiere una perspectiva que va más allá de una mirada occidental y mucho más lejos del conservacionismo.
Pero si se escucha a los comuneros de Playas del Cuyabeno frente a las obras y servicios recibidos esta semana que termina, la dignidad ya constituye un símbolo sólido y una realidad concreta.

¿Cómo entendemos lo ocurrido en esa zona de la Amazonía ecuatoriana por fuera de la disputa política? ¿Cómo fue posible concretar la Comunidad del Milenio antes de la explotación del ITT? ¿Cuánta oposición neoecológica hubo para estructurar este proyecto “desarrollista” a favor de los pueblos y comunidades? ¿Por qué no han dicho nada los ambientalistas que imaginan la selva como un territorio inhóspito, intocado y cargado de metáforas?.

“...Los comuneros de Playas del Cuyabeno no están aislados de ese “mundo occidental” y para su supervivencia necesitan ese diálogo cultural...”

Bastaría con leer El país de la canela, del escritor colombiano William Ospina, para desterrar de muchos imaginarios esa falsa imagen idílica y celestial de que en esas zonas no pasa nada, que los seres humanos que lo habitan no han tenido conflictos, muertes por enfermedades previsibles y un sinnúmero de problemas cuando aún no había petroleras, cuando todavía la Chevron no inundaba de crudo las tierras y ríos amazónicos.

La mayor crítica que podría aceptarse es que el sistema de educación puede desarrollarse desde la misma visión de los indígenas, pero ya sabemos que eso es un proceso de más largo aliento porque atraviesa por otros retos y dificultades. Sobre todo porque los comuneros de Playas del Cuyabeno no están aislados de ese “mundo occidental” y para su supervivencia necesitan ese diálogo social que pasa por la educación y la relación intercultural.

Si lo hecho en esa comunidad es el reflejo de lo que se puede hacer con las demás en la Amazonía con los ingresos que genere el ITT, habrá que preguntarse entonces por qué la dignidad de las personas debe reducirse a una sola visión (conservacionista) y misión para el ser humano.
Playas del Cuyabeno es ese símbolo de la otra opción y visión del cambio fundamental que tiene que vivir un país víctima del colonialismo.

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